viernes, 7 de marzo de 2008
Herbert von Karajan en su centenario: el director majestuoso, el ególatra
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Artes en Blog personal por Música
Karajan fue el director de orquesta de la segunda mitad del siglo XX por excelencia. Él encarnó el oficio, él era el director, él el mito y la leyenda al frente de su Filarmónica de Berlín

Juan Antonio González Fuentes

Juan Antonio González Fuentes

Uno de los entretenimientos preferidos y más frecuentados del género humano es el de levantar ídolos para más tarde derribarlos y luego volver a levantarlos..., así en una rueda con perfume de esencia inacabable. Herbert von Karajan (1908-1989), nacido y muerto en la ciudad austriaca en la que Mozart vino al mundo, Salzburgo, es un ejemplo del aserto tan magnífico como otro cualquiera. Entre 1960 y el año de su muerte, es decir, durante tres largas décadas del pasado siglo XX, Karajan fue el epítome casi perfecto del director de orquesta, es más, yo diría que él logró encarnar y cultivar con sobresaliente marketing un suntuoso número de tópicos al respecto: el pelo largo blanco hacia atrás, el gesto concentrado y enérgico, las manos elocuentes, la nerviosa batuta en ristre, el jersey oscuro de cuello de cisne, un halo entre glamuroso y espiritual envolviendo su figura revestida por aires y luces místicas...

Hace no muchos años, cuando uno iba deprisa en coche o hacía con él alguna maniobra arriesgada se le gritaba: ¡Fittipaldi! Si uno era habilidoso con un balón en los pies e intentaba regatas imposibles, los compañeros de campo inmediatamente le espetaban ¿quién te crees, Maradona? Y si cuando sonaba música orquestal en una habitación cualquiera, o en el ascensor de unos grandes almacenes, uno entornaba los ojos en además concentrado y agitaba los brazos siguiendo el sonido, inmediatamente oía decir a su alrededor ¡muy bien, Karajan!

Karajan fue el director de orquesta de la segunda mitad del siglo XX por excelencia. Él encarnó el oficio, él era el director, él el mito y la leyenda vitalicia al frente de “su orquesta”, la Filarmónica de Berlín. Cuando murió en 1989 se abrió por completo la veda, y comenzó una labor de derribo que se prolongó en el tiempo durante bastante tiempo. Entonces se publicaron toneladas de papeles subrayando el pasado nazi del músico, su narcisismo enfermizo, su egolatría desbocada, su amor al dinero, sus amantes y su vida de juerguista, el ejercicio de un poder tiránico en el mundo de la música clásica mundial en el que hacía y deshacía a su capricho, sus negativas a trabajar con determinados artistas, su despotismo, su ambición desmedida, su afán por abarcar un repertorio imposible, su brillante artificiosidad pulida en los estudios de grabación, su megalomanía insoportable, etc... Vamos, que le dieron más palos que a una estera, le hicieron trizas el frac, le hicieron comerse la batuta, le despeinaron la blanca cabellera y le propinaron patadas a mansalva en las viejas posaderas.

Herbert von Karajan

Herbert von Karajan

Sí, Karajan, como buena parte de los artistas jóvenes y ambiciosos de su generación en Alemania se dejó galantear por el nazismo y él galanteó sin reparos con los nazis. Sí, fue durante décadas el hombre más poderoso del sistema dentro de la llamada música clásica. Sí, fue un ególatra insufrible, un megalómano, un tipo enfermo de narcisismo: para darse cuenta sólo hay que visualizar algunas de las películas grabadas en estudio en las que él dirige las sinfonía de Beethoven; él es la estrella, sólo él, todo gira en torno a él. Sí, es cierto que dirigió y grabó un repertorio inconmensurable, desde la música del Barroco hasta la escrita por la Segunda Escuela de Viena en pleno siglo XX. Sí, es cierto que arruinó las carreras de algunos artistas jóvenes que no se quisieron dejar manipular por él o, al revés, que le hicieron caso en todo y los explotó hasta la ruina de sus facultades y talentos. Sí, muchas de las acusaciones parece que son ciertas, que están fundamentadas, que son consistentes, que vienen a desacreditar al ser humano y en buena medida al artista, egoísta y caprichoso.

Pero en el otro lado de la balanza están las grabaciones, los conciertos, la música que Karajan legó a la posteridad. Karajan, guste o no, es sencillamente uno de los grandes genios de la dirección orquestal del siglo XX, y atendiendo sólo a su legado fonográfico el más prolífico, el de repertorio más extenso, el de resultados más notables en páginas muy distintas entre sí, el más sobresaliente sumando el terreno sinfónico, el operístico y el de conciertos, quizá el más genial (para bien y para mal) en el sentido más vasto de la palabra.

Como director musical de óperas sólo él ha dejado grabaciones excepcionales en repertorios en principio tan dispares como el de los 5 principales compositores de la historia (Mozart, Verdi, Wagner, Puccini y Strauss), o en grandes monumentos del bel cantismo (Norma, Lucía...), la ópera francesa (Carmen, Pelléas et Mélisande), la opereta, o la ópera del siglo XX. En el terreno sinfónico y concertístico la carrera del director austriaco es, muy probablemente, también inigualable. Ahí están sus integrales (todas las sinfonías) o casi integrales de Brahms, Bruckner, Mahler, Beethoven, Schubert, Schumann, Chaikovski, Mendelssohn, Sibelius..., y su multitud de conciertos grabados con los solistas estrellas más sobresalientes.

Herbert von Karajan y la Filarmónica de Berlín interpretan la Séptima Sinfonía de Beethoven (vídeo colgado en YouTube por violistarevirtuoso)

Quien quiera acercarse al arte de Karajan en el terreno de la música orquestal tiene ahora una buena oportunidad, pues el sello discográfico EMI, en este año 2008 en el que se cumple los cine del nacimiento del director, acaba de lanzar a la calle la enésima recopilación de fragmentos dispersos de su “homérica” carrera discográfica. Se trata de 2 CDs editados bajo el título archimanido de “Karajan, The Legend”.

Todos los cortes (Bolero de Ravel, España de Chabrier, Arlesiana de Bizet, la obertura del Holandés errante de Wagner, el “Fauno” de Debussy...) provienen de grabaciones de los años 1970 con el músico al frente de la Filarmónica de Berlín. Qué va a encontrarse el recién llegado en estos dos discos del maestro salzburgués. Dejemos que hable un experto, el crítico Arturo Reverter:

“La dirección de Karajan, casi siempre hipnótica, es elocuente y vigorosa, con ese singular attacco al arco o esa impetuosa forma de emplear el martellato de la percusión. Las sutiles alteraciones y latidos de la música, su respiración y contrastes, eran manejados por el director con una habilidad ejemplar y con una especial sensibilidad para embellecer los timbres. Determinadas elongaciones, acentos de cierto enfatismo, suaves y lustrosas superficies hacían perder tensión, virulencia y agresividad a una interpretaciones que podían llegar a estar exentas de profunda expresividad. Pero sus edificios, habitualmente levantados con la ayuda de esplendorosas orquestas, tenían carne y vida, y con frecuencia, una majestuosa grandeza”. 

Yo, por mi parte, prefiero al Karajan director de ópera. ¿Recomendaciones? Sólo apuntaré referencias de los 5 grandes señalados más arriba. Su Don Carlo de Verdi con Carreras y Baltsa, y también de Verdi sus Falstaff, sus Trovadores (Corelli o Domingo), su Aida con Tebaldi y Bergonzi, o sus Otello (Mario del Mónaco o Vickers). De Puccini me quedó con su Bohéme (Pavarotti y Freni), su Tosca (Price y Di Stetano), su Turandot (Domingo y Ricciarelli) y su Madama Butterfly con la Callas. De Mozart es inexcusable subrayar el Cosi fan tutte (Elisabeth Schwarzkopf y Nan Merriman), o la Flauta Mágica con Dermota. De Wagner su Tetralogía en estudio y también su Tristán e Isolda. Y por último, de Strauss, su inconmensurable Caballero de la rosa con Schwarzkopf, o su Salomé con Hildegard Behrens.


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.