John Colville: "A la sombra de Churchill. Diarios de Downing Street 1939-1955" (Galaxia Gutenberg, 2007)

John Colville: "A la sombra de Churchill. Diarios de Downing Street 1939-1955" (Galaxia Gutenberg, 2007)

    AUTOR
John Colville

    GÉNERO
Diarios

    TÍTULO
A la sombra de Churchill. Diarios de Downing Street 1939-1955

    OTROS DATOS
Traducción de Joan Josep Valbé Fernández. Barcelona, 2007. 971 páginas. 45 €

    EDITORIAL
Galaxia Gutenberg/Cículo de Lectores




Reseñas de libros/No ficción
John Colville: "A la sombra de Churchill. Diarios de Downing Street 1939-1955" (Galaxia Gutenberg, 2007)
Por Rogelio López Blanco, domingo, 1 de abril de 2007
La mayor parte de los hechos centrales de la Segunda Guerra Mundial y de la etapa de posguerra, hasta la crisis de Suez (1956), son sobradamente conocidos por lo que la relevancia del diario personal de John Colville, uno de principales secretarios personales del primer ministro británico, Winston S. Churchill, radica en mostrar la atmósfera del tiempo crítico que vivió en compañía del ilustre político, los movimientos que se sucedían entre bastidores en los ámbitos interior y exterior (“nos limitamos a ser meros espectadores de acontecimientos de importancia mundial”) y cómo aquéllos eran percibidos, unas veces de forma acertada y otras desenfocada, mientras se iban sucediendo.
Resultado de la esmerada educación de Harrow y Trinity College (Cambridge), de las relaciones con los más altos estratos sociales y políticos de la sociedad británica que le facilitaban sus orígenes familiares y del buen manejo de idiomas, tras pasar las pruebas pertinentes, con sólo 22 años John Colville ingresó en el Departamento de Oriente del Foreing Office en 1937, época en que la agresiva política de Hitler estaba removiendo los cimientos de la Europa de entreguerras. La estrategia de apaciguamiento de Neville Chamberlain, acompañada por el miope pacifismo de la izquierda británica que seducía el sentimentalismo filantrópico de la sociedad inglesa, había alcanzado su culminación con el acuerdo de Munich en septiembre de 1938, con lo que el líder conservador ya pudo decir con alivio que se abría una época de paz, aunque, poco después, en de marzo de 1939, Hitler, violando sus promesas, ocupó Praga y Danzig. Más tarde, en agosto, se llegó al pacto de no agresión entre Alemania y la URSS y de inmediato la amenaza se cernió sobre Polonia.

El 3 de septiembre de 1939, con la invasión de este país, se declaró la guerra a Alemania. John Colville comienza las anotaciones a partir del día 10. Poco antes, el 6 de octubre se incorporaba al número 10 de Downing Street como uno de los secretarios privados del premier Chamberlain. En la reorganización gubernamental Churchill entró como lord del Almirantazgo: era con mucho la personalidad “más fuerte y viva” del gabinete. Así pues, las primeras entradas del diario pertenecen a la época de espera de la ofensiva de los alemanes en el frente occidental, una vez caída Polonia ante la aplastante tenaza germano-rusa. La principales preocupaciones que Colville recoge se refieren al exceso de concentración en la política interna, a costa de perder la referencia sobre la amenaza que pendía, el descontento social, la absoluta falta de conciencia de las privaciones que estaban por llegar y la apatía, baja moral que cambiaría radicalmente tras Dunkerque y los bombardeos de Londres y otras ciudades.
La parte más interesante de los diarios es la primera, que abarca casi la mitad del volumen, y que va de octubre de 1939 a octubre de 1941. Aquí se concentra casi toda la acción sobre Gran Bretaña, tras el inesperado y vergonzoso derrumbamiento de Francia en mayo de 1940

Pero la historia no estaba escrita y entretanto los líderes aliados barajaban la posibilidad de que los alemanes presentaran tentadoras ofertas de paz o que Hitler limpiara su imagen embistiendo a Rusia y jugando ante los occidentales la baza del terror la bolchevismo. También se planteaban atacar a la URSS tras el pacto con Hitler y su ofensiva sobre Finlandia. De pensar que iba a tener lugar bombardeos constantes nada más iniciarse la conflagración, se pasó a una larga etapa de cuenta atrás en la que los focos se pusieron en el control del mar, el rearme, los vaivenes italianos, las operaciones en Escandinavia y el escenario en Oriente Próximo. Colville siempre defiende, pese a las obvias dificultades, la posición de Chamberlain, aunque le considera un ingenuo, y es moderadamente crítico con lo que aguarda al país bajo el liderazgo de Churchill por su “historial de imprevisibilidad e inestabilidad”. Finalmente, tras el fracaso en Noruega, éste accede al cargo de primer ministro el 10 de mayo de 1940 y Colville continúa en su cargo, convirtiéndose en hombre de máxima confianza, siendo tratado, al igual que el resto de sus secretarios privados, como uno más de la familia del primer ministro.

La parte más interesante de los diarios es la primera, que abarca casi la mitad del volumen, y que va de octubre de 1939 a octubre de 1941. Aquí se concentra casi toda la acción sobre Gran Bretaña, tras el inesperado y vergonzoso derrumbamiento de Francia en mayo de 1940. La breve resistencia contra el invasor germano y la brillante y decisiva recuperación de la Fuerza Expedicionaria Británica en Dunkerque, dio paso a la ofensiva sobre el cielo de Inglaterra, con los continuos ataques aéreos, primero concentrados en Londres y, más adelante, en las zonas industriales, que ocasionan los mayores estragos en Coventry. Mientras, en los mares, la batalla submarina entra en una fase decisiva, con cuantiosas pérdidas de mercantes que ponen en peligro el abastecimiento y el dominio de las rutas. En estos momentos es fundamental la relación con Roosevelt, en cuanto a los suministros americanos, y el control del Oriente Próximo. Se aprecia también la importancia del apoyo de los dominios británicos. Pero lo capital es la resistencia del pueblo y de los pilotos de la RAF que acaban por liquidar la superioridad aérea alemana, en especial durante los vuelos diurnos.
En lo que respecta a la posguerra, mientras en la primera etapa se daba vueltas a la forma de crear una Europa estable mediante fórmulas de unión de carácter federal, enfatizando la cuestión alemana bajo en criterio de un tratamiento magnánimo tras la derrota, a partir 1943 las prioridades tienen que ver con la materialización de la amenaza de la poderosa Unión Soviética

Churchill se muestra decidido, irreductible, enérgico, desplegando una capacidad de trabajo inusitada, llevando a cabo visitas a las zonas destruidas, alentando a resistir por medio de alocuciones que llegan al corazón de sus compatriotas. Todo es movimiento a su alrededor. En este crucial periodo, como indica Andrew Roberts en la obra en que compara las personalidades rivales de Hitler y Churchill (Hitler y Churchill. Los secretos del liderazgo. Madrid, 2003), se hizo notar el liderazgo inspirador del segundo cuando apela al patriotismo y a las emociones heroicas de los británicos. Al tiempo, bajo un gobierno de coalición, dando cuenta en todo momento a la Cámara de los Comunes del curso de la guerra e iba respondiendo a los requerimientos parlamentarios, sin queja alguna por las dificultades añadidas que ello pudiera acarrear y con la absoluta naturalidad de un demócrata que luchaba por sus ideales, algo que cimentó una enorme popularidad. Finalmente, la resistencia sale triunfante y Hitler desvía sus fuerzas hacia la Unión Soviética. Con Winston Churchill llevando las riendas del país, se superó el momento más crítico de su historia.

La segunda parte, hasta que vuelve a servir en el número 10, se dedicada a la etapa en que John Colville adquiere formación de piloto en Sudáfrica y más tarde participa en algunas acciones, que repetiría de nuevo, ya de forma incidental, durante el desembarco de Normandía. Lo resume en unos breves capítulos que dan testimonio de los problemas del transporte por mar y las duras condiciones en que son conducidas las tropas de un puerto a otro por medio de convoyes. Al final, en septiembre de 1943 es llamado por el primer ministro para que vuelva a servir a su lado. Las cosas ya no son como antes, ahora los norteamericanos, plenamente conscientes de su capacidades y con la experiencia adquirida, son quienes llevan la iniciativa y el premier desempeña un papel algo más secundario.

En lo que respecta a la posguerra, mientras en la primera etapa se daba vueltas a la forma de crear una Europa estable mediante fórmulas de unión de carácter federal, enfatizando la cuestión alemana bajo en criterio de un tratamiento magnánimo tras la derrota, a partir 1943 las prioridades tienen que ver con la materialización de la amenaza de la poderosa Unión Soviética que quiere sacar ventaja política de sus avances militares en centroeuropa. Cada vez más, las preocupaciones de Chuchill van por ese camino y el caso de Polonia y su capital, Varsovia, dejada a su suerte por los soviéticos tras su levantamiento, es un ejemplo paradigmático del porvenir. El primer ministro conserva intactas todas sus virtudes y la visión estratégica y política de estadista, pero ahora hay otras dos grandes potencias en el gran juego internacional que llevan el peso de la contienda.

El derrumbe del Eje a principios de mayo de 1945 se salda contra pronóstico con una amarga derrota tras los comicios electorales del 5 de julio de 1945, que lleva al gobierno de los laboristas liderados por Clement Attlee, con quien, como funcionario, sigue Colville hasta que es relevado. Más adelante servirá a la futura reina Isabel II como su secretario privado de 1947 a 1949. Finalmente, en 1951, los torys retornaron al gobierno y Colville fue reclamado de inmediato por el veterano premier en su última singladura como gobernante, hasta 1955, una dura prueba debido a los rigores económicos de posguerra que hubo de soportar Gran Bretaña y a la política de contención del comunismo. Las condiciones físicas de Churchill fueron excelentes hasta el verano de 1953 pero luego, tras un derrame cerebral en junio que fue ocultada, su rendimiento fue decayendo aunque no perdió del todo su antigua brillantez. Pese a su resistencia, finalmente se dejó convencer y presentó su dimisión el 5 de abril de 1955. La última nota que recoge Colville fue el desempeño de su antiguo jefe como mediador entre Estados Unidos y Gran Bretaña a consecuencia de la crisis de Suez en 1956. Se trataba de mantener las privilegiadas relaciones angloamericanas por encima de las discrepancias coyunturales.

Los diarios de John Colville constituyen un testimonio presencial que permite acceder al conocimiento puntual de primera mano del carácter y el comportamiento del político absolutamente excepcional que fue Winston Churchill y a las entrañas de la política interior y exterior del Reino Unido en un momento determinante en la historia del mundo.