Julio Camba: <i>Londres</i> (Reino de Cordelia, 2012)

Julio Camba: Londres (Reino de Cordelia, 2012)

    TÍTULO
Londres

    AUTOR
Julio Camba

    EDITORIAL
Reino de Cordelia

    PROLOGO
Francisco Fuster García

    OTROS DATOS
ISBN-13: 978-84-939974-5-8. Madrid, 2012. 344 páginas. 17,95 € (formato papel), 7.95 € (formato digital)



Julio Camba (1882-1962)

Julio Camba (1882-1962)


Tribuna/Tribuna libre
La ciudad de la niebla: a propósito de la reedición de Londres (Reino de Cordelia, 2012), de Julio Camba
Por Francisco Fuster, miércoles, 7 de noviembre de 2012
Londres es todo niebla y gente triste.
No sé si es la niebla la que produce la gente triste,
o si es la gente triste la que produce la niebla.

Oscar Wilde

Corre el año 1910. Estamos en pleno invierno. Son las tres de la tarde de un día lluvioso y frío. Un joven escritor, de natural escéptico, llega al Londres posvictoriano enviado por un periódico madrileño. Viene de pasar una larga temporada como corresponsal para ese mismo medio en París, donde ha descubierto – ¡qué mejor sitio! – los pequeños placeres de la buena vida, de la existencia ociosa y distraída. El cambio de ambiente le resulta brusco y la expectativa de pasarlo bien, siempre legítima, se antoja realmente complicada, por no decir utópica. Sin embargo, y aunque solo sea para llevar la contraria al mundo, nuestro autor – que tiene fama de humorista – decide echar mano de su mejor arma para ponerle al mal tiempo – y nunca mejor dicho – buena cara. Por eso, y ya en la primera crónica que envía desde la ciudad de la niebla (como la llamó su amigo Baroja en el título de una bonita novela), hace este provocador e irónico anuncio:

En primer lugar, ¿para qué he venido yo a Londres?

- ¿Qué va usted a hacer – me decía la víspera de mi viaje – en aquel país tan aburrido?

Pues, sencillamente, divertirme mucho. Yo pienso hacer en Londres un papel semejante al de esos literatos que van a Sevilla para escribir artículos diciendo que Andalucía es triste. En el fondo, puede que tengan razón. Un país en donde a todas horas se baila, se bebe, se canta y se cuentan chascarrillos, no digo que sea una pena, pero no tiene nada de gracioso. Lo gracioso es un país como Londres, donde la gente no se ríe nunca (1).

 

Una vez instalado en la City, y pese a sus buenas intenciones de inicio, empieza a ver cosas raras, reacciones que no le terminan de gustar. El trato de la casera que regenta la pensión donde se hospeda es correcto; la educación del londinense de a pie, en honor a la verdad, le parece pulcra e intachable, muy inglesa. Pero nuestro hombre está más familiarizado con el individualismo español que con las consuetudinarias convenciones sociales británicas. De ahí que no encaje nada bien el que entre todos le quieran convertir en un gentleman inglés cuando él se conforma con ser un simple caballero español.

 

Más que un asunto de modales o una diferencia en las formas, lo que este cronista percibe es una incompatibilidad de fondo entre su españolismo y el carácter inglés, entre su espíritu aristocratizante y el pragmatismo acérrimo de un pueblo que trata de absorberlo, de asimilarlo. Él, que es jovial y desordenado, trabaja escribiendo para su periódico porque no tiene más remedio, pero lo hace a días y sin horario fijo, amparándose en la ley del mínimo esfuerzo. Todo lo contrario que sus conciudadanos, cuya abnegada ética protestante ha hecho de Londres una especie de gigantesco taller donde todo es seriedad y orden, rigor y método. No extraña entonces que se encuentre desorientado, perdido en un sitio inhóspito en el que se le tacha de vago por no disfrutar – ¡cosa más rara! – trabajando de sol a sol (o de neblina a neblina), como todo londinense de bien.

 

Este español que llegó a Londres en 1910 no solo tenía un nombre sino que, con el tiempo, logró “hacerse” otro – que en verdad era el mismo – como uno de los mejores articulistas que ha dado la prensa española de la primera mitad del siglo XX y, dentro del género de la crónica periodística escrita desde el extranjero, probablemente el más original y el que mejor ha resistido el paso del tiempo. Y eso a pesar de que en la actualidad, Julio Camba (Vilanova de Arousa, 1884 – Madrid, 1962) es todavía un desconocido para el gran público debido – entre otras razones –  a la poca atención que en las historias de la literatura española han merecido los escritores de periódicos, siempre a la sombra de novelistas, poetas y dramaturgos.

 

En el caso particular de Camba, cuyo rescate demandé meses atrás en un breve ensayo en el que daba un repaso a la suerte – o la mala suerte – editorial de su obra en las últimas décadas (2), la conmemoración en 2012 del cincuenta aniversario de su muerte ha avivado el interés de varias editoriales por reeditar algunos de sus libros más significativos, hasta ahora solo accesibles a través de las reediciones que hizo Espasa Calpe en su colección “Austral”, sin duda el instrumento que mejor ha contribuido a difundir el nombre del escritor pontevedrés entre los lectores hispanohablantes de ambos lados del Atlántico.

 

Como era de prever en el caso de un editor nada sospechoso de oportunista si hablamos de Camba, pues no es la primera vez que se reedita al escritor gallego en la editorial que hoy le vuelve a acoger en su catálogo (3), Jesús Egido ha apostado por sumarse a la celebración de esta efeméride recuperando dos títulos clásicos de la producción cambiana. Si hace unos meses vio la luz en este mismo sello, y con una generosa acogida de crítica y público, Playas, ciudades y montañas, ahora le llega el turno al que es para muchos conocedores de la obra del vilanovés – entre los que me cuento – uno de sus mejores libros. En efecto, y pese a no haber sido ideado ni confeccionado por el propio autor (4), de Londres se puede decir algo que no es aplicable a otros libros de Camba: que es una obra coherente y bien acabada en la que no sobra ni falta nada. Exceptuando las siete últimas crónicas, que aparecieron en el periódico La Tribuna y datan ya de su segunda y más breve corresponsalía en Londres (entre febrero y mayo de 1913), el resto de textos de esta antología pertenecen a la primera experiencia de Camba en la capital inglesa, donde permaneció durante un año largo y llegó a escribir más de ciento cincuenta artículos publicados en El Mundo entre diciembre de 1910 y enero de 1912.

 

Aquí está recogido lo mejor y lo peor – lo más bien escrito y lo más malvivido (contado, eso sí, con esa mezcla de humor castizo y flema británica, marca de la casa) – de ese primer año de Camba en Londres; una gran urbe a la que llegó feliz y predispuesto a acabar con el tópico de la ciudad triste, y de la que se marchó resignado, incapaz de encontrar una explicación para la manera de ser inglesa más convincente que esta:

 

Con sol, Londres resulta absurdo, y uno no se lo explica. ¿Por qué no hay paseantes en Londres? ¿Por qué no hay terrazas? ¿Por qué las calles son tan feas? ¿Por qué eso del home, sweet home? – hogar, dulce hogar –. Pero la niebla es la gran definición de Londres. La niebla lo explica todo: el amor de la vida doméstica, el horror de la calle, el aislamiento en que vive este pueblo, la disciplina, el whisky, la falta de interés para todo lo que ocurre a dos metros de uno, el egoísmo, los clubs, el spleen, el baile inglés y la box inglesa, que son dos reactivos poderosos; la falta de iniciativa, la poca exuberancia del inglés, el hecho de que todos los ingleses sean iguales y de que ninguno quiera distinguirse de los demás, el té, etc., etc.

 

Vamos, que al final tenía razón Oscar Wilde. Como casi siempre.

 

NOTAS:

(1) “País de placer”, El Mundo, 8-XII-1910.

(2) Francisco Fuster, “Cincuenta años sin Julio Camba: razones para un rescate editorial”, en Ojos de Papel, febrero de 2012 [www.ojosdepapel.com].

(3) Reino de Cordelia ya reeditó en 2010 La casa de Lúculo y hace apenas unos meses hizo lo propio con Playas, ciudades y montañas.

(4) En el prólogo que escribí para la reedición de Playas, ciudades y montañas (Reino de Cordelia, 2012), el lector interesado puede conocer las curiosas circunstancias en las que fueron concebidos los tres títulos de Julio Camba – Alemania: impresiones de un español, Londres: impresiones de un español y Playas, ciudades y montañas – publicados por Biblioteca Renacimiento en 1916.



Nota de la Redacción: agradecemos a Reino de Cordelia, en la persona de Jesús Egido, el director de la editorial, y al prologuista Francisco Fuster la gentileza por permitir la publicación del prólogo de la obra de Julio Camba, Londres (Reino de Cordelia, 2012), en Ojos de Papel.