Kenzaburo Oé: <i>Renacimiento</i> (Seix Barral, 2009)

Kenzaburo Oé: Renacimiento (Seix Barral, 2009)

    TÍTULO
Renacimiento

    AUTOR
Kenzaburo Oé

    EDITORIAL
Seix Barral

    TRADUCCCION
Kayoto Takagi

    OTROS DATOS
Barcelona, 2009. 288 páginas. 19 €



Kenzaburo Oé

Kenzaburo Oé


Reseñas de libros/Ficción
Kenzaburo Oé: Renacimiento (Seix Barral, 2009)
Por Iván Alonso, jueves, 1 de abril de 2010
Kenzaburo Oé (Osé, Japón, 1935) se ha labrado su reputación literaria a base de retratar el Japón menos exportable, el que no figura en un hipotético canon de la imagen nipona, y que estaría encabezado por la gran megalópolis poblada de gente extravagante que tienen su mejor reflejo en el cómic manga y en los dibujos animados que Japón distribuye al resto del planeta. La imagen resultante es la de una sociedad acelerada y turbulenta, preocupada por una perfección inalcanzable y obsesionada con placeres que se niega a sí misma. En la gatera se deja el retrato de un Japón traumatizado por sus propios afanes, la denuncia de una sociedad envenenada por la potencia imperial que iba a ser y su presente realidad de país-portaaviones de Estados Unidos en el Pacífico, cuya descollante economía tecnológica se ve tambaleada cíclicamente por crisis sistémicas que hunden a la nación en severas crisis de identidad.
Oé no está interesado en nada de eso, sino en sus consecuencias. Ya en la lejana Arrancad las semillas, fusilad a los niños la guerra mundial era la excusa para retratar la crueldad innata de una sociedad militarizada para con sus propios hijos, a los que encerraban en un poblado infectado de un mal invisible. Si Una cuestión personal servía para sacar a la luz el trauma de unos individuos rechazados por la masa por su doble moral y su incapacidad de adaptarse a lo establecido, Renacimiento vuelve a insistir en los temas habituales de Oé: los creadores como cuerpos extraños en la naturaleza japonesa, la familia como fuente de sufrimiento por la presencia de un hijo enfermo que simboliza toda la inocencia perdida del país del sol naciente.

Hay que decirlo de entrada: leer a Oé no es fácil, su lectura requiere codos sobre la mesa, silencio y concentración, es decir, precisamente la forma de leer que ya no existe. Si alguien está pensando en que el escritor acompañe sus horas de viaje en el metro, sus tardes en la playa y sus noches de resaca, es mejor que desista, se encontrará un muro infranqueable. Oé crea una fortaleza semántica y de discurso en sus obras que requiere de un lector natural, de un cazador de dobles sentidos y de experiencias internas. Sobre la superficie aletea siempre la sombra de lo que nunca sucede, de lo que se calla y vive en el interior.

Nadie como Oé sabe hoy en día retratar un Japón lo más alejado posible del estereotipo y de las almibaradas fábulas de escribidores mediáticos como Haruki Murakami o Banana Yosimoto, escritores que han tratado de hacerse un hueco entre los devoradores de manga con desigual éxito

También es posible que Renacimiento no sea su novela más conseguida. La historia del director de cine Goro, que se suicida después de una ataque de la yakuza japonesa, y de su cuñado Kogito, escritor refugiado en Alemania que reconstruye los pasos que llevaron a la muerte de su familiar y amigo de la infancia, no alcanza en ningún momento la grandeza de discurso de anteriores trabajos suyos. Oé, hombre mayor que ha alcanzado unos venerables 75 años, parece empezar la larga despedida con una escritura cargada de melancolía y ajustes de cuestas con el pasado.

Demasiada realidad y referencias íntimas son las que asume el lector de Oé como para sentirse satisfecho. Es público que Goro y Kogito son trasuntos de su cuñado Juzo Itami y de él mismo, el primero de los cuales se quitó la vida conmocionando a una sociedad que siempre celó de la larga mano de la mafia japonesa detrás. Kenzaburo Oé, una vez más personalista como cuando relata las andanzas de su hijo con retraso intelectual, hace ir y venir a sus personajes, los sumerge en endiabladas reflexiones sobre la naturaleza de la muerte y la despedida y olvida la fluidez para aliviar todos y cada una de sus pesares.

Pero si bien es cierto que la novela no discurre con fluidez, también lo es que nadie como el escritor de Oé sabe hoy en día retratar un Japón lo más alejado posible del estereotipo y de las almibaradas fábulas de escribidores mediáticos como Haruki Murakami o Banana Yosimoto, escritores que han tratado de hacerse un hueco entre los devoradores de manga con desigual éxito. En Renacimiento hay una consistente denuncia de la ultraderecha en Japón y sus actividades, un análisis y quasi refutación del mitificado suicidio y un destripamiento doloroso de los valores clásicos familiares para desmontarlos uno a uno. Preciso será esperar a los otros dos volúmenes que cerrarán esta trilogía, ¡Adiós a mis libros! y El chico de la cara melancólica para cerrar el juicio sobre una novela que aún no ha sido terminada y que, como toda obra en marcha, necesita de posteriores partes para relucir en todo su esplendor.