Novalis: <i>Poemas tardíos</i> (Linteo, 2011)

Novalis: Poemas tardíos (Linteo, 2011)

    TÍTULO
Poemas tardíos

    AUTOR
Novalis

    EDITORIAL
Linteo

    EDICIÓN E INTRODUCCIÓN
Antonio Pau

    TRADUCCCION
Antonio Pau

    FICHA TÉCNICA
Colección Linteo Poesía nº 29. ISBN: 978-84-96067-68-4. 1ª ed. 188 páginas. 14 x 22. cm. PVP: 16 €



Novalis en 1799, retrato de Franz Gareis (fuente: wikipedia)

Novalis en 1799, retrato de Franz Gareis (fuente: wikipedia)


Reseñas de libros/Ficción
Novalis o el corazón extranjero: Poemas tardíos (Linteo, 2011)
Por Marta López Vilar, jueves, 1 de marzo de 2012
Mucho debe la poesía contemporánea a ese eterno extranjero que es Novalis. Pero no es algo fácil de explicar. Quizás porque para leer a Novalis debemos dejarnos ser, abandonarnos, en cierta medida.
Con él se comenzó a habitar el mundo de otro modo. Más allá de habitarlo poéticamente, de eco hölderliniano, el mundo con Novalis se habita siempre sin pertenecer a él. Mucho le debe la poesía a esa escuela alemana proveniente del idealismo fichteano y schellingniano que se trasciende a sí misma. También la nuestra, la española, a veces poco reconocedora de deudas. Ese negacionismo es el que ha llevado a no comprender a Bécquer de la manera merecida, por ejemplo. Novalis y él conocieron los himnos de la noche más profunda.

La editorial Linteo, a manos del traductor Antonio Pau, muy acertadamente ha publicado una parte eclipsada de la obra poética del poeta de Wiederstedt: sus Poemas tardíos. Confieso que me gusta el título. Lo tardío es aquello que parece llegar tarde, no sin cierta lentitud. De ese mismo origen procede la palabra catalana “tardor”: otoño en castellano, pero que proviene de esa misma tardatio, de la lentitud. Mucho del otoño hay en esta obra, mucho de esa “primavera del invierno”, que decían los antiguos.

Antonio Pau divide el libro en las secciones que nos irán conduciendo por el corpus de esas últimas palabras de Novalis: “Poemas de Freiberg”, “Poemas del regreso” y “Poemas de la novela Heinrich von Ofterdingen”. Y con esa lentitud otoñal a la que hacía referencia al comienzo de estas palabras se inicia el camino de regreso del extranjero. No le pongamos nombre al extraño. Lo marcaremos en cursiva para exiliarlo, también, del mar de letras uniformes. Una cosa persiguió Novalis en su corta vida: regresar al alma como a una patria antigua. Por ese mismo regreso al origen, Carles Riba inició el suyo con sus hermosas Elegías de Bierville. Quien haya sido extranjero de sí mismo sabrá de lo que hablan estos versos. Pero no me refiero a una falta de reconocimiento del mundo, sino a la tristeza ontológica de haber sido lanzado a él y tener que reparar el alma de un daño original. Vivir, para el hombre, consiste en vagar y ser preso de una continua nostalgia devastadora e invisible (1). Escribe Novalis en su poema “El extranjero”:

Cansado estás y frío, oh extranjero, y no pareces
adaptado a este cielo. Vientos más calientes
soplan que en tu patria, y más libre
en otro tiempo se alzaba el pecho joven
.

El extranjero se ha presentado en una tierra que no conoce, pero añora otra tierra: aquella de la que fue arrebatado, la vida que pertenecía a lo sagrado. La trascendencia cristiana de Novalis es continua y todo gira a su alrededor. “Se ha hundido / aquella tierra celestial”, como se hundió, sin embargo, para Parménides. Lo que está arriba es lo que está abajo. Esa indefinición hace más dolorosa la búsqueda de ese centro perdido, que es, al fin y al cabo, su patria. Para saber quién es, Novalis inicia la búsqueda del conocimiento délfico del “Conócete a ti mismo”. Buscarse a sí mismo es algo que el hombre siempre ha hecho “en las cimas y las simas del mundo”. Y la búsqueda no es algo sencillo. Buscar aquello que constantemente huye es una tarea dolorosa. El poeta, pues, se elude a sí mismo, pasea por sus propios contornos, evoca sus huellas, presencia su visión fantasmal.

Pero este camino arduo en el que siempre se es extranjero –como Odiseo- carece de sentido si no existiera un motor invisible que sustente el paso y haga el camino. En este caso es el amor quien estructura el mundo para hacerlo transitable. En este punto tiene una importancia trascendental la muerte de su joven enamorada Sofía von Kühn. El hecho de vivir su desaparición produce en Novalis una necesidad de reconstrucción del mundo que ha quedado devastado. El poeta alemán representa un amor místico –todo en él procede de ese secreto- que se supera a sí mismo, más allá de la imagen del ser amado. Más allá de Sofía. Más allá de él mismo:

Por el amor consigo
comprender el mundo,
por él me encuentro a mí mismo y me torno en amante.


Comprender: he aquí el verbo continuo de Novalis. Comprender, pero por otro lugar que no es la mente, desde su idealismo trascendental. Comprender por el alma, esa parte de sí mismo que pertenece a lo sagrado. Y no olvidemos que Novalis re-crea una nueva manera de percepción del mundo. Escribió en sus Gérmenes o fragmentos:

Nuestro pensar fue hasta el día meramente mecánico, discursivo, atomístico o intuitivo tan sólo, dinámico. Acaso ha llegado ahora la época de la unión. Pensar es un movimiento muscular. No sólo la facultad de reflexión funda la teoría. Pensar, sentir y contemplar hacen una sola cosa (2).

Es su manera de plantear el pensamiento poético, sabiendo que el hombre –el poeta, más concretamente- es un ente indiferenciado que participa de ese absoluto tan ansiado. Pero no deja de provocar cierta melancolía que esa participación de lo sagrado no sea un completo encuentro. Es como si el hombre apenas pudiera encontrarse a sí mismo a través de un reflejo. Y es que la verdadera realidad del hombre está oculta, siempre, como muy bien expuso María Zambrano en El hombre y lo divino. El hombre contiene en ese espejo el mundo, sabiendo que todo eso que ve es en sí el mundo. Cruzar el espejo no puede hacerse sin trascenderse. El reflejo es una interpretación del mundo. Ese es el exilio terrible. Quien lo presencia es un extraño de sí mismo. Escribe Novalis en uso de sus dísticos:

Uno al fin lo logró. Alzó el velo de la diosa de Saïs. ¿Y qué vio? Vio –maravilla de las maravillas-. Se vio a sí mismo.

Pero ese espejo también esconde cierta evocación dionisíaca. Con un espejo se consumó el engaño de los Titanes a Dionisos y no son pocas las referencias que encontramos en Novalis del ebrio dios:

Hacia dónde me llevas,
plenitud del corazón,
dios de la ebriedad,
qué bosques, qué abismos
atravieso con extraño coraje.
[…]
Como la ardiente sonámbula,
la joven Bacante
en el Hebro se asombra
ante la nieve tracia
y la tierra salvaje de Rodope,
así me resultan extraños y ajenos
las aguas de los ríos,
el bosque solitario.


La Naturaleza divinizada –motivo tan unido al idealismo trascendental de Schelling- en la que la voz poética se pierde no deja de reclamar algo claro: su pertenencia a ella. De este modo, el hombre se diviniza y capta lo real para acercarse a esa “raíz oscura” zambraniana que es lo sagrado. De ahí nacen los dioses, que es su Dios cristiano, en Novalis. Y de esta misma forma pasa el poeta alemán del mito a su logos poético.

Hemos llegado a un punto en el que se nos ha presentado la poesía. A ella buscó incesantemente en forma de flor azul en su novela Heinrich von Ofterdingen. Y buscar la poesía es buscar a la amada, a la Naturaleza, el origen. El poema posee una “pálida apariencia”. En realidad, es de la poesía que hemos estado hablando hasta ahora. Es decir, Novalis se busca, cuando en realidad está buscando la propia poesía que posee esa capacidad de re-originar. Se busca la poesía, pero es algo inaprensible, una presencia fantasmal. Los fantasmas poseen la forma del cuerpo del que son imagen aérea. Los fantasmas son recuerdo de algo que ya no está. Y la poesía siempre se presenta llena de velos que la cubren, como en el poema de Juan Ramón Jiménez. Despojarse de esos velos conlleva un alto precio: su fuga, la evanescencia de ese fantasma:

Velos como nubes descendían
de su frente luminosa hasta los pies.
Caímos de rodillas para saludarla,
rompimos a llorar, y ya no estaba.


La poesía es, pues, una apoteosis en su sentido más etimológico. Es la revelación del dios que yace oculto tras ella. Y en todas partes puede haber una huella de esa poesía. El propio mundo no se encuentra lejos de esas letras que configuran el poema. O incluso al revés: a través de las letras se teje lentamente –tardíamente- el cosmos, como hacía Perséfone. Y esto lo heredó años más tarde Mallarmé. Por eso dije que mucho le debe la poesía a Novalis. A través de esa creación se concibe el mundo, se re-crea. Pero el poeta que teje a golpe de escritura, a la vez está cifrando. Y es en ese juego de ocultación –de blancos para Mallarmé- donde comienza la huida de la poesía y la del propio poeta. El poeta cifra para intentar descifrar y reintegrarse en un mundo puro que de nuevo nace:

Cuando cifras y figuras dejen de ser
las claves de toda criatura,
cuando aquellos que al cantar o besarse
sepan más que los sabios más profundos,
cuando vuelva al mundo la libertad de nuevo,
vuelva el mundo a ser mundo otra vez,
cuando al fin las luces y las sombras se fundan
y juntas se conviertan en claridad perfecta,
cuando en versos y en cuentos
estén los verdaderos relatos de mundo,
entonces una sola palabra secreta
desterrará las discordancias de la tierra entera.


Concluyo, pues, con este poema, quizás para volver al origen. Acaba de marcharse la palabra secreta, de nuevo.

Marta López Vilar, Madrid, 29 de febrero de 2012


NOTAS:
(1) El mismo Antonio Pau titula a uno de sus libros: Novalis: la nostalgia de lo invisible, Madrid, Trotta, 2010.
(2) Novalis, Gérmenes o Fragmentos, Sevilla, Renacimiento, 2006, página. 38.