Eric Hobsbawm: "Guerra y paz en el siglo XXI" (Crítica, 2007)

Eric Hobsbawm: "Guerra y paz en el siglo XXI" (Crítica, 2007)

    AUTOR
Eric Hobsbawm

    GÉNERO
Historia. Ensayo

    TÍTULO
Guerra y paz en el siglo XXI

    OTROS DATOS
Traduccion de Beatriz Equibar, Ferran Esteve, Tomás Fernández y Juanmari Madariaga. Barcelona, 2007. 179 páginas, 19, 95 €

    EDITORIAL
Crítica



Eric Hobsbawm

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Reseñas de libros/No ficción
Eric Hobsbawm: "Guerra y paz en el siglo XXI" (Crítica, 2007)
Por Inés Astray Suárez, martes, 1 de mayo de 2007
Guerra y paz en el siglo XXI (Essays on Globalization, Democracy and Terrorism en su versión original) recoge una serie de conferencias dictadas entre los años 2000 y 2006 en las que el autor, que en junio de 2007 cumplirá noventa años, analiza con una sorprendente lucidez, la situación del mundo en el arranque del nuevo milenio, desde la perspectiva de un historiador. Es decir, recordando “lo que otros han olvidado o querrían olvidar” y tratando de tomar distancia de los acontecimientos para encuadrarlos en una perspectiva más amplia.
Eric Hobsbawm es seguramente uno de los historiadores vivos más conocidos incluso fuera del ámbito de los especialistas. Hace unos años, desde esta misma revista digital, reseñábamos su autobiografía (traducida por la editorial Crítica en 2002): Años interesantes. Una vida en el siglo XX (véase en link). Vástago de una familia judía de clase media, paso una infancia errante, marcada por la enfermedad de su madre y por las dificultades económicas, entre Viena y Berlín, para acabar desembarcando en Gran Bretaña (de donde era su padre). Gracias a su despierta inteligencia y a su sólida formación (él mismo confiesa que le parece sorprendente la cantidad de libros que leyó durante aquellos años) consiguió en 1935 una beca para el King´s College de Cambridge, donde siguió devorando libros (aunque, al parecer, sin asistir a clase, no se puede estar a todo…). De aquellos años data su militancia en el Partido Comunista, que continúo prácticamente toda su vida. Merece la pena leer Años interesantes aunque sólo sea por ese testimonio de un comunista inteligente y honesto, que se enfrenta a la evidencia del fracaso de una ideología pero que sigue creyendo en la necesidad de luchar por la justicia social.

El punto de partida de Guerra y paz en el siglo XXI no es muy alentador: “encaramos el tercer milenio como aquel irlandés del cuento a quien, tras preguntársele el modo de llegar a Ballynahinch, se le oyó decir, no sin previa cavilación: Si yo fuera usted, no partiría de aquí”. Pero es de aquí de donde hemos de partir. Hemos de partir de un mundo cada vez más globalizado en el que las personas, las ideas, las mercancías se trasladan a toda velocidad de un extremo a otro del planeta, pero que carece todavía de un instrumento político para regular ese tráfico y las múltiples relaciones y conflictos a los que da lugar. Un mundo con problemas supranacionales pero que carece de autoridades supranacionales con capacidad real de tomar decisiones. En espera de ese organismo internacional, cuyo alumbramiento no parece próximo, muchos quieren ver en los EE.UU. el poder capaz de hacer reinar el orden y la estabilidad en un mundo desordenado e inestable. Hobsbawm no lo cree posible (y es más que evidente que el viejo comunista tampoco lo desea). El mundo, asegura, es demasiado complicado para que ningún estado lo domine por sí solo. Es cierto que la superioridad militar norteamericana es absoluta, pero no es suficiente: una cosa es conquistar Irak y otra administrarlo. La democracia, los valores occidentales y los derechos humanos no son como las innovaciones tecnológicas, susceptibles de ser utilizadas en cualquier contexto, siempre que el manual de instrucciones esté bien traducido. Por otra parte, a la mayoría de los estadounidenses no les interesa gobernar el mundo, sobre todo porque resulta muy caro.
El nuevo terrorismo presenta dos significativas novedades que lo hacen especialmente peligroso: la introducción del terrorista suicida y la voluntad de provocar masacres indiscriminadas. Se trata, sin duda, de una amenaza de mayor consideración que la de los terrorismos anteriores, y que justifica la realización de esfuerzos excepcionales por parte de quienes están dedicados a combatirlo. Pero no se trata de una guerra

Pero la cuestión no es sólo que no se intuya alguna forma de autoridad global para resolver los problemas globales, sino que parece diluirse también la autoridad tradicional de los estados nacionales. Para Hobsbawm, una de las características más llamativas del transito al tercer milenio es la pérdida de capacidad y de legitimidad del estado territorial soberano. Durante más de dos siglos, el crecimiento del estado moderno habría sido constante, independientemente de las distintas ideologías y formas de organización política: liberal, socialdemócrata, comunista o fascista. Esta situación empezaría a revertir a partir de los años setenta. Los estados, nos dice Hobsbawm, han perdido el monopolio absoluto de la fuerza coercitiva gracias a la catarata de nuevos instrumentos de destrucción, pequeños y portátiles, que pueden ser adquiridos fácilmente por grupos disidentes. Por otra parte, la obediencia natural del pueblo frente al poder, incluso en aquellos estados dispuestos a ejercer la violencia para imponerse, parece cosa del pasado. Los ciudadanos ya no se muestran dispuestos a prestar de forma voluntaria servicios al Estado. Las dos guerras mundiales del siglo XX se libraron con soldados de reemplazo, es decir con ciudadanos convertidos en soldados, dispuestos, con mayor o menor entusiasmo, a matar o morir por la patria. ¿Sería posible repetir ahora aquellas movilizaciones masivas?

Otro factor de debilitamiento del estado sería la dejación de ciertos servicios que de forma progresiva van siendo asumidos por empresas privadas (correos, prisiones, abastecimiento de aguas, incluso algunos sectores de la defensa militar) en aras de una mayor eficacia y de un menor coste. Es una sociedad en la que el consumidor suplanta progresivamente el papel del ciudadano. Pero, nos alerta Hobsbawm, la “soberanía del mercado” no es un complemento de la democracia liberal, sino una alternativa a este sistema, ya que niega la necesidad de tomar decisiones políticas, “que son precisamente decisiones relacionadas con intereses comunes o de grupo en tanto que intereses distintos de la suma de opciones, racionales o de otra clase, de unos individuos dedicados a la procura de sus preferencias privadas.”

Por último, y en relación directa con el desarrollo de la globalización y con la reducción del poder de los estados, estas páginas reflexionan sobre las “transformaciones del terror” y por ende de la política de orden público para combatirlo. Desde principios de siglo, la violencia política ha adquirido un carácter de sistemática globalidad, una voluntad deliberada de operar en un plano trasnacional. El nuevo terrorismo presenta otras dos significativas novedades que lo hacen especialmente peligroso: la introducción del terrorista suicida y la voluntad de provocar masacres indiscriminadas. Se trata, sin duda, de una amenaza de mayor consideración que la de los terrorismos anteriores, y que justifica la realización de esfuerzos excepcionales por parte de quienes están dedicados a combatirlo. Pero no se trata de una guerra, salvo que empleemos el término en el mismo sentido metafórico que cuando hablamos de “guerra contra las drogas”. Es un problema de orden público. El “enemigo” no está en condición de derrotarnos. El 11 de septiembre, solo consiguió desorganizar Nueva York por espacio de unas pocas horas, los servicios públicos se recuperaron de forma rápida y eficaz. “El verdadero peligro del terrorismo no reside en la amenaza real de un puñado de fanáticos, sino en el miedo irracional que sus actividades provocan, y que tanto los medios como los gobiernos imprudentes espolean, poniendo con ello en riesgo el modo de vida que se supone ha de protegerse”.