Mario Vargas Llosa en junio de 2010 (foto de Daniele Devoti; fuente: wikipedia)

Mario Vargas Llosa en junio de 2010 (foto de Daniele Devoti; fuente: wikipedia)



Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Fernando Savater en marzo de 2007 (foto de D.L.L; fuente: wikipedia)

Fernando Savater en marzo de 2007 (foto de D.L.L; fuente: wikipedia)

Cristina Fernández de Kirchner

Cristina Fernández de Kirchner


Análisis/Política y sociedad latinoamericana
Mario Vargas Llosa y Fernando Savater en Buenos Aires: los ecos de una polémica absurda
Por Carlos Malamud, lunes, 2 de mayo de 2011
Cuando se supo que Mario Vargas Llosa iba a inaugurar la Feria del Libro de Buenos Aires, numerosos intelectuales y políticos oficialistas, encabezados por Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y dirigente de Carta Abierta, una organización que agrupa a numerosos intelectuales kirchneristas, y el jefe de gabinete (primer ministro) Aníbal Fernández, solicitaron que su discurso no se pronunciara en ese momento. Ante la polémica generada debió intervenir la presidente Cristina Fernández para que tal pedido se retirara, sabedora de los efectos contrarios que sobre su imagen “progresista” tendría una medida semejante. Si bien el acto tuvo lugar en la fecha programada, unas polémicas declaraciones de Fernando Savater calentaron el ambiente y dieron lugar a una agria, retrógrada y a veces insustancial polémica en torno a la “argentinidad” y a quién tiene o no derecho a hablar sobre Argentina y los argentinos.
En un número anterior de Ojos de Papel me preguntaba ¿quién teme a Mario Vargas Llosa?, a partir de una serie de declaraciones generadas tras la concesión del Premio Nobel. Todo indica que la carta enviada por Horacio González a las autoridades de la Feria del Libro es prueba del mismo temor. ¿Por qué, si no, tras calificar de “sorprendente” la presencia de Vargas Llosa en el acto inaugural, pedir su exclusión del mismo al considerar “sumamente inoportuno el lugar que se le ha concedido”? González no quiere “limitar” la voz de Vargas Llosa, pero pide que se “reconsidere esta desafortunada invitación que ofende a un gran sector de la cultura argentina”, y para eso lo mejor es designar “a un escritor argentino” representativo de “las diferentes corrientes artísticas y de ideas” presentes en la sociedad. Así, la conferencia del escritor peruano, que escucharía “con respeto en la disidencia”, podría darse en la Feria pero no en su inauguración”. González reconoce a Vargas Llosa como un excelente literato, pero lo define como un “militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares” de América Latina con argumentos que “lamentablemente… deforman muchas realidades” y justifican “las peores experiencias políticas del pasado”.

En la misma sintonía se expresó Aníbal Fernández al manifestar que Vargas Llosa “no sería quizás la mejor elección”, al ser un “fiel exponente de la derecha reaccionaria”. Lo describió como “un talentoso escritor cuya ideología liberal lo ha llevado a manifestarse abiertamente en contra de los gobiernos populares de la región y que no ha perdido oportunidad de insultar a nuestro gobierno gratuitamente”. Florencio Randazzo, ministro del Interior, aportó su grano de arena al señalar que “Vargas Llosa está en las antípodas de entender un espacio como el peronismo. Y cuando él fue candidato a presidente en Perú, salió cuarto”. A la vista del escándalo que podría significar, tanto para su propia imagen como para la del país, intervino Cristina Fernández de Kirchner para evitar tamaño despropósito y solicitó a González que retirara su pedido, algo que el director de la biblioteca hizo disciplinadamente.

Lo más preocupante es que el remedio frente a la agresión externa sea el numantinismo, el provincianismo, el cerrarse sobre si mismo y sobre ciertos valores, como el nacionalismo, que se pretende defender

Lo preocupante no son los exabruptos contra Vargas Llosa, a los que ya estamos acostumbrados. Lo más preocupante es que el remedio frente a la agresión externa sea el numantinismo, el provincianismo, el cerrarse sobre si mismo y sobre ciertos valores, como el nacionalismo, que se pretende defender. De esa forma González consideró que para ocupar el lugar de Vargas Llosa en la inauguración “hay numerosos escritores argentinos que pueden representar acabadamente un horizonte común de ideas, sin el mesianismo autoritario que hoy [lo] aqueja”. Este cerrar filas sobre las más puras esencias de la nacionalidad se repitió tras el discurso de Vargas Llosa y como réplica a unas duras declaraciones de Fernando Savater contra el peronismo. De alguna manera, la presencia del novelista peruano y del filósofo español servía para amplificar la idea de una agresión foránea contra Argentina.

La polémica había ganado intensidad después de que Savater hiciera unas duras declaraciones contra el peronismo y criticara la política de prensa del gobierno. Para Savater, el peronismo “es un fenómeno que viví de pequeño. Lo relaciono con el franquismo porque el dictador Francisco Franco era un entusiasta de Juan Domingo Perón y yo no era un entusiasta de Franco. Por extensión, tampoco fui un entusiasta del peronismo. Ahora ya es un poco arqueología”. Concluyó remachando que autoproclamarse “peronista es semejante a llamarse Tiranosaurio Rex o algo por estilo”. Si a esto añadimos algunas manifestaciones de Vargas Llosa en la Feria del Libro se comprende el revuelo generado: “he criticado ciertas políticas en la Argentina que me parecen equivocadas porque soy un hombre libre. Voy a seguir criticando todo lo que me parezca mal, aunque a algunos los ofenda” Meses atrás había dicho que “Cristina Fernández es un desastre total. Argentina está conociendo la peor forma de peronismo, populismo y anarquía. Temo que sea un país incurable”.

El mensaje es claro: no es ético que los extranjeros vengan a criticar una realidad que no es la suya y, por lo tanto, no entienden

Frente a estas agresiones Aníbal Fernández respondió en su cuenta de twitter que “No es ético que un filósofo español como Fernando Savater hable barbaridades de un partido político que gobierna un país soberano como la Argentina”. El mensaje es claro: no es ético que los extranjeros vengan a criticar una realidad que no es la suya y, por lo tanto, no entienden. No se trata de un mensaje únicamente argentino sino que está muy extendido en América Latina. ¿Cuántos mexicanos, por ejemplo, sostienen que para entender “bien” la Revolución Mexicana hay que ser mexicano? La lectura es similar a la de aquellos argentinos, numerosos, que afirman que sólo los argentinos pueden entender lo que es el peronismo. Tampoco es un mensaje sólo pronunciado por los políticos, ya que está muy instalado en buena parte de la opinión pública.

Entre las manifestaciones más sorprendentes, más por su procedencia que por su contenido, destacan la del ensayista Osvaldo Bayer y la del actor Federico Luppi. Bayer, que pasó un largo exilio en Alemania durante la última dictadura militar, sugirió que Vargas Llosa se fuera a su país, “al que abandonó para ser europeo y que tantas miserias tiene”. En defensa de la carta de González afirmó que “Es una costumbre en las ferias del libro del mundo que en el acto inicial hable un representante de la cultura de ese país y que hable de la cultura en ese país. No tenía sentido de que un señor, porque haya recibido el Nobel, inaugure la Feria del Libro de Argentina”. Para Luppi, que vivió largas temporadas en España, la presencia de Vargas Llosa buscó hacer daño y más cuando trató de “negar los hechos, inventar los que no ocurren, hablar de países sobre los que se desconoce. Ha trabajado para molestar y para crear una polémica falsa”.

Frente al peligro exterior nada mejor que izar la bandera patria y cerrar las fronteras. No hay que admitir la injerencia imperialista, sea norteamericana o europea, que en aras de proclamar la democracia sólo intenta reproducir las condiciones de dominación

Aníbal Fernández fue, una vez más, una de las voces más altisonantes. A él le “parece horrible lo que hacen” Vargas Llosa y Savater, quienes le provocan “vergüenza ajena” al ir “a otro país a decir esas estupideces”. De su amplio catálogo de declaraciones se pueden rescatar las siguientes: “¿Qué les importa a ellos [lo que pasa en el país]? La Argentina es un país soberano que tiene derecho a hacer lo que se le antoja” y que Vargas Llosa “insulta cada vez que tiene posibilidad a la presidenta” Kirchner. A Savater le recomendó “ocuparse de su vida”, porque “viene a la Argentina a hablar mal del partido que gobierna en la Argentina”. Sin embargo sus declaraciones radiofónicas alcanzaron uno de sus momentos más elaborados y sublimes cuando conminó directamente al filósofo: “Cerrá el pico, papi. Metete en lo tuyo y andá a opinar a España”. También consideró “de pésima factura meterse en otros países soberanos a decir cosas de esas características”. “Yo con Franco no tengo nada que ver, ni quiero, ni me interesa, ni me interesó nunca”. “¿Qué opinan de la Argentina? ¿Qué tienen que opinar del peronismo? ¿Qué tiene que ver el peronismo con el franquismo? Franco lo detestaba a Perón”.

Una vez más se ha puesto en evidencia la escasa capacidad de los regímenes populistas de encajar las críticas, vengan de donde vengan. Si bien es cierto que las críticas internas son más controlables, el problema aparece cuando éstas vienen del exterior. Dentro su poder es mayor, no sólo por la capacidad de reproducir su discurso a través de los medios afines, sino también porque en buena parte de los países deben enfrentar oposiciones divididas y sin propuestas claras. Se trata de unas oposiciones que se han dejado arrebatar el discurso progresista y de reivindicaciones sociales por quienes lo utilizan únicamente con fines políticos. Por eso frente al peligro exterior nada mejor que izar la bandera patria y cerrar las fronteras. No hay que admitir la injerencia imperialista, sea norteamericana o europea, que, ya se sabe, en aras de proclamar la democracia sólo intenta reproducir las condiciones de dominación.