Lucía Méndez: Duelo de titanes (Espasa, 2008)

Lucía Méndez: Duelo de titanes (Espasa, 2008)

    TÍTULO
Duelo de titanes

    AUTOR
Lucía Méndez

    EDITORIAL
Espasa

    GÉNERO
Crónica política

    OTROS DATOS
Madrid, 2008. 250 páginas. 20 €



Lucía Méndez

Lucía Méndez


Reseñas de libros/No ficción
Lucía Méndez: Duelo de titanes (Espasa, 2008)
Por Justo Serna, domingo, 2 de marzo de 2008
“Todas las emociones contenidas en este libro –ambiciones, sentimientos, amor, odio, éxito, fracaso, rabia, tragedia y comedia— estallaron de golpe el 15 de enero de 2007”, confiesa Lucía Méndez cometiendo un error perdonable. Reparen en esa fecha: el desliz lo causan las prisas. Se acaba de producir la escena final y la autora, periodista de El Mundo, debe aprovechar el interés que el prolongado choque ha despertado. Confecciona así una obra en la que todo deberá estar dicho, en la que todo deberá estar ordenadamente expuesto, en la que todo deberá presentarse con golpes de efecto muy teatrales: Duelo de titanes, un volumen dedicado a Alberto Ruiz-Gallardón y a Esperanza Aguirre.

Es un drama que enfrenta a dos postulantes con humana codicia, a un hombre y una mujer que se saben destinados a algo más eximio que la política municipal y espesa... Es el suyo un juego de suma cero, pero es también un lance antiguo en el que los combatientes van de farol, amagan, hacen fintas. El hecho de que sean una dama y un caballero aumenta el interés. En el fondo, encarnan papeles igualmente antiguos, roles predecibles. Por un lado, tenemos a la mujer resuelta, decidida y lenguaraz, poseedora de esa campechana vulgaridad de que hacen gala los grandes linajes: la señora que se aúpa sibilina, estratégicamente, dando sus hachazos en el momento exacto. Por otro, tenemos al varón igualmente codicioso que sabe conquistar con dotes de galán antiguo, una suerte de Don Juan entre tímido y audaz: el hombre culto que se ve exquisito, que se cree destinado a mayores, que sueña con reemplazar y superar las ambiciones del padre. Ambos desean lo mismo, pero no hay reparto del reino: sólo uno de ellos podrá aspirar al trono.

En Duelo de titanes, Lucía Méndez nos relata la historia de dos ambiciones. Pese a lo que pueda pensarse, no hay enigma que en sus páginas se desvele; no hay revelaciones a las que ahora asistamos con asombro; no hay fuentes inéditas que hoy se destapen. El volumen pone en orden --que no es poco-- un caso de enfrentamiento político que hemos seguido con interés morboso, folletinesco. El título es una concesión al tópico, sin duda. La fotografía de la cubierta, en la que vemos a Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón muy apretaditos, es un azar que alguna inauguración o algún encuentro institucional han forzado. En todo caso, cumple su función: reclamar nuestra atención. Una faja inferior de dicha cubierta acentúa el sentido folletinesco, melodramático, con unas palabras muy noveleras. Las reproduzco.

La periodista reconoce la emoción que le ponen los actores a los papeles que desempeñan, dramatizando bien su enfrentamiento. El choque es real, pero cobra dimensiones de cuento. Tal vez por eso, por ser real, la autora no cree que salgan bien parados de este cuento: piensa finalmente que quizá no haya triunfador neto en este duelo

"Las claves secretas", leo. "Ella creció a su sombra, él la despreciaba...", sentencia la leyenda de dicha faja. En realidad, no hay claves secretas, sino evidencias públicas o pruebas manifiestas que estaban a la vista de todos. Pero el folletín tiene sus reglas. Caballeros que se descubren y se comportan como héroes, cuando su vida no estaba destinada a ello; príncipes azules que aún creen en la bondad de los sentimientos, en la limpieza de sus emociones; traidores que actúan con doblez y que agrandan los desastres del reino; villanos que obran el mal para adueñarse del mundo, con codicia irrefrenable, con malas artes; princesas bellísimas y algo atolondradas o inocentes que fueron secuestradas... y que finalmente habrán de ser restituidas a sus padres, los monarcas; brujas o hermanastras o madrastras que envidian la delicadeza de esas damas, responsables del rapto o del estupro, y que recibirán su merecido. Esas claves de lectura no son códigos antiguos que hayamos abandonado. Antes al contrario, lo folletinesco perdura en la vida pública y privada de hoy. Por eso, me pregunto qué papeles cumplen Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón en el volumen de Lucía Méndez.

La periodista reconoce la emoción que le ponen los actores a los papeles que desempeñan, dramatizando bien su enfrentamiento. El choque es real, pero cobra dimensiones de cuento. Tal vez por eso, por ser real, la autora no cree que salgan bien parados de este cuento: piensa finalmente que quizá no haya triunfador neto en este duelo. Por una parte, las simpatías de la periodista se inclinan por Ruiz-Gallardón, reconociendo a la vez que el caballero ha manifestado sus ambiciones algo torpe, algo desastrosamente. ¿Cuál es su futuro? De momento sobrellevar melancólicamente la pérdida de un tesoro que nunca tuvo. Aunque, quién sabe, quizá algún día acabe por reponerse presentándose de nuevo como el príncipe azul que antaño fue confundido por la madrastra. Por otra parte, la autora admira a Aguirre, tan exacta en sus golpes, tan despiadada, con esa sonrisa entre rotunda y sarcástica que luce para escarnio de sus víctimas. Aunque, quién sabe, quizá algún día sus damnificados le hagan pagar amargamente los éxitos de hoy, el botín o el despojo...

Desde luego, presentados así, sus personajes son de cuento, y sus episodios son lances de fábula. Examinemos las entretelas, la confección, los trucos menores que emplea Lucía Méndez. No hay que estudiar sólo los contenidos o la cubierta. Hay que demorarse en detalles aparentemente secundarios que mucho pueden decir de la obra. Por ejemplo, el prólogo de Duelo de titanes tiene un pie que reza lo siguiente: Madrid, diciembre de 2007. En cambio, en el epílogo del libro podemos leer: Madrid, enero 2008. Aquel prefacio está escrito y datado cuando el choque final entre Aguirre y Ruiz-Gallardón aún no se ha producido; el último capítulo está fechado cuando el alcalde de Madrid ya ha sido excluido de las listas electorales que el Partido Popular presenta al Congreso de los Diputados. El libro estaba básicamente confeccionado antes de que se precipitara el desenlace, cuando nada se sabía de lo que podía ocurrir.

La obra convierte  en materia de folletín lo que es una vulgar o repetida historia de ambiciones: el rey que ve peligrar su corona y sus dominios por la codicia de los herederos... impide que lo destronen

¿Qué ha hecho la autora? Retocarlo para introducir brevemente esa escena final, la de la exclusión de Ruiz-Gallardón,  como una consumación ya sabida. Ese momento lo retoma en las últimas páginas: es un acto dramático y, con dicha escena, la autora da una salida bien distinta a lo que había sido el tono del relato. A la postre, es Mariano Rajoy el gran personaje que Méndez quiere retratar, aquel que con inteligencia y fino olfato habría sabido salir airoso del choque de personalidades. Ese capítulo lo titula "La catarsis". Se nota el postizo, el añadido, la extensión de la periodista. Rajoy, que ha estado muy desdibujado a lo largo del volumen, como un rey triste y distante, resulta vencedor en esas luchas intestinas. Desde luego, es una posibilidad, pero está por ver: está por ver que las cosas puedan explicarse finalmente así. ¿Cuándo acaba este drama? La autora sabe que no puede poner el punto final.

La obra convierte  en materia de folletín lo que es una vulgar o repetida historia de ambiciones: el rey que ve peligrar su corona y sus dominios por la codicia de los herederos... impide que lo destronen. En los cuentos, los héroes finalmente triunfan; los villanos caen derrotados; los traidores reciben su merecido; y el pueblo asiste complacido a la felicidad de sus superiores. ¿Es Mariano Rajoy el héroe? ¿Durará su reinado o, por el contrario, habrá algún tapado dispuesto a sucederle? No sé, quizá con Mariano Rajoy asistamos otra vez, en clave de farsa, a la historia archisabida del rey Lear. Entonces, cabría preguntarse quiénes son Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre. ¿Quiénes son aquí Cordelia, Goneril o Regan? Como dice Edgar en El rey Lear: "Los hombres han de tener paciencia para salir de este mundo, tanto como para entrar: todo es estar maduros".

¿Salir de este mundo? La posición de Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de la Villa y Corte, resulta incómoda desde ese 15 de enero. Al no haber sido escogido para figurar en la lista electoral del Partido Popular por Madrid, su futuro quedaba de pronto desdibujado. Tanto era así que, tras la reunión en que se le comunicó que no iba a concurrir como candidato al Congreso, éste amenazó con abandonar la vida política. Luego, más sosegadamente, acabó corrigiéndose para decir que sólo tras el 9 de marzo consideraría abierta y públicamente qué hacer de su cargo institucional. Los observadores políticos se apresuraron a señalar que no habría dimisión antes de las elecciones, fundamentalmente para no dañar las expectativas de Mariano Rajoy. Yo creo, sin embargo, que sin ser incierta esa razón hay otro elemento a considerar. Mantenerse en el cargo hasta el 9 de marzo, con ese vaivén emocional que suele expresar en público, con ese silencio doloroso que exhibe, con esa resignación callada que manifiesta, le da distintas opciones.

Una derrota de Mariano Rajoy le permite a Ruiz-Gallardón presentarse como el candidato que no fue, como el activo que el Partido Popular derrochó a sabiendas. Un éxito del PP le permite presentarse como el militante obediente que fue, alguien a quien correspondería un pago o contraprestación a cambio de su doliente fidelidad. Es decir, su silencio siempre tiene premio... Qué historia la de Ruiz Gallardón. Es un drama, pero es también una comedia de enredo y es un juego de suma cero. Pero es sobre todo un folletín que puede narrarse como un cuento o que puede dramatizarse como un desamor. Lucía Méndez ha escrito una obra entretenidísima que, más allá del contexto o de la circunstancia, podremos seguir leyendo después del 9 de marzo. Entonces cobrará su auténtico valor.