David Remnick: <i>El puente. Vida y ascenso de Barack Obama</i> (Debate, 2010)

David Remnick: El puente. Vida y ascenso de Barack Obama (Debate, 2010)

    TÍTULO
El puente. Vida y ascenso de Barack Obama

    AUTOR
David Remnick

    EDITORIAL
Debate

    TRADUCCCION
Efrén del Valle y Juan Ramón Ibeas

    OTROS DATOS
Barcelona, 2010. 752 páginas. 26,90 €



David Remnick  es director de la revista <i>The New Yorke</i>r desde 1998 y ganador del Premio Pulitzer en 1994

David Remnick es director de la revista The New Yorker desde 1998 y ganador del Premio Pulitzer en 1994


Reseñas de libros/No ficción
David Remnick: El puente. Vida y ascenso de Barack Obama (Debate, 2010)
Por Francisco Fuster, lunes, 1 de noviembre de 2010
Para los protagonistas del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos hay varias fechas marcadas en rojo en el calendario. La del domingo 7 de marzo de 1965 (el “Domingo Sangriento”) es, sin ninguna duda, una de esas efemérides. Ese fue el día elegido por un grupo de activistas del movimiento liderado por Martin Luther King para emprender una marcha pacífica y silenciosa en protesta por el incumplimiento de la Ley de Derechos Civiles, aprobada un año antes por el presidente Lyndon B. Johnson. En principio, el itinerario previsto para la manifestación debía unir las localidades de Selma y Montgomery, en el estado de Alamaba; sin embargo, la marcha fue detenida a la salida de Selma por la policía del estado que, a la altura del puente Edmund Pettus, reprimió de forma violenta a los manifestantes. Por entonces Barack Obama tenía tres años y no imaginaba que cuarenta y dos años más tarde, el 4 de marzo de 2007, iba a hablar en la Brown Chapel de Selma y se iba a encontrar en ese mismo puente con algunos de los protagonistas de aquellos hechos históricos, solo un mes después de anunciar su candidatura a la nominación del Partido Demócrata para la presidencia de los Estados Unidos. La relación entre estos dos momentos clave y la trayectoria histórica seguida por los Estados Unidos y por su actual presidente es lo que intenta reconstruir David Remnick en una monumental biografía que acaba de publicar la editorial Debate con el título de El puente. Vida y ascenso de Barack Obama.
Lo primero que llama la atención de esta enésima biografía de Obama es justamente su propia existencia y sentido: el hecho de que alguien haya tenido la suficiente valentía como para asumir el reto que supone intentar aportar una visión nueva sobre el hombre del planeta que más tinta ha hecho correr en los últimos años. Porque, si es cierto que se ha escrito mucho sobre el actual inquilino de la Casa Blanca, también lo es que hasta ahora no se había escrito un libro tan ambicioso como este, que cuenta además con el aval de un autor con crédito, cosa que no puede decirse de algunas de las publicaciones sobre Obama que circulan por el mercado editorial y el mundo académico español, donde conviven – en una proporción descompensada – algunos trabajos serios y documentados con otros más oportunistas y desinformados, producto de ese efecto secundario de la globalización que es la vorágine informativa que nos satura; como digo, no es el caso del autor de esta novedad. Director de la prestigiosa revista The New Yorker desde 1998 y ganador del Premio Pulitzer en 1994 por su libro La tumba de Lenin. Los últimos días del Imperio Soviético, David Remnick es uno de los periodistas más reputados de la prensa americana actual y un auténtico especialista en la elaboración de perfiles humanos, siempre caracterizados por la elección del detalle o la anécdota reveladora y, ante todo, por una documentación abrumadora basada en la precisión y exactitud de cada dato, de todas y cada una de las fuentes que cita en su trabajo.

Es importante destacar este aspecto, el de la obsesión por la documentación y por ofrecer la mayor cantidad de versiones posibles sobre un mismo hecho porque a mi juicio, esa es la principal característica del estilo empleado por Remnick en este complejo y poliédrico retrato de Obama que, como dice el propio autor, no quiere ser una biografía definitiva o erudita (no lo puede ser un trabajo que termina justamente con la toma de posesión de Obama como presidente), sino “un trabajo de periodismo biográfico que, por medio de entrevistas con sus coetáneos y con algunos protagonistas históricos, analizara la vida de Obama antes de su presidencia y algunas de las corrientes que contribuyeron a formarlo” (p. 682). La honestidad de Remnick al reconocer las limitaciones de su trabajo no obsta el que el lector deba reconocer un esfuerzo de documentación tremendo para escribir un libro que supera las 700 páginas. Por ilustrarlo con un dato, diré solamente que en el apartado de “Agradecimientos y fuentes”, el autor cita un total de 233 personas del entorno de Obama (desde familiares cercanos y profesores de la facultad hasta los compañeros de piso en su juventud o los actuales miembros de su gobierno, pasando por todos aquellos que han estado en contacto con él a lo largo de su vida y han aportado su opinión sobre el biografiado) que fueron entrevistadas por el autor para el libro. Junto a este material, Remnick reconoce haber empleado trabajos publicados previamente por alrededor de 70 periodistas a los que también cita y una bibliografía que incluye – como no podía ser de otra forma – los dos libros de memorias escritos por Obama, así como algunos estudios clásicos sobre aspectos como la raza, la lucha por los Derechos Civiles o la historia reciente de los Estados Unidos.

La peculiar relación de Obama con su raza es un tema omnipresente en el libro y es de alguna manera el hilo conductor que usa Remnick para trazar la historia de la lucha del pueblo afroamericano por los Derechos Civiles

El problema con el que se enfrenta Remnick a la hora de escribir la biografía de Obama, como él mismo reconoce, es el mismo al que se han enfrentado todos los que le han precedido en el intento: la gente cree conocerlo todo del personaje y, lo que es más importante, nadie sabe contar mejor su vida que el propio Obama. En efecto, quien haya leído La audacia de la esperanza y, sobre todo, Los sueños de mi padre, admitirá que la calidad del relato autobiográfico de Obama es de un nivel tal que resulta muy difícil superar el interés que genera una historia tan bien construida y contada por su protagonista en primera persona; frente a cualquier biografía académica, escrita con la frialdad y el distanciamiento que exige un retrato que pretenda ser objetivo, el atractivo de la prosa y la retórica de Obama resulta encantador, irresistible. Esto explica que precisamente Los sueños de mi padre sea una de las fuentes más usadas por Remnick y explica también el hecho de que, bajo mi punto de vista, algunas de las mejores páginas de El puente son las dedicadas al análisis exhaustivo de esta obra que el autor sitúa dentro del género más antiguo y rico de la tradición literaria americana: las memorias. En concreto, Remnick habla de Los sueños de mi padre como un libro de memorias que formaría parte de una larga tradición de literatura autobiográfica afroamericana que se inicia con los primeros relatos de esclavos y que cuenta en su genealogía con obras fundamentales para la historia de los Estados Unidos como puedan ser la Vida de un esclavo americano contada por el mismo de Frederick Douglass; De la esclavitud a la libertad de Booker T. Washington; Las almas del pueblo negro de W. E. B. Du Bois; Nadie sabe mi nombre de James Baldwin, El hombre invisible de Ralph Ellison o, por no extender más la lista, Malcolm X, vida y voz de un hombre negro. Aunque Obama no haya sido nunca un esclavo, Remnick considera Los sueños de mi padre como una especie de bildungsroman, como un relato de formación en el que su protagonista nos ofrece un modelo de superación de la raza y de éxito en la búsqueda de la identidad propia.

Y es que la peculiar relación de Obama con su raza es un tema omnipresente en el libro y es de alguna manera el hilo conductor que usa Remnick para trazar la historia de la lucha del pueblo afroamericano por los Derechos Civiles; una lucha en la que según el autor, Obama habría jugado un papel fundamental, como heredero natural de Douglass, Luther King, Malcom X y todos aquellos que le precedieron. Como mandan los cánones del género biográfico, Remnick intenta combinar – y lo hace de una forma más que aceptable – dos planos que se superponen y se complementan: por una parte, y siguiendo la tradición del modo anglosajón de escribir las biografías, el seguimiento pormenorizado de la peripecia vital del biografiado; por otra parte, una reconstrucción minuciosa del contexto en el que se desempeña Obama en cada una de las etapas de su existencia. Al conseguir conjuntar estas dos esferas, Remnick consigue que El puente se pueda leer no solamente como la historia de una vida aislada, sino también como una recreación de la historia reciente de los Estados Unidos de América a través de la apasionante e inusual trayectoria de un solo individuo.

De la formación como político de Obama destaca Remnick muchas cosas, pero yo me quedaría con dos factores. En primer lugar, la gran importancia que tuvieron en la vida del actual presidente sus años de trabajo como organizador comunitario en la ciudad de Chicago, cuando solamente era un joven salido del instituto que trataba de canalizar su vocación. Fue la experiencia de estos años la que ha forjado ese carácter dialogante y conciliador que caracteriza el estilo político de Obama. Por otra parte, el autor también pondera en su análisis de la carrera política del presidente un factor que mucha gente – todos aquellos que no han leído sus libros de memorias, donde lo cuenta todo – desconoce: el factor suerte. Me refiero al hecho de que, como muy bien explica Remnick, por unas causas o por otras (porque sus rivales más fuertes se retiraron de la elección o perdieron su ventaja inicial al verse involucrados en varios escándalos), Obama fue elegido senador en el estado de Illinois y luego senador de los Estados Unidos sin tener que enfrentarse a unas elecciones disputadas. La verdadera oposición fuerte le llegó a Obama con el inicio de la larga disputa con Hillary Clinton en las primarias del Partido Demócrata y después en su enfrentamiento al republicano John McCain y a las reticencias del sector más conservador de la sociedad americana que nunca se llegó a convencer de la conveniencia de elegir al primer presidente negro de los Estados Unidos.

Bien analizado, dice el autor, la propuesta política de Obama no era tan distinta a la que ofrecían sus rivales; pero eso sí, Obama guardaba un as en la manga con cuya capacidad de seducción ninguno de sus oponentes contaba: su historia personal

Pero salvando todas estas dificultades y rompiendo con todos los tópicos habidos y por haber, Remnick cuenta cómo Barack Obama fue capaz de pasar de ser un joven senador con solo dos años de experiencia en la alta política de Washington, a convertirse en candidato a la presidencia del país y finalmente ser elegido el 44º presidente en la historia de los Estados Unidos. Bien analizado, dice el autor, la propuesta política de Obama no era tan distinta a la que ofrecían sus rivales; pero eso sí, Obama guardaba un as en la manga con cuya capacidad de seducción ninguno de sus oponentes contaba: su historia personal. Efectivamente, Remnick concluye que la fuerza de la candidatura de Barack Obama para la presidencia no era el programa, sino la propia figura del candidato y la capacidad que este tuvo para hacer de su historia un epítome, una especie de resumen de lo que habían sido y podían ser en el futuro los Estados Unidos: “Dos años después de ocupar el cargo de senador por Illinois y recientemente liberado de sus préstamos universitarios, Obama entró en la carrera presidencial con una serie de propuestas políticas de centro-izquierda que se antojaban serias pero nada excepcionales. No eran radicalmente distintas de las de Clinton, salvo por la cuestión fundamental de la guerra de Irak. Tampoco poseía un currículo asombroso en lo que a experiencia ejecutiva o logros legislativos se refería. Pero la identidad de Obama, sus orígenes, su concepto de sí mismo y, en última instancia, cómo lograba proyectar su temperamento y su personalidad como un reflejo de las ambiciones y esperanzas estadounidenses serían la esencia de su retórica y su atractivo. Además de sus ideas políticas, lo que proponía Obama como núcleo de su candidatura era él mismo: un joven afroamericano complejo, cauteloso, inteligente y sagaz. Todavía no era un gran hombre, pero sí una promesa de grandeza” (pp.13-14).

Desde el punto de vista del contenido, la verdad es que poco se le puede reprochar a la biografía que ha escrito David Remnick. No se puede decir que sea una biografía hagiográfica, pero sí es absurdo negar – y el propio autor así lo admite – la atracción que la figura de Obama ejerce sobre su biógrafo. Dos semanas después de su victoria electoral, Remnick ya escribió un artículo en el que ensalzaba al nuevo presidente y le otorgaba ese papel de líder de una nueva generación de americanos; en este artículo, al que Remnick puso el título de La generación de Josué, ya se encuentra el germen de esta biografía que ahora leemos. Desde el punto de vista formal y por hacer un balance, lo cierto es que estamos ante un libro que, sin ser un prodigio literario (hay que recordar que el autor es periodista y no novelista), está bastante bien escrito, con un ritmo fluido e, insisto, una riqueza extraordinaria de fuentes y puntos de vista distintos sobre el personaje, al que vemos retratado como a través de un collage o puzle que Remnick completa con todas estas opiniones de los entrevistados. Ahí radica el mayor mérito del libro pero también el que quizá sea su punto más débil. En ocasiones, el uso de este tipo de testimonios se convierte en abuso y lo que gana el relato en complejidad lo pierde en originalidad, en viveza. A veces es tal el número de citas textuales que se encadenan una detrás de otra que el lector se aturde y se llega a perder, confundido en esa maraña polifónica de voces e impresiones distintas. Esta desaparición ocasional de la voz del autor y algún que otro excurso excesivamente largo para mi gusto (el deseo de Remnick por explicar el origen del mínimo detalle hacen que en ocasiones retroceda demasiado en el tiempo o se extienda en explicaciones muy eruditas) son quizá los dos aspectos que menos favorecen a un libro que, todo hay que decirlo, no es en absoluto apto para los no iniciados en Obama. Si mi experiencia como lector de libros de Obama y sobre Obama sirve de algo, mi recomendación es que el libro de Remnick se convierta en lectura obligada para todo aquel que ya tenga un conocimiento previo y desee profundizar en la figura y la historia de Barack Obama; ahora bien, para neófitos o curiosos que quieren acercarse por primera vez, sigo recomendando como hice en su día que, para dicha primera toma de contacto, nada mejor que los libros escritos por el propio Obama.

Remnick ha trazado un magnífico retrato del presidente Obama y ha escrito un libro audaz y atrevido. Ha hecho una apuesta fuerte y, si nos debemos guiar por la acogida de la crítica y el público americano (en España el libro acaba de salir y todavía es pronto para saberlo), la jugada le ha salido muy bien. Ha acertado a la hora de elegir el enfoque que mejor se ajustaba a su experiencia profesional y ha sabido encontrar un hilo conductor y una metáfora feliz para titular su relato. Efectivamente, el libro se abre y se cierra con el episodio del puente de Selma. Según John Lewis, el joven activista afroamericano que lideraba la marcha ese domingo de triste recuerdo, Obama es lo que esperaba a los manifestantes al otro lado de aquel puente que no pudieron cruzar ese día; es el símbolo de la superación de barreras y el hombre que ha sido capaz de conciliar y unir por un momento esas dualidades cuya lucha dialéctica ha marcado la historia reciente de los Estados Unidos: la izquierda y la derecha, los jóvenes y los mayores, la raza negra y la raza blanca.