lunes, 7 de enero de 2008
Marruecos, según Von Sternberg, Marlene Dietrich y Gary Cooper
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Artes en Blog personal por Cine
Con la Dietrich, Josef von Sternberg creó una filmografía que ahora sale en dvd, compuesta por historias en las que la pasión es el eje conductor de atmósferas fascinantes

Juan Antonio González Fuentes

Juan Antonio González Fuentes

La primera vez que visité París me alojé en un hotelito de la calle Bergère, a dos pasos del famoso cabaret Folies. Por las mañanas recorría el boulevard de los Italianos en busca de un café decente, y lo encontraba en algún local no muy lejano del edificio en el que había vivido Jacques Offenbach, a unos pasos del Palacio Garnier, la casa de la ópera más suntuosa, barroca y quizá refitolera del mundo.

Una de aquellas tardes me perdí en la zona de pequeños cines y de tiendas relacionadas con el séptimo arte que se encuentra muy cercana a la Sorbona, en el corazón del Barrio Latino. Entré en una de las salas más minúsculas que he visto en mi vida, me senté en la butaca y me dispuse a pasar un rato curioso viendo una película en versión original inglesa subtitulada en francés; eso sin saber bien ni inglés ni francés. Poco podía imaginarme entonces que aquella sesión iba a ser una de las más fantásticas que pudiera haber imaginado.

La chica que estaba sentada en la butaca de mi izquierda desprendía el aroma de un perfume de esos que dan hambre, hambre de mujer. Las luces de la sala se apagaron y en la pantalla comenzó a proyectarse la película, una vieja película del Hollywood de los primeros tiempos del sonoro, 1930. ¿El título? Marruecos. ¿El director? Josef von Sternberg. ¿Los actores protagonistas? Gary Cooper y Marlene Dietrich. ¿El argumento? La aventurera y casi cínica cantante de cabaret Amy Jolly (la Dietrich), llega a Marruecos “huyendo” de su turbulento pasado en Europa, y en el nuevo ambiente conoce y se enamora del mercenario legionario Tom Brown (Cooper). A pesar de otros pretendientes, incluyendo al millonario pintor y hombre de mundo Kennington (Adolphe Menjou), Jolly decide marcharse con el legionario, pero éste, cuando se percata de que Kennington le va a dar una vida muchísimo mejor a la cantante, decide aceptar una peligrosa misión con su compañía de la que espera no salir con vida. Sin embargo, Brown no sucumbe, y poco antes de la boda de la cantante y el pintor, regresa a la pequeña ciudad decidido a despedirse para siempre de su amor. Sin embargo, Jolly no puede resistir la situación, y cuando ve a su amor perderse con sus compañeros por entre las dunas del desierto, se despide con delicadeza del que iba a ser su marido y sigue al legionario paso a paso por el desierto marroquí.

Josef von Sternberg: Marruecos (1930)

Josef von Sternberg: Marruecos (1930)

La película acaba de ser editada en dvd por la Universal, al igual que el resto de las fascinantes cintas que von Sternberg rodó con la Dietrich, y que son, sencillamente, un monumento a la mejor puesta en escena imaginable, al glamour refulgente y en estado puro, a la creación de atmósferas en las dimensiones de una sucesión de planos filmados.

Con la Dietrich, von Sternberg creó una filmografía compuesta por historias a menudo absurdas desde un punto de vista estrechamente lógico, en las que la pasión, la búsqueda y el desarraigo personales, configuran los cimientos de unas construcciones artísticas que sólo pueden calificarse como desmesuradas, oníricas y casi, casi surrealistas dentro de su devastador efecto apabullante, hipnótico.

Vuelvo a ver la película en una noche casera de navidades madrileñas en su nuevo formato digital. La revisión de la cinta, veinte años después, me provoca la misma sensación, y sólo puedo emitir el mismo veredicto: sublime en su desbordada fantasía kitsch. La historia, verdadero “antecedente espiritual y sentimental” de la fantástica Casablanca, ofrece momentos inolvidables de una visualidad potentísima y sugerente. Los travellings del señor Sternberg son majestuosos y efectivos que no efectistas, los planos de los divos son una lección permanente de glamour esencializado, y los personajes secundarios (el director de orquesta, el sargento legionario, el dueño del cabaret…) son antológicos, verdaderas novelas resumidas en tres o cuatro planos, en puestas en escena inmarchitables, en escasas palabras que funcionan con la contundencia de un terremoto.

Paciencia y mirada abierta, no resabiada. Si compramos el disco y nos sentamos ante la pantalla del televisor con la mirada joven y el tiempo necesario que conlleva la paciencia, disfrutaremos de una obra de arte en el más amplio sentido de la palabra, de una forma de hacer cine finiquitada hace décadas, que sin embargo marca a fuego la estética compleja de todo el siglo XX.     


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.