El esclarecedor prólogo de
Chistian
Salmon proporciona el marco conceptual al texto de Miguel
Roig. Algo que el lector agradece a la vez que le sorprende que los dos prólogos
a los citados libros de Salmon hayan sido escritos por Miguel Roig. Curioso
cruce.
El público español está familiarizado con la posición y el
significado de Belén Esteban. No se trata sólo de la audiencia televisiva de
Telecinco, el canal que la ha fabricado, o de los programas también millonarios
que retroalimenta en otras cadenas. Belén Esteban ocupa desde hace años portadas
de las revistas de la llamada prensa rosa y al mismo tiempo tiene una
gran
presencia en la red. En los últimos meses del año 2010 ha
llenado páginas y páginas de numerosos periódicos y radios.
El
País o
La
Vanguardia le han dedicado mucho espacio en sus
suplementos. Un hecho que ha
causado
sorpresa y
cierto
malestar entre
sus
lectores, tan orgullosos ellos de encarnar la máxima
calidad lectora de la prensa española.
Para bien o para mal, Belén
Esteban se ha convertido en un símbolo con miles de seguidores y, también eso es
evidente, con cientos de enemigos. En la actualidad es la estrella del programa
Sálvame de Telecinco. Un
reality
show que el 20 de diciembre de 2009 alcanzó la
gigantesca cuota de pantalla del 26% gracias a los 3.147.000 televidentes que
sintonizaron el programa para contemplar la cirugía estética con la que había
transformado su rostro.
Sálvame es un programa
televisivo novedoso e interesante. Arrancó en marzo de 2009 como una derivada de
la crisis publicitaria y de la fragmentación televisiva entre los más o menos
cuarenta canales de televisión en abierto que existen en
España
Un año más tarde sigue el baño de
masas. Algo excepcional en un medio en el que en estos últimos tiempos el
ochenta por ciento de los estrenos no supera las expectativas de cuota de
pantalla y caen de las parrillas a los pocos programas emitidos. Recordemos que
en las ediciones de
Sálvame de la noche del 8 y del 15 de octubre de
2010, los índices de audiencia subieron diez puntos sobre la media de Telecinco
debido a que salían a la luz las infidelidades de
Fran, el marido de
Belén Esteban. 3.310.000 personas presenciaron el
relato del esposo
casquivano y otros 2.863.000 volvieron a sentarse ante el
televisor en la preciada franja del
prime time el viernes siguiente para
ver cómo
Belén Esteban
perdonaba los amoríos extraconyugales.
Sálvame es un programa televisivo novedoso e interesante. Arrancó
en marzo de 2009 como una derivada de la crisis publicitaria y de la
fragmentación televisiva entre los más o menos cuarenta canales de televisión en
abierto que existen en España. El director ejecutivo de Telecinco, Paolo Vasile
(Roma, 1953) y su equipo -ahí están Óscar Cornejo y Adrián Madrid preparando el
hilo narrativo de Belén Esteban- pensaron en un programa barato que arrastrara
audiencia desde la sobremesa y la mantuviese hasta las puertas del disputado
prime time. El resultado ha sido un barato contenedor, que mezcla muchos
formatos y que cuesta quince veces menos que series de ficción como
Águila
Roja. El plató de
Sálvame es una inmensa nave poblada por un
buen puñado de “famosos” y de “famosos por relación” que en sus cuatro horas de
duración se mueven, comen, chillan y discuten. Siguen órdenes pero tienen
espacio para la improvisación. En los
descansos
publicitarios las estrellas del “nuevo corazón” se
escurren a una nave mal iluminada en la que se respira tensión, ansiedad y una
fuerte disonancia cognitiva.
A lo largo de las páginas de este
breve y ameno volumen, Miguel Roig muestra el despliegue vital de Belén Esteban
y lo sitúa con agudeza en el marco actual de los medios de comunicación de
masas
Director creativo ejecutivo de la
conocida agencia de publicidad Saatchi & Saatchi, el argentino Miguel Roig
es socio fundador del espacio cultural
Hotel Kafka y colaborador habitual
del periódico argentino
Página 12. El texto que nos ofrece es más que
probable que le haya sido encargado por la editorial. Sin embargo, eso no impide
que su texto esté repleto de esa capacidad de análisis y síntesis de la
realidad, del mundo de la vida cotidiana, que tienen los buenos publicitarios. Y
ahí es donde Miguel Roig sabe poner de manifiesto la importancia que la
televisión sigue teniendo en la construcción social de la realidad. Al mismo
tiempo muestra con nitidez esa necesidad que tiene la televisión de crear
personajes capaces de sostener la atención de la audiencia.
A lo largo
de las páginas de este breve y ameno volumen, Miguel Roig muestra el despliegue
vital de Belén Esteban y lo sitúa con agudeza en el marco actual de los medios
de comunicación de masas.
Conforme pasan las páginas el lector se asoma
al nacimiento de la Belén Esteban televisiva a partir de una chica corriente que
vive en el barrio madrileño de Vallecas en casa de sus padres. Una veinteañera
sin apenas estudios que a finales de los noventa se va a vivir a la finca de un
famoso torero al que las mujeres le tiran sujetadores al ruedo. Queda embarazada
y pasados unos meses, sin llegar a estar casada, la convivencia se hace difícil
y abandona con su hija recién nacida a Jesulín de Ubrique. Atrás queda el torero
y su complicada familia, propietaria de las trescientas hectáreas de Ambiciones,
la finca familiar. Se va con lo puesto y vuelve a la casa de sus padres.
En su nueva vida, Belén Esteban se
va convirtiendo en una mezcla de folletín y reality show. Compone, como
diría Salmon, “una narración trash”. Belén Esteban, al igual que Kate
Moss, tiene la capacidad histriónica de transformarse y adaptarse a las
necesidades que en cada momento tienen los medios de
comunicación
Como señala Miguel Roig, ahí
están las bases de la telenovela clásica, pero la chica de Vallecas sale lista y
su ingenio suple su falta de formación, su incultura. Sabrá dar un giro a su
existencia. En su nueva vida, Belén Esteban se va convirtiendo en una mezcla de
folletín y
reality show. Compone, como diría Salmon, “una narración
trash”. Belén Esteban, al igual que
Kate
Moss, tiene la capacidad histriónica de transformarse y
adaptarse a las necesidades que en cada momento tienen los
medios de
comunicación. En una década de carrera
televisiva, Belén Esteban ha pasado de ser la madre soltera que vuelve a casa de
sus padres con una hija pequeña en los brazos a ser la propietaria de su propia
y amplia casa. En el trayecto ha ganado mucho dinero, se ha ganado el cariño de
la gente y si se presentase a unas elecciones, como señala el diario
El
Mundo, ganaría un asiento en el Parlamento.
Pese a todo, Belén
Esteban genera rechazo. En el otoño de 2010, Josep Ramoneda, un intelectual que
encarna muchos de los errores históricos del sesentayochismo, publicó en la
mejor página del diario
El País un
dislocado
ataque a Belén Esteban y a lo que ella y su cadena
representan. Malcalculando al personaje quiso endosarle la encarnación del
fascismo populista español. Sin llegar a esos extremos, las clases educadas
sienten un fuerte rechazo por la cutrez del personaje y de Telecinco.
Belén Esteban no es una actriz, no representa al cien por cien un papel
que le hayan asignado los guionistas. Su capacidad para estar entre la realidad
y la ficción le viene de su propia autobiografía y de la reinvención que hace
constantemente de una vida que incardina los deseos de la clase obrera
reconvertida en clase media baja en los últimos treinta años de desarrollo.
De una forma u otra, la interpretación que Miguel Roig hace de Belén
Esteban es un magnífico análisis de la ideología del
mundo
postmoderno, de su histrionismo, de su narcisismo y de la
crisis que nos
envuelve.