Pablo Ignacio de Dalmases: <i>Viajes por las 19 Españas</i> (Ediciones Carena, 2011)

Pablo Ignacio de Dalmases: Viajes por las 19 Españas (Ediciones Carena, 2011)



Pablo Ignacio de Dalmases

Pablo Ignacio de Dalmases


Magazine/Nuestro Mundo
Pablo Ignacio de Dalmases: Viajes por las 19 Españas. Las huellas de los piratas en Fuerteventura
Por Pablo-Ignacio de Dalmases, lunes, 2 de mayo de 2011
La España de las autonomías es un mosaico formado por 17 comunidades y dos ciudades que ocupan algo más de medio millón de kilómetros cuadrados. Sobre esta superficie, propia de un país de dimensiones intermedias, se da una enorme variedad de paisajes y un caleidoscopio humano que es el resultado de muchos siglos de aportaciones culturales heterogéneas. Pablo Ignacio de Dalmases nos propone un recorrido por todas y cada una de las autonomías españolas en este libro titulado Viajes por las 19 Españas , con el fin de descubrir monumentos, referencias históricas y rincones atractivos pero, sobre todo, de encontrar personas con las que establecer un diálogo enriquecedor y, por qué no, también divertido.

LA HUELLA DE LOS PIRATAS EN FUERTEVENTURA

La configuración costera de España ha condicionado nuestra historia. Por una parte, nos dio una vocación marinera que llevó a nuestros navegantes a conquistar medio mundo. Pero por otra nos obligó a defender nuestras costas de la acción de piratas y corsarios. El atrevimiento de los piratas berberiscos hizo que en 1593 invadieran la isla de Fuerteventura y llegaran a su capital, Betancuria, situada en el interior, saqueándola hasta los cimientos.

Siglo y medio después fueron los ingleses los que atacaron la isla, desembarcando en Gran Tarajal. Llegaron a Tuineje y saquearon la aldea, permitiéndose robar hasta en la iglesia y profanar la imagen de San Miguel, a la que cortaron la mano de un tajo. Nunca lo hubieran hecho. Los campesinos majoreros, alistados bajo el mando del capitán Sánchez Dumpiérrez, se encomendaron entonces al arcángel mancillado y presentaron batalla a lomos de 40 dromedarios. La intercesión del santo fue milagrosa y la acción de los camellos, eficacísima. Los ingleses dejaron sobre la isla a consecuencia de la batalla de Tamacite 30 muertos y 20 prisioneros, mientras que los defensores sólo tuvieron cinco bajas.

La triunfal batalla de Tamacite –que desde 1946 se celebra anualmente con un importante y divertido festejo- está muy bien representada en la parte inferior del altar de la iglesia de Tuineje, construida en 1790 y cuyos patronos son San Miguel y la Virgen de la Salud. Según mi amigo Jesús, la cumbre de la montaña de Tamacite pertenece a su abuelo Eulalio Marrero, que aprovecha la rala vegetación del terreno para llevar a pastar a los tres camellos de su propiedad. Eulalio es un hombre muy popular, pero no por esta modesta propiedad ganadera, sino por su condición de romancero, capaz de recitar más de mil romances surgidos de la sabiduría popular y transmitidos por tradición oral.

Gran Tarajal

Desde Tuineje se puede ir en dirección a la costa oriental y llegar a Gran Tarajal. Hay aquí un puerto que adquirió notable desarrollo en los años veinte del siglo pasado como punto de partida de la producción insular de tomate. Un tarajalense que regresó enriquecido de América hizo dos cosas positivas: financió la iglesia e importó los molinos de viento de Chicago, que supusieron una verdadera innovación en los sistemas de extracción del agua.

Gran Tarajal se ha transformado en una población importante, aunque su excelente acceso desde el Atlántico la ha convertido también en fuente reiterada de noticias. En efecto, si durante décadas salieron de aquí muchos de sus ciudadanos en busca de fortuna, ahora son otros emigrantes los que llegan en frágiles embarcaciones y condiciones muy penosas desde países no tan lejanos.

Molinos y cochinillas

Otra ruta sale de Tuineje en dirección a Pájara, capital del municipio más meridional de Fuerteventura. El camino pasa por el valle de Sise, en cuyo paisaje destaca la abundante presencia de tuneras. Su fruto, los higos tuneros –que en el península llamamos chumbos- son muy ricos pero, según parece, de fuerte poder astringente. En ellos anidaba la cochinilla, un parásito que se utilizó en el pasado para la elaboración de tintes, cuando aún no habían aparecido los de origen sintético. En esta zona abundan también los molinos de Chicago que trajo el indiano tarajalero y de los que llegó a haber más de mil en toda la isla. Las plantas potabilizadoras han resuelto en buena medida las necesidades hídricas de esta isla seca, que durante siglos hubo de confiar en la Providencia para saciar su sed.

BARLOVENTO DE JANDÍA

La isla de Fuerteventura surgió, como el resto del archipiélago canario, hace unos veinte millones de años, a consecuencia de la compresión de la corteza atlántica y de las erupciones volcánicas. Este origen ha dado lugar a un paisaje árido, con suelo pobre en nutrientes, muy erosionado por los vientos, escasas precipitaciones y altas temperaturas.

Aunque toda Fuerteventura es interesante, su paisaje meridional, en la península de Jandía, tiene una notable gradiosidad. Jandía es en realidad una extensión de Fuerteventura hacia el sudoeste, separada del resto de la isla por el istmo de la Pared, al punto de que hay quien opina que originariamente hubo dos islas que acabaron fusionándose. Al sur de este brazo de tierra que se alarga hacia el oeste hay una inmensa playa, la de Sotavento de Jandía, de 28 kilómetros de extensión, en la que los vientos resguardados son muy favorables para la práctica del windsurf, lo que permite la celebración anual del campeonato mundial de especialidad. Es la zona conocida como Costa Calma.

Al norte están las playas de Cofete y Barlovento, con vientos menos apacibles y corrientes más peligrosas. Entre una y otra, Morro Jable, antigua población pesquera convertida en emporio turístico, a donde llegan los fast ferry de Gran Canaria y en el extremo occidental de la isla, las punta de Jandía, con el faro. El territorio es montañoso y aquí están las mayores alturas de la isla, separadas por numerosos barrancos.

El barranco de los Canarios

Una de las experiencias más fascinantes de esta zona es cruzar de una orilla a otra justamente por donde Fuerteventura se estrecha. Lo hicimos resiguiendo el Barranco de los Canarios, una hondonada entre montañas, con las debidas autorizaciones, ya que se trata de una propiedad particular. Una excelente carretera, parece que construida pensando en un desarrollo turístico que no prosperó, permite ir desde Sotavento a Barlovento en pocos minutos.

El paisaje que nos circunda es típicamente majorero: en las escarpadas laderas se advierten las antiguas gavias, terrazas construidas en piedra para retener la tierra y el agua y sembrar cereales y tomates. La mayor parte de ellas están medio destruidas, porque Fuerteventura ha olvidado su antigua condición de granero de Canarias merced al desarrollo del turismo otras actividades más lucrativas. Hay alguna vegetación, adaptada a la sequedad del terreno: eufobia canariensis, falso tabaco e incluso cochinilla verde y negra, que se utilizaba en el pasado para hacer tintes y fue una de las fuentes de riqueza de la isla. También se detecta mucha cal fósil, que antaño se utilizaba en la construcción. Y, por supuesto, numerosas cabras, que son la imagen más típica de esta isla, marcadas por sus propietario en las “apañadas” anuales de ganado que se hacen los domingos de verano.

El mirador

Después de un cuarto de hora y tras haber ascendido lentamente, alcanzamos la zona de El Mirador, que se abre sobre la costa noroccidental de la península de Jandía, con la inmensa playa de Barlovento a nuestros pies. El día no es particularmente luminoso, pero aún así alcanzamos a ver a nuestra izquierda, más allá del Morro de la Burra y del Pico de la Palma, el pueblecillo de Cofete, al que sólo se puede llegar por una trocha más o menos acondicionada desde Morro Jable o por un camino que desciende desde este mismo Mirador. Sus casas están hechas de forma primitiva, utilizando los materiales que ofrece la naturaleza. Como contaste, por estos pagos está la casa del alemán Winter, construida en su día con toda suerte de lujos, sobre la que corren leyendas vinculadas a las peripecias de la segunda guerra mundial.

Un elemento más del paisaje es el islote de las Siete Mujeres, llamado así porque, según se cuenta, en él estuvieron mariscando siete parejas hasta que un día, al regresar los maridos después de su faena, se encontaron con que suscóyuges habían desaparecido, quien sabe si raptadas por los piratas o engullidas por el mar. Mucho más reales son los restos del American Star, un lujoso barco de cruceros que llegó en 1994 remolcado a Fuerteventura y embarrancó en las costas de Barlovento, estrellándose contra las rocas.

En esta vertiente solitaria de Fuerteventura lo real y lo imaginario se integran en un universo en el que es difícil separar uno y otro elemento. Todo se abre al mar, al cielo y a la fabulación.

SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA, PRIMERA CAPITAL DE TENERIFE

La comodidad en la expresión nos lleva a resumir en pocas palabras los indicadores geográficos y de este modo hablamos de La Laguna cuando nos referimos a la tercera de las poblaciones canarias por su importancia demográfica actual, cuando en realidad deberíamos hablar de San Cristóbal de La Laguna, que tal es la denominación exacta de esta importante población fundada por el adelantado Fernández de Lugo en 1495, aún antes de haber incorporado la totalidad de la isla a la soberanía de la corona de Castilla.

La Venecia canaria

El nombre no es gratuito porque el adelantado escogió para el asentamiento urbano un lugar rico en agua, de templada climatología, situado en el valle de Aguere, a algo más de 500 metros de altitud, entre el macizo de Anaga y el monte de la Esperanza, en el que abundaban los recursos hídricos al punto de formar un pequeño espejo de agua. Conocida como la “Venecia” canaria” por su alta pluviosidad, La Laguna ha padecido a lo largo de su historia torrenciales precipitaciones en una de las cuales, la habida entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre de 1992 cayeron 269 litros por metro cuadrado y la última, antes de acometer el proyecto de evacuación de las aguas pluviales por el barranco de la Carnicería, en 1977.

La Laguna se convirtió poco después de su fundación en la población más importante del archipiélago en el siglo XVI y aunque con la división provincial la capitalidad fue a parar a la vecina Santa Cruz, ha mantenido su preeminencia como ciudad episcopal y universitaria. Es, en todo caso, una ciudad monumental, declarada patrimonio de la humanidad, cuyo centro urbano merece un paseo reposado tratando de adivinar tras cada edificio noble algún rasgo de sus cinco siglos de historia.

La plaza del Adelantado

El corazón de La Laguna es la hermosa plaza del Adelantado, rodeada de edificios principales: en primer lugar el ayuntamiento, formado por la casa del cabildo, que fue construido en los siglos XVI y XVII, y en cuyos bajos una lápida recuerda que aquí estuvo alojado en 1864 el infante Don enrique de Borbón, primer miembro de la familia real española que visitó el archipiélago.

Junto a la sede municipal la iglesia convento de Santa Catalina de Siena, en cuyo interior, todavía habitado por monjas de clausura, se conserva el cuerpo incorrupto de Sor María, la Siervita, objeto de la devoción de los laguneros, cuyos restos se exponen cada 12 de febrero, el palacio de Nava y la casa de Llerena y, al otro lado de la misma plaza, la ermita de San Miguel, desafectada y utilizada como sala de arte y el animado mercado municipal, cuyo vestíbulo está lleno de paradas de flores y plantas.

Casonas nobles

Desde la plaza del Adelantado tomamos por la calle del Agua, hoy de Nava y Grimón, y pasamos por delante del palacio de Rodríguez Acero, donde tiene su sede el casino. Tomamos por la calle Real, una vía jalonada de casonas nobles, como la de Van del Hede, en el nº 7, en el que sigue viviendo su propietaria, Doña Pilar, la casa Montañés, sede del Consejo Consultivo de Canarias y la de Lercaro, donde se ha ubicado el Museo de Historia. El corazón se nos encoge cuando pasamos por delante de la casa Salazar, sede del obispado nivariense, destruida en 2005 por un incendio fortuito.

Rebasamos casa de Don Quintín Benito, sede de la UNED, el convento de San Agustín, donde funciona el Instituto y el hospital de Dolores y llegamos a la plaza de la Junta Suprema, con curiosa forma triangular. A partir de aquí empieza la Villa de Arriba, donde fue construida la primera parroquia lagunera, la de Nuestra Señora de la Concepción. Hacemos un alto para visitar la casa de la familia Gómez Felipe, que data de 1700 y en la que vivió vivió la Siervita antes de entrar en el convento y donde la última de descendiente, Doña María Remedios, ha creado con su colección particular un espléndido Museo de artes decorativas.

La villa de Abajo

La ruta descendente hacia la Villa de Abajo la hacemos por la calle de la carrera con el fin de contemplar otros hermosos edificios, tales el palacio de Casabuena, el Teatro Leal, en plena rehabilitación la casa de Torrehermosa y la catedral lagunera de los Remedios en cuyo interior hay un retablo de Mazuelos y un púlpito en mármol de Carrara. Y de regreso a la plaza del adelantado aún tenemos tiempo para desviarnos en dirección a la vecina plaza de Santo Domingo para contemplar el antiguo convento de dicha advocación, rehabilitado como centro cultural y los típicos callejones aledaños, como el de la Amargura.

El crecimiento urbano tanto de Santa Cruz, como de La Laguna ha aproximado tanto estas dos poblaciones vecinas que casi se puede decir que actualmente forman un continuum sin interrupción. Sobre el asfalto vemos las vías del nuevo tranvía tendido para mejorar las comunicaciones entre una y otra. Una buena medida que anudará los contactos entre las dos principales poblaciones tinerfeñas sin menoscabo de la conservación de la fuerte personalidad de cada una de ellas.

PASEO POR SANTA CRUZ DE LA PALMA

La Palma es una de las islas más altas del mundo en relación con su superficie ya que en sus poco más de 700 km2 de extensión territorial alcanza alturas que superan los 2.400 metros con un eje montañoso central que la divide en dos grandes vertientes. Cada una de ellas tiene su propia climatología y su principal agrupación urbana: la occidental en Los Llanos de Aridane, en el valle de este nombre, y la oriental, en Santa Cruz de La Palma.

Esta última es la capital insular y fue uno de los tres grandes puertos del imperio español en los siglos XVI y XVII, tras los de Sevilla y Amberes, lo que ha dejado huella en la magnificencia de su arquitectura. En la actualidad es una ciudad pequeña y tranquila, que vive pendiente de la actividad del puerto y del cercano aeropuerto y por la que es muy agradable pasear.

La calle Real

El eje central de Santa Cruz de La Palma es la calle Real, cuyo nombre oficial es O’Daly hasta el cruce con la Avenida del Puente y a partir de ese lugar pasa a denominarse Pérez de Brito, primero y Castillete, después, desembocando finalmente en el barranco de las Nieves. Su primer tramo arranca de la Plaza de España, donde está el edificio de Correos y justo en la esquina donde empieza la calle Real, un hermoso anuncio en azulejos que antes podía verse en la entrada de todos los pueblos de España: el del Nitrato de Chile.

La calle es peatonal y a ambos lados de ella se alinean casonas llenas de historia, sobre cuyos portalones campean los escudos de familias principales, como es el caso del palacio Salazar y la casa Pinto. Más o menos a mitad de camino y delante del ayuntamiento, construido en estilo renacentista en tiempos de Felipe II, cuyo busto campea en la fachada, se abre la Plaza de España, algo elevada sobre la calle Real, con la iglesia del Salvador, una fuente pública y la estatua del sacerdote liberal Manuel Díaz Fernández.

En el templo parroquial llama la atención su artesonado barroco, el elegante púlpito barroco y una pila bautismal en mármol de Carrara del siglo XVI procedente de Génova.

La Sociedad Geográfica

Una escalera situada cabe la fuente permite acceder a la parte alta y encontrar de inmediato la sede la Sociedad Cosmológica, entidad fundada en 1881 por la burguesía insular que creó ese mismo año un museo de Ciencias Naturales y en 1909 la biblioteca Cervantes. María Ángeles Morales, su bibliotecaria, nos explicó que al día de nuestra visita la biblioteca conservaba exactamente 22.345 libros, entre ellos manuscritos de los repartimientos hechos tras la conquista, como los de las aguas de Tazacorte y Argual, carta de viera y Clavijo y los fondos de los conventos desamortizados de los franciscanos y los dominicos, así como 241 periódicos locales.

En un lugar de honor se exhibe el cantoral de canto llano de los dominicos, que data del XVIII y está encuadernado con piel de cabra. María Ángeles cuida amorosamente de sus libros tal como se haría en la época fundacional porque, aunque parezca mentira, ese extraordinario patrimonio bibliográfico todavía está pendiente de informatización….

En la trasera de la Cosmológica vemos la pequeña ermita de San Sebastián que dio nombre a este barrio que va de Santa Cruz a las Breñas, en cuyo interior, siempre cerrado, parece que hay una imagen flamenca de Santa Catalina de Siena y no muy lejos, el antiguo convento dominico que se utiliza ahora como sede del Instituto de enseñanza secundaria Alonso Pérez Díaz. Tomamos por la calle Virgen de la Luz en la que están a un lado el Teatro Circo de Marte, antigua gallera, y a su frente la escuela municipal de folklore, en cuyos bajos funciona un taller de bordadoras, con una docena de señoras mayores haciendo su trabajo en animada conversación. Y regresamos a la Plaza de España para seguir por la calle Real hacia su continuación en Pérez de Brito con el fin de disfrutar del ambiente de tapeo de la placeta Borrero y visitar el colegio de abogados, instalado en la señorial casona de la familia Cabrera.

La avenida Marítima

Nuestro periplo por La Palma se completa volviendo sobre nuestros pasos por la avenida Marítima, paralela a la calle Real, que da sobe el Atlántico y en realidad es un espacio ganado al mar. Buena prueba de ellos es que las hermosas balconadas de las viejas casonas estaban situadas en la parte trasera de éstas con las dependencias más íntimas, lo que no desluce la belleza de éstas. Entre ellas, el edificio neotradicional del antiguo parador de turismo, en el que yo mismo estuve alojado un lejano 1976, reconvertido en sede administrativa de algunos servicios del gobierno autonómico.

Esta calle es una vía rápida por la que circulan los coches a toda velocidad pero sus dos aceras son propicias para el paseante: la interior, porque en torno a ella se alinean tiendas, restaurantes, baretos y chinchales. Y la exterior porque está junto al mar e invita al recorrido pausado, aunque también vemos que algunos la aprovechan para la práctica del jogging.

Blas Pérez, palmero de Mazo

La avenida finaliza con el edificio del antiguo hospital de pobres en la glorieta de Blas Pérez, un personaje palmero, natural del pueblo de Mazo, que la ciudad recuerda porque, habiendo sido Ministro de la Gobernación de Franco en los años más duros del régimen, hizo mucho por su isla natal.

Con todo cuanto hemos dicho se nos han quedado fuera del itinerario muchos otros puntos interesantes de la ciudad, a los que también puede llegarse a pie porque Santa Cruz de La Palma es una ciudad pequeña, como el barco de a Virgen, donde está el Museo Naval, el castillo de Santa Catalina, única que se conserva de las tres fortalezas que mandó construir Felipe II al arquitecto Torriciani para proteger la urbe, el antiguo convento franciscano, con el Museo Insular y la ermita de Nuestra Señora de la Luz. El real santuario de Nuestra Señora de las Nieves se halla más lejos, sobre unas colinas situadas encima de la ciudad y desde aquí desciende cada cinco años la imagen en unas fiestas lustrales que marca el punto álgido de la vida urbana.

No nos resistimos a añadir un dato más, que nos parece significativo de la autenticidad de esta ciudad: en nuestro paseo no vimos ni un supermercado, ni una sola tienda de esas cadenas que se encuentran ahora por todo el mundo y han globalizado el paisaje urbano de todas las ciudades. En Santa Cruz de La Palma sobrevive un comercio familiar en el que los clientes son conocidos por los vendedores y tratados como amigos. Un aspecto más del encanto de esta pequeña y hermosa ciudad.



Nota de la Redacción: agradecemos a Ediciones Carena en la persona de su director, José Membrive, la gentileza por permitir la publicación de este fragmento del libro de Pablo Ignacio de Dalmases, Viajes por las 19 Españas (Carena, 2011), en Ojos de Papel.