Milagros Martín Carreras: <i> Descubriendo mi tiempo</i> (Ediciones Carena, 2011)

Milagros Martín Carreras: Descubriendo mi tiempo (Ediciones Carena, 2011)

    AUTORA
Milagros Martín Carreras

    LUGAR DE NACIMIENTO
Salillas (Huesca, España)

    BREVE CURRICULUM
Ha colaborado en múltiples recitales y actos, siempre relacionados con la poesía y la forma de expresarla y hacerla llegar al público. Perteneció a la tertulia “Azor” hasta la muerte de su director, José Jurado Morales. Ahí conoció a buenos poetas, conservando la amistad con muchos de ellos. Entre otros libros, ha publicado: Hablo con mi amigo el mar (1980), Trenzados de viento (1983), Silencios de Cristal (1992) y Dos voces y un deseo (2001)



Milagros Martín Carreras

Milagros Martín Carreras


Creación/Creación
Milagros Martín Carreras: Descubriendo mi tiempo
Por Milagros Martín Carreras, lunes, 2 de mayo de 2011
La poesía descriptiva de paisajes, sentimientos, vivencias y personajes que salen con fuerza y musicalidad de la intuición y las entrañas de esta poeta, que ha caracterizado hasta ahora su obra, da paso en este libro a un trabajo más reflexivo y concreto, fruto quizá de un largo recorrido por la experiencia poética. Descubriendo mi tiempo es, sin duda, un conjunto de poemas muy personales que no han perdido ninguna de las características poéticas de Milagros Martín Carreras, pero que ofrecen un lenguaje más preciso, más sutil y contemporáneo.

Por Ignacio M. González.

A UNA NIÑA TRISTE

Has perdido el color
y la falda resbala en tu cintura.
Tus ojos verde mar
brillaban con la luz de su mirada.
Hoy se empañan sólo de pensar en él.


A UNA MADRE

No sé qué sentirás
cuando se alejen
y sus rostros de mágica mirada
se vayan enlazados con el viento.

No sé qué sentirás
cuando esos ojos suyos,
transparentes,
se nublen y se empañen,
olviden…, o no olviden,
con el andar del tiempo.

No sé qué sentirás
cuando sus tiernos cuerpos
se estremezcan en la noche
buscando tu mirada
y se duerman llorando amargamente.

¡No sé qué sentirás…!
¡Miento!,
porque este nudo que siento
en la garganta,
tú lo tendrás perenne,
pues son los hijos que pariste
y se te escapan.


MIRAR ARCILA

A Francisca Robledo, mi abuela.

Sentada en el branquil
muy de mañana,
el huso entre los dedos
refilabas.
La mirada lejana,
muy lejana…
perdiéndose en el mar,
siendo romero.
¿Dónde está Arcila?
Tu amor se fue…
tras los amores nuevos.


PARA JOSÉ ANTONIO LABORDETA

La noche iluminada por notas musicales,
reflejos que abrillantan sonidos de tu voz.

Se han colgado corcheas que lucen las estrellas
con rayos que descienden e inundan de canción.

Y llorarán por tí las aguas de los ríos.
Recordarán las cumbres el eco de tu voz.
Los árboles anidan fermentos de tu aliento
y el Pueblo llano y noble solloza con tu adiós.


ALBERTO HERNÁNDEZ (pintor)

Sobriedad en el quehacer.
Firme postura que ha cuajado
en la fuerza de tus huesos.
Tus palabras albergan voz profunda
como las caudalosas aguas de tu Duero.

Mirada audaz, penetrante, profunda…
coloreando el blanco de los lienzos.

El alma queda ahí,
petrificada, quieta,
descubriendo tu pintura.
Espejo y luz de un corazón abierto.


“ODIO”

Odiar a un cuadro
o simplemente a un vaso,
a una estación de metro,
a unos zapatos nuevos…
Está claro que el odio
se ha de incrustar en algo.
A ese semáforo que siempre encuentras rojo,
al guardia de azul que te ha multado,
a ese niño pesado del vecino
que juega a la pelota en el terrado.
A ése familiar insulso y tonto
que en nada se parece
al amigo que buscas.
A ésa dependienta de la panadería
que en vez de despachar, parece que agoniza.
Está claro que el odio
se ha de incrustar en algo.

Lo malo es si el odio
se te hace insoportable.
Yo no sé hasta qué punto “odiar”
es bueno o malo.
Sólo sé que en el fondo
todos odiamos algo.


RABIA

¡Sangra!
para ver si de una vez
se limpia tanta inmundicia.
Sájate el divieso
de cuya materia enfebreces.
Lávate en el río del amor,
manantial yodado,
desinfectante único
de tus cobardías.


SUBURBIO

En la calle donde todo asoma,
donde el asfalto rechina y se enmohece,
donde el viento descubre las ventanas
y se adentra en los recintos
que babean de vino y de cubatas.
Están los suelos flácidos de sueños,
y las gentes enojadas de injusticias
con las sienes canosas de hermetismo.
Calle rota y deshecha,
encadenada calle a mi destino.
Penumbra, ciénaga, erosión del silencio
que bulle, que hierve a borbotones,
que destroza.


ATERIDA

Esas flores se han cubierto de escarcha
Oprimiendo su aliento.
Ateridas se han rendido,
han unido su frío con mi frío.


AYER (Juego poético)

Rabiosa ha estallado la distancia
queriéndose acercar
al fuego destilado,
buscando la techumbre del amor,
rociando de perfumes el asfalto.
Has llegado a tu siglo
bello manto de estrellas desgranado,
manteniendo en el crisol
de aquél recuerdo
el sabor de antaño.


FINITUD

El desequilibrio de la vida,
reto feroz que recoge la muerte.
Se acaba la soberbia,
el orgullo,
la malicia que hiere
como un dardo.
Nadie contó su viaje,
ni si ha pasado frío
en su frágil andamio.
Desintegrada quedó la carne,
deshecho el hueso,
desencajada y yerta la mirada.



Nota de la Redacción: agradecemos a Ediciones Carena en la persona de su director, José Membrive, la gentileza por permitir la publicación de estos poemas del libro de Milagros Martín Carreras, Descubriendo mi tiempo (Carena, 2010), en Ojos de Papel.