Quentin Tarantino: <i>Django desencadenado</i> (2012)

Quentin Tarantino: Django desencadenado (2012)

    GÉNERO
Cine

    TEMA
Crítica de la película Django desencadenado, del director Quentin Tarantino (por María Verchili)

    TÍTULO ORIGINAL
Django Unchained

    OTROS DATOS
Guion: Q. Tarantino. País: EEUU. Año: 2012. Duración: 165 minutos. Género: Western. Interpretación: Jamie Foxx (Django), Christoph Waltz (Dr. King Schultz), Leonardo DiCaprio (Calvin Candie), Kerry Washington (Brommhilda), Samuel L. Jackson (Stephen), Walton Goggins (Billy Crash), Dennis Christopher (Leonide Moguy), Don Johnson (Big Daddy). Producción: P. Savone, S. Sher y R. Hudlin. Fotografía: Robert Richardson. Montaje: Fred Raskin. Diseño de producción: J. M Riva. Vestuario: Sharen Davis



María Verchili es Licenciada en Derecho y Humanidades

María Verchili es Licenciada en Derecho y Humanidades


















Magazine/Cine y otras artes
Django desencadenado. Tarantino, el southern y el inicio de la abolición de la esclavitud
Por María Verchili, lunes, 3 de junio de 2013
Como siempre, la última película de Tarantino despierta en algunos unos irreprimibles deseos de visionarla, y en otros la consabida crítica a la sangre fácil y el frenesí popular. Yo me coloco de entrada, como premisa para los lectores de este comentario, en el primer grupo. Me gusta mucho el cine de Quentin Tarantino. Y desde esta postura me acerco a la película en relación con el universo del director. Porque, y sobre esta cuestión no creo que pueda caber demasiada discusión, Tarantino es poseedor de un universo cinematográfico propio, pese a lo muy manido del calificativo. Lo tiene. Así como un lenguaje narrativo formalmente muy definido y característico sobre el que volveré a lo largo de esta reseña.



Hace tiempo que Tarantino decía que tenía muchas ganas de probar con ese género tan genuinamente americano que es el western, aunque él se refiere a la película como un southern. Quizá porque el western que ha compuesto Tarantino sirve de vehículo de expresión a una temática fundamentalmente ajena al género. Tarantino reflexiona sobre la historia norteamericana, sobre uno de sus episodios más oscuros, cuyas consecuencias históricas llegan hasta la segunda mitad del siglo XX y la lucha por los derechos civiles de los negros. El sistema esclavista y su profunda implantación en el deep South norteamericano se pone en escena a la manera del director: un esclavo que ha ganado su libertad de manera inesperada, Django –Jamie Foxx- comienza un implacable plan de venganza con el fin último de liberar a su mujer. En el inicio del film, en sus primeras secuencias con los títulos de crédito, y Django caminando encadenado por un pedregoso desierto junto a otros tres compañeros de cautiverio, con el tema musical “Django” anunciando tristemente su  destino en alguna explotación texana, nada hace presagiar que apenas en el minuto cuatro de metraje ese destino quedará irreversiblemente modificado. Un cazarrecompensas de origen alemán, el Dr. Shulz – Christopher Waltz- que ejecuta una orden de busca y captura contra los hermanos Speck, sus captores, con un resuelto conocimiento de las leyes penales norteamericanas, va a reclutarlo en su persecución de tres asesinos condenados. Estamos en 1858, dos años antes del estallido de la Guerra civil americana, en algún lugar de Texas.

 

Tarantino, fiel a su estilo y a sus mitos cinematográficos, se inspira a nivel formal en el spaguetti wetern, ese subgénero que dio en los años setenta del siglo pasado películas ásperas, sucias, fronterizas e intensas de la mano de directores como Sergio Leone, y con actores muy duros como Clint Eastwood. También en el cine de Sam Peckinpah, otro de esos directores casi de culto, que firmó el magnífico western otoñal Grupo salvaje, alejado de los clásicos americanos del género firmados por directores como Howard Hawks o John Ford, aunque es sabido que una de las películas favoritas de Tarantino es Rio Bravo. Y por cierto que en el film  utiliza esas hermosas secuencias de sus protagonistas cabalgando entre las montañas al atardecer que recuerdan a los maestros.

 

No puedo pasar por alto ese característico humor “tarantinesco”, utilizado como vehículo de expresión y crítica, colocando a su protagonista, un esclavo negro, en el rol de justiciero, valeroso y vengativo, un asesino de blancos esclavistas del Sur, dueño de su destino. Así lo hizo también en su anterior película Malditos bastardos, en la que un  comando judío mata-nazis, asesinaba sin piedad al enemigo alemán, comandado por  el teniente Aldo  Raine, que tenía por costumbre arrancar las cabelleras de sus víctimas al estilo apache. Tarantino se mofa del tratamiento más generalizado en el cine de estos caracteres, y convierte a los siempre victimizados judíos o negros en implacables máquinas de matar. Y así nos presenta al Django ya liberado, y asociado con el Dr. Shulz: vestido con un llamativo traje azul, montado en su caballo, desafiando las normas reservadas a los de su color de piel.

 

Esa manera de contar, ese sello propio, característico de  Tarantino, en este caso en un género típicamente americano, muestra la ingente cantidad de cultura popular USA que el director atesora, y que ha ayudado a conformar la perspectiva que nos ha ido ofreciendo a lo largo de su filmografía de la sociedad americana de los últimos  veinticinco años. Ese estilo, de sombra muy alargada sobre gran parte del cine posterior, se puede rastrear en la aclamada  Pulp Fiction, en su iniciática Reservoir Dogs , o en Jackie Brown, donde realizó su particular homenaje a la subcultura negra de los años setenta, y recuperó a la estrella de la Blackplotation, Pam Grier. Ni que decir tiene que Tarantino elige para contar sus historias un estilo “destroyer”, casi siempre excesivo en la plasmación de la violencia, y que constituye el núcleo de las críticas que se hacen a su cine. Yo siempre lo he interpretado como un lenguaje narrativo al servicio de una suerte de crítica despiadada a casi todos los establishments de la gran nación en la que creció. Como el Bukowski, poeta desgarrado del americano pobre y solitario que sobrevive a su propia vida entre sexo compulsivo, drogas y alcohol. En este film la secuencia final de la venganza desaforada de Django, mientras se desata un frenesí de destrucción cargado de excesos que hace saltar por los aires la casa de la plantación Candyland, encierra también un curioso ejercicio de actualización cinematográfica de un escenario del ochocientos, con la canción de “Le llamaban Trinidad” de fondo.

 

En el plano interpretativo, las actuaciones me parecen notables con excepciones. Christopher  Waltz hace una gran interpretación de ese personaje renovador, ajeno a la densidad de las normas sociales del sur esclavista americano, europeo, con su propio código ético, que no cree en la esclavitud. Jamie Foxx, no termina de construir con solvencia al esclavo vengador protagonista, lo que probablemente lastra el desarrollo general de la trama. Leonardo Di Caprio borda en mi opinión a ese rico heredero esclavista, cuya gran afición es la lucha a muerte de mandingos, ilustrativo de la decrepitud sureña. Y finalmente el imprescindible de Tarantino Samuel L. Jackson hace una notable aportación al elenco de personajes, con ese esclavo privilegiado de una ambigüedad que en el tramo final de la película desconcierta y sorprende.

 

En definitiva, Django desencadenado no alcanza la brillantez del cine del Tarantino de los noventa,  pero es una película notable, que divierte y contiene la esencia de uno de los directores norteamericanos más interesantes de las últimas décadas.




Trálier subtitulado de la película Django desencadenado, del director Quentin Tarantino (vídeo colgado en YouTube por Cineytomas)