miércoles, 3 de marzo de 2010
Cuando John Frankenheimer conoció al Malamadre de la Celda 211
Autor: Iván Alonso - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Artes en Blog personal por Cine
En la cubeta de una tienda de segunda mano me encuentro un telefilme de John Frankenheimer, los ojos detrás de la cámara que dieron vida a El hombre de Alcatraz, El mensajero del miedo y Siete días de mayo, entre otras maravillas. Se titula Contra el muro (1994) y el distribuidor pensó en su momento que lo más eficaz era resaltar que en ella trabajaba Samuel L. Jackson, el protagonista entonces de la arrasadora Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). Y así lo dice la carátula. Días duros, John. Dale pistas a todo el rebaño para hacer cine carcelario y político durante los siguientes treinta años para que acaben vendiendo tu cine a costa del nombre de otros




Iván Alonso es historiador y periodista

En la cubeta de una tienda de segunda mano me encuentro un telefilme de John Frankenheimer, los ojos detrás de la cámara que dieron vida a El hombre de Alcatraz, El mensajero del miedo y Siete días de mayo, entre otras maravillas. Se titula Contra el muro (1994) y el distribuidor pensó en su momento que lo más eficaz era resaltar que en ella trabajaba Samuel L. Jackson, el protagonista entonces de la arrasadora Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). Y así lo dice la carátula. Días duros, John. Dale pistas a todo el rebaño para hacer cine carcelario y político durante los siguientes treinta años para que acaben vendiendo tu cine a costa del nombre de otros. Me la llevo por Ronin y por el recuerdo de Burt Lancaster cuidando pájaros en Alcatraz. Paso de Jackson y de su otro protagonista, Kyle MacLachlan, sí, ese chico guapo y repeinado que echaba el más fantástico polvo que haya visto en mi vida en la surrealista Showgirls (Paul Verhoeven, 1995). Como se ve, tengo tendencia por los maestros salvajes en sus horas decadentes.

Pongo el deuvedé y lo primero que veo son las infames imágenes de Estados Unidos en los años sesenta: disparos a líderes negros, tumultos, panteras incendiando América, magnicidios de presidentes chuletas. La película cuenta el motín de la prisión de Attica en 1971 por sus deplorables condiciones, que se saldaría con varias decenas de muertos y el oprobio, una vez más, del sistema carcelario estadounidense. Un novato (MacLachlan) afronta su primer día como guardián en prisión apabullado por la deshumanizada animalidad de los guardianes de la cárcel y el estado en el que negros, latinos y algún blanco antisistema (pero pocos) sobreviven sobre toneladas de mierda. A los pocos días de su estreno, un motín por cuestiones tales como que la sopa se sirve fría, los baños se atascan y sólo se les permite ducharse una vez a la semana estalla en el patio de uno de los módulos amenazando con llevarse por delante todo el sistema. Los funcionarios de prisiones, ferozmente atacados, humillados y tomados como rehenes, son la moneda de cambio de Jamaal, el culto líder musulmán interpretado por Samuel L. Jackson, que reivindica mejoras en las condiciones de vida y un pasaje a África a aquellos presos que quieran volver a sus supuestas raíces ancestrales.

Contra el muro, película de John Frenkenheimer

Contra el muro, película de John Frenkenheimer

Paro la cinta y pienso dónde he visto antes esta película. Y empiezo a recordar: un motín carcelario durante el primer día de servicio de un nuevo funcionario de prisiones, un grupo de presos exaltados que toman los corredores y secuestran a sus guardas, un cabecilla místico seguido por una corte de turiferarios que le adoran y que reivindica lo que es de justicia y, en medio, la mujer embarazada del guardián (igual que en la película de Frankenheimer) que espera fuera a su marido deshecha por los nervios ante la intervención de la policía especial.

Sí, la muy premiada Celda 211 en España le debe más de un Goya al por aquellos años alcoholizado y trabajando en los bajos fondos Frankenheimer. Aunque, desde luego, nadie puede hablar de plagio: la historia difiere, el protagonista de Contra la pared jamás se hace pasar por recluso (pensándolo bien esto último es tan inverosímil como la llegada de ET a la tierra), el personaje de Jackson no sólo no larga tanto como Malamadre sino que casi no abre la boca en absoluto y, por fortuna, a la mujer de MacLachlan no le pasa nada en todo el metraje. En realidad, las dos películas se diferencian casi tanto como se parecen. Dejando aparte que la película norteamericana no es más que la pálida gloria de un maestro en un momento complicado de su vida, y la de Monzón es un producto muy bien medido y pensado para obtener los resultados que obtiene; una, digamos, tiene alma, aunque un alma podrida, y la otra, cálculo.

Los Malamadres del mundo, los hombres que se fugan del trullo, los condenados a cadena perpetua le deberían, en un hipotético encuentro con John Frankenheimer, al menos un reconocimiento. Su profundamente hermosa y conmovedora El hombre de Alcatraz fue la primera vez que el cine descubrió la vida interna de un recluso, que se atrevió a romper la pared de la penitenciaria donde los duros de los años cincuenta enviaban a los delincuentes sin remisión para contarnos cómo la esperanza puede aletear incluso en medio de los gruesos muros de la cárcel. Esos hombres de su telefilme alimenticio que luchan y se desgañitan por tener papel higiénico, por ganar su dignidad, son el resultado del fracaso de un sistema que no está hecho para redimir sino para castigar, para vengarse. Si en los sesenta nos enseñó qué podía el ingenio humano contra la barbarie legal, en los noventa ya sólo pudo dejarnos el alarido de ese ingenio. Malamadre, dale la mano al menos, reconóceselo. 
 

***


Últimas colaboraciones (Marzo 2010) de Iván Alonso en la revista electrónica Ojos de Papel:

LIBRO: Roberto Bolaño: El Tercer Reich (Anagrama, 2010)

LIBRO (febrero 2010):
José María Mijangos: Soul Man (Lengua de Trapo, 2009)



NOTA: En el Blog de Iván Alonso se podrán leer los textos clasificados tanto por temas (artes, autores, cine, música, sociedad y periodismo) como cronológicamente.