Blas Gallego (foto de Jesús Martínez)

Blas Gallego (foto de Jesús Martínez)

    AUTOR
Blas Gallego Iglesias

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Barcelona (España), 1963

    BREVE CURRICULUM
Licenciado en Filología Española por la Universitat de Barcelona. Esta es su primera novela




Opinión/Entrevista
Entrevista a Blas Gallego, autor de Donde anidan los sueños
Por Jesús Martínez, viernes, 4 de mayo de 2012
Un campo de amapolas

Un campo de amapolas en las mesetas de Teruel. Allí es donde anidan los sueños de Blas Gallego, escritor de teorías y de vivencias, barcelonés de Ciutat Vella y saboreador de helados de yogur con moras en su oficina de Farggi. Blas acaba de publicar Donde anidan los sueños, historia de reencuentros que se escapa de los finales previsibles. “A mí siempre me ha gustado la literatura, la facundia. Me gusta enrollarme. Era de los que escribían paja en los exámenes”, se presenta este hombre, de prosodia templada, de atrayente melancolía, de sedoso discurrir, como el sol que se adormece en el ocaso del día.

“Me gustaría que este libro lo tuviera Mary, a quien hace años que le perdí el rastro…”

Blas Gallego habla de Mary como de una nao de la época de los descubrimientos que hubiera varado en playa, igual que un cachalote de atractiva mirada. Mary es una estadounidense, pedagoga en el estado de Pensilvania, que en los años mozos de los panes se enamoró de Blas. “Ella hacía un posgrado de Filología Española, la carrera que yo cursé en la Universitat de Barcelona. Un día ella se me presentó. Yo no me lo esperaba. Me tocó en el hombro y yo me giré. La tenía a mi izquierda, lo recuerdo perfectamente. Me dijo que se había fijado en mí, y a partir de ahí estuvimos saliendo juntos durante al menos tres años. El último año académico yo hacía continuos viajes a Madrid para verla, porque se había matriculado en un curso en una universidad en la que tenía como profesores, entre otros, a José Hierro”, explica Blas, cuyo amor se fue alejando más y más, apremiado por la distancia y la irreversible frontera que imponen los itinerarios alternativos. “Estuve a punto de irme a vivir a Estados Unidos, si la hubiese seguido. No lo hice, no lo hice…”

El autor de Donde anidan los sueños (Ediciones Carena, 2012) se quedó en Barcelona, atrapado en sus sueños, enredado en sus palabras, con las que ha iniciado una expedición por el pasado de la España rural: “El pueblo de Ariño se levanta en la ladera de una colina…”, se lee al inicio del libro. “Siempre he tenido una relación de amor y odio con las palabras. De pequeño mi abuelo se reía de mí porque no sabía pronunciar bien la erre de perro. Creo que nunca la he pronunciado bien”, sostiene, y se acaramela con sus escritores favoritos, el legado de la biblioteca de su padre: “Mi padre era un enamorado de la letra impresa. No sabía nada de inglés, pero podía dejar de comer para comprar revistas en los mercadillos. Tenía toda la colección del Illustrated London News, y yo, de pequeño, en lugar de ir a jugar al fútbol como los otros chavales, me subía al descansillo, y me tiraba tardes enteras pasando las hojas con los dibujos”. Luego llegarían los roquedales de la versificación, para mayor gloria de Dios y de los poetas: Jaime Gil de Biedma, Luis Cernuda, Francisco Brines, Carlos Bousoño, Claudio Rodríguez… “A todos ellos les he leído hasta la saciedad”, infiere. “Y llegó un momento en el que me puse a escribir en serio, y en el que me decidí a publicar. Sí, le he de enviar un ejemplar a Mary.”

Cuando su Mary, una especie de remedo de La tesis de Nancy, del novelista Ramón J. Sender, se fue al Otro Mundo, que es el Nuevo Mundo, Blas Gallego se quedó roto, según sus propias palabras. Palabras. Palabras. Palabras.

“¿Sabes que, en griego, Blas significa hombre callado?”