Maradona con la Copa de los Mundiales de Fútbol

Maradona con la Copa de los Mundiales de Fútbol



Carlos Malamud es profesor Titular de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Carlos Malamud es profesor Titular de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Néstor Kirchner

Néstor Kirchner

Carlos Saul Menem

Carlos Saul Menem

Juan Domingo Perón

Juan Domingo Perón


Análisis/Política y sociedad latinoamericana
Estampas argentinas (III): Maradona y Argentina, vidas paralelas
Por Carlos Malamud, martes, 1 de mayo de 2007
Hubo una época en la que Argentina era una de las grandes potencias económicas del mundo. Su renta per capita era mayor que la española y el futuro parecía totalmente abierto para un país que tenía una gran dotación de capital humano y que en virtud de las condiciones de trabajo y salariales existentes supo atraer a sus campos y ciudades a cientos de miles de inmigrantes. Esto fue así hasta que las drogas del proteccionismo y del populismo se cebaron en su tejido económico y social y terminaron necrosando el conjunto de las instituciones políticas. Hoy Argentina sigue mirando hacia atrás, en la búsqueda de un pasado que se torció, de forma paralela al del otrora gran mito del fútbol mundial, que hoy intenta escapar de otras drogas, como la coca y el alcohol.
La Argentina del Centenario (en 1910 se cumplieron 100 años de la independencia de España) era un país abierto al mundo. La mayor parte de quienes entonces visitaron Buenos Aires u otras ciudades del interior, como Georges Clemenceau, Ruben Darío, Enrico Ferri, Edmundo D´Amicis, Jean Jaurès o Vicente Blasco Ibáñez quedaron maravillados por la realidad circundante y por la enorme pujanza de una sociedad que gracias a la exportación de carne y cereales había logrado diversificar su economía e iniciado el camino a la industrialización. Y así lo plasmaron en buena parte de los escritos producidos tras su periplo.

Esta senda hacia la modernidad, que había convertido a Argentina en uno de los países más importante de toda América Latina (y con mejores datos en prácticamente todas las estadísticas económicas y sociales), se truncó después de la Primera Guerra Mundial. Pese a ello, los argentinos pudieron seguir viviendo de rentas durante largas décadas, como pondría de manifiesto la gestión gubernamental de Juan Domingo Perón. Los males del momento, y el deseo de seguir viviendo una realidad que ya no era la esplendorosa del pasado, desembocaron en el consumo de las drogas del proteccionismo y la autarquía. Es verdad que por aquellos años la gran mayoría del conjunto de las naciones tuvo una reacción semejante, pero sus efectos sobre el país de los argentinos fueron catastróficos.
Gracias a su juego, a sus goles (incluido el de la mano de Dios y a sus triunfos Maradona se convirtió rápidamente en una referencia para la sociedad argentina y el espejo en el que querían mirarse buena parte de los niños del país

Años más tarde, concluida la Segunda Guerra Mundial, Argentina cayó rendida ante una nueva droga de diseño. En esta oportunidad se trataba del populismo, caracterizada con su rostro de mediados del siglo XX, el peronismo. Esta vez la mayor parte de la sociedad argentina cayó rendida ante sus encantos y nuevamente la aventura de vivir por encima de las posibilidades, consumiendo las reservas que hubieran sido útiles para empresas más rentables, postraron a buena parte del país en un sueño del que tardarían mucho tiempo en despertar.

Siguiendo a Plutarco podríamos trazar algunos rasgos paralelos entre la vida trepidante de Diego Armando Maradona y el discurrir más o menos zigzagueante de Argentina. En la época de mayor esplendor de este gran futbolista fueron muchos los cronistas deportivos que cantaron las hazañas de su ídolo. Éste se convirtió en la gran referencia mundial y permanentemente surgía la pregunta de quién, Maradona o Pelé, había sido el mejor jugador de toda la historia del fútbol mundial. Gracias a su juego, a sus goles (incluido el de la mano de Dios y a sus triunfos Maradona se convirtió rápidamente en una referencia para la sociedad argentina y el espejo en el que querían mirarse buena parte de los niños del país. Su rápida escalada a la fama, con escalas en España (Barcelona) e Italia (Napoli) lo sumió en un vértigo pavoroso, donde el séquito que lo rodeaba sólo atinaba a decir que sí y a agachar la cabeza ante la evidencia palmaria de que se había convertido en un drogadicto, no sea cosa de perder buena parte de las prebendas que podían tocar por moverse en el círculo de Dios.
La vida de Maradona transcurre paralela a los últimos 30 años de la Argentina moderna

Lo interesante de esta historia es la curiosa relación establecida entre Maradona y los argentinos. Por ser quien era y codearse con quien se codeaba todo lo era perdonado. Una y otra vez recayó en la droga y una y otra vez su redención era recibida con enorme alegría por sus seguidores que veían encantados como su ídolo renacía de sus cenizas. De este modo, y pese a sus antecedentes, fue convocado nuevamente a vestir la camiseta de la selección argentina de fútbol. Esa, la blanquiceleste, y la azul y oro de Boca Juniors, han sido dos de sus grandes y mayores pasiones.

La vida de Maradona transcurre paralela a los últimos 30 años de la Argentina moderna. Es interesante en todo este período ver cuál era su relación con el poder y los gobernantes, especialmente con la Junta Militar en 1978, cuando Argentina organizó el Campeonato Mundial de Fútbol, y con dos de los últimos presidentes peronistas, Carlos Menem y Néstor Kirchner. Uno y otro tuvieron un amplio respaldo popular y ambos protagonizaron períodos de un importante crecimiento económico, lo que llevó a que fueran jaleados y reconocidos por un amplio número de argentinos. Desde su llegada al poder Kirchner ha iniciado una cruzada contra los años 90 (los de Menem), que se convirtieron en la mejor prueba de todo aquello que debe ser denostado, como el neoliberalismo, causante de todos los males que aquejan al país. Sin embargo, se olvida Kirchner que los mismos que lo votaron y que ahora lo respaldan son los mismos que votaron y respaldaron a Menem y los mismos que una y otra vez estaban dispuestos a dar la vida por Perón.
Argentina y la sociedad argentina siempre han apostado por los ganadores. Siempre les ha encantado ganar y cuando no podían, tras ser despojados de su merecido triunfo por algún complot o por intereses espurios, se convertían en los “campeones morales” de cualquier cosa

Según esta cruzada, Menem es considerado hoy lo peor que lo pudo pasar al país y hasta Maradona ha apostado por Kirchner, olvidándose de sus viejos amigos. Lo buscó en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, cuando junto a Hugo Chávez y arropado por el recuerdo cercano de Fidel Castro se lanzó con armas y bagajes contra Georges W. Bush. Pero este mismo Maradona, el amigo de Fidel Castro y el que luce orgulloso la imagen del Che Guevara tatuada en su cuerpo, era un visitante privilegiado con Menem, el que se había decantado por tener relaciones carnales con los Estados Unidos.

Argentina y la sociedad argentina siempre han apostado por los ganadores. Siempre les ha encantado ganar y cuando no podían, tras ser despojados de su merecido triunfo por algún complot o por intereses espurios, se convertían en los “campeones morales” de cualquier cosa. Desde hace tiempo la cultura del esfuerzo, que no la del sufrimiento, ha dejado de formar parte del conjunto de las ideas (lo que hoy pomposamente se llama el imaginario colectivo) de la mayor parte de los argentinos. Por eso Maradona era siempre perdonado y siempre volvía, como el hijo pródigo. Pero esta vez parece que ha rebasado demasiados límites (a su adicción antigua por la coca se une una ingesta de alcohol que ha puesto en grave peligro su propia vida) y su periplo por los hospitales porteños y su tormentosa relación con los médicos y otros responsables de salvaguardar su vida ha sido seguida con menos atención que en otras ocasiones. Sería deseable que esto fuera una muestra de madurez de la sociedad argentina, pero mucho me temo que se trate sólo de hacer astillas del ídolo caído para poder seguir buscando, expectantes, la aparición de un nuevo mesías.