AUTOR
Robert Dallek / William Reymond y Billie Sol Estes

    GÉNERO
Historia / Investigación periodística

    TÍTULO
J. F. Kennedy. Una vida inacabada / JFK. El último testigo

    OTROS DATOS
Traducción de Ana Herrera. Península. Barcelona, 2004. 829 páginas. 29,50 € / Traducción de Manuel Monge Fidalgo. La Esfera de los Libros. Madrid, 2004. 399 páginas. 23 €

    EDITORIAL
Península / La Esfera de los Libros








Reseñas de libros/No ficción
Vida y muerte de JFK
Por Rogelio López Blanco, miércoles, 2 de noviembre de 2005
Ambos libros tratan de uno de los mitos del siglo XX, John Kennedy, abordándolo desde distintas perspectivas, la de una biografía histórica rigurosa y la de una investigación periodística con revelaciones asombrosas, y desde diferente prismas temporales, uno acaba justo cuando se produce el asesinato y el otro gira de modo exclusivo en torno las indagaciones sobre el magnicidio.
El libro del profesor Dallek, que es un trabajo notable por su profundidad y rigor, muestra y analiza la vida, los antecedentes familiares, la carrera política y la etapa presidencial de Kennedy.

Aunque la valoración final es positiva, proporciona un retrato lleno de claroscuros en el que da cuenta de la compleja dimensión del personaje, desde las parcelas más íntimas, como su “donjuanismo compulsivo” y la salud y los tratamientos médicos a los que fue sometido --un aspecto muy relevante del estudio--, hasta la preparación intelectual y forma de afrontar los problemas y situaciones críticas a través de su “temperamento reflexivo”. El autor descarta que esa obsesión por las mujeres o los mencionados problemas de salud, que le ocasionaron grandes sufrimientos, influyeran en las decisiones políticas.
La capacidad de JFK para arrostrar la gestión de crisis tan difíciles como la de Berlín y, particularmente, la de los misiles en Cuba, en octubre de 1962, le consagró ante la opinión

Son muchos los que consideran que este presidente ha sido una figura históricamente sobrevalorada. De hecho, los logros durante su etapa de gobierno son poco relevantes. Los proyectos de reforma social más importantes fueron frenados en ambas cámaras legislativas, no enfocó como debía el grave problema de los derechos civiles, cometió el gravísimo error de Bahía Cochinos y comenzó la escalada que condujo al cenagal de Vietnam.

Sin embargo, pese a los chanchullos, maquinaciones y prácticas de juego sucio que manchan significativamente el historial de su mandato, gozó de una imagen y de un magnetismo especial que supo crear la ilusión en su nación y en todo Occidente de que el comunismo en ascenso podía ser frenado y de que era posible echar las bases de un mundo más justo y mejor. En este sentido, su capacidad para arrostrar la gestión de crisis tan difíciles como la de Berlín y, particularmente, la de los misiles en Cuba, en octubre de 1962, le consagró ante la opinión.
Cuando el mafioso Jack Ruby asesinó a Lee Harvey Oswald el 24 de octubre de 1963, dos días después del magnicidio, por puro sentido común la teoría del loco solitario entró en cuarentena

A este éxito, que se basó en la resistencia a aceptar la convicción de buena parte de los altos mandos y de la clase política de que la guerra nuclear era inevitable, se sumó la política de distensión con el bloque comunista que fraguó en el tratado de prohibición de pruebas nucleares atmosféricas, en sus planes para una prudente retirada de Vietnam durante el segundo mandato y en las tentativas de deshielo con Castro, todo lo cual, junto al horizonte de esperanzas que ello podía haber abierto, eleva su talla histórica a una altura respetable.

Cuando el mafioso Jack Ruby asesinó a Lee Harvey Oswald el 24 de octubre de 1963, dos días después del magnicidio, por puro sentido común la teoría del loco solitario entró en cuarentena y abrió la posibilidad de una conspiración como la que recoge JFK.

El último testigo, trabajo verdaderamente impactante por las revelaciones y datos que contiene. El periodista de investigación francés, William Reymond, saca partido del excepcional testimonio de Billie Sol Estes, uno de los millonarios tejanos que financió la carrera política de Lyndon B. Johnson (LBJ) y formó parte de su red clientelar.

Las declaraciones de este curioso personaje, junto a las cintas que había grabado, unidas a las pruebas y datos de otros testigos, fruto de las averiguaciones del periodista, llevan a la conclusión de que fue el grupo de interés y corrupción que rodeaba a LBJ y éste mismo, quien se jugaba su supervivencia política debido a que los Kennedy querían defenestrarle antes de la reelección, los agentes que decidieron el asesinato.

Todo parece encajar. Están los petroleros, algunos vinculados a la industria del armamento, gravemente perjudicados por las reformas fiscales de JFK y que constituían el núcleo duro de apoyo a LBJ. La baza única de su cargo de vicepresidente. El lugar, Dallas, territorio señoreado por los involucrados, permitía orquestar la conspiración a medida. La complicidad pasiva del director del FBI, Hoover, de quien la red tejana tenía documentos comprometedores sobre su homosexualidad. Por último, Johnson como presidente y elementos de su equipo se ocuparon de los encubrimientos necesarios y de cerrar otras vías de investigación.

Hay cuestiones menores que se pueden objetar y sobrevuela la sensación de incredulidad al pensar cómo pudo mantenerse el silencio sobre una conspiración tan vasta y llena de flecos, pero la tesis que se sostiene en el libro tiene visos de verosimilitud.