El resultado de décadas y décadas de dicha práctica es desde luego el
asentamiento de la historiografía contemporánea española en el sólido terreno de
la ciencia, pero también el que los libros de historia escritos hace por ejemplo
veinte años, son hoy mayoritariamente ilegibles, infumables tochos concebidos
para llamar a gritos al sueño más profundo: trabajos que nadie en su sano juicio
se pondría a leer con el simple ánimo de conocer qué ocurrió en el pasado con
respecto a un tema concreto. Eran libros sólo para profesionales de la Academia,
trabajos de un bizantinismo tenebroso concebidos sólo para el autoconsumo entre
las cuatro paredes de un mundo académico español raquítico, desnutrido y, sobre
todo, carente por completo de sensibilidad y de buena escritura.
Esta
forma de hacer historiografía estuvo muy influenciada por la tradición marxista
francesa, y alejada por completo del modelo anglosajón, infinitamente más
legible, narrativo…, en el que libros como el clásico Los exiliados
románticos, de E. H. Carr, aún siguen editándose y leyéndose con gran
placer.
Viene esto a cuento de que el libro que hoy aquí reseñamos, el
imprescindible Las armas y la letras. Literatura y guerra civil
(1936-1939) (Destino, Barcelona, 2010) de Andrés Trapiello, estoy convencido
de que no hubiera pasado el corte tribunalesco de cualquier facultad provinciana
de Historia de nuestro país. A Trapiello lo hubieran suspendido por escasez de
referencias a documentos originales, por ausencia inaudita de cuadros y tablas,
por no mencionar la bibliografía de los camaradas, etc, etc… En definitiva, por
ser demasiado literario. ¿Demasiado literario?
El cronista Andrés Trapiello juzga
desde un punto de vista moral los actos y escritos de los personajes del drama
que organiza sobre el papel de su libro, pero también los juzga como un crítico
literario perspicaz, irónico, no pocas veces certero y muy inteligente, pero al
que se le ve en exceso el plumero de sus propios gustos
El caso es que Andrés Trapiello (1953), a mi entender un
verdadero e indiscutible peso pesado de las letras españolas contemporáneas, nos
ha dejado un libro hermoso en su materialización libresca e imprescindible en lo
que respecta a sus contenidos. El subtítulo de la obra da resumida cuenta de los
mismos: Literatura y Guerra Civil (1936-1939). Se trata de una nueva edición del
libro que con el mismo título vio ya dos anteriores ediciones, la primera de
1993 y una segunda de 2002. Esta de la que ahora hablamos es en realidad una
especie de nuevo libro tanto por la concienzuda revisión del texto original,
como por las nuevas y numerosas aportaciones documentales y gráficas que ofrece.
Digámoslo ya. Trapiello ha escrito una obra esencial para el
conocimiento de la vida y la producción literaria en el periodo que comprende la
guerra civil española. No, no ha escrito una libro de historia al uso (los que
hayan leído el comienzo de estas líneas ya saben de lo que hablo), si no una
crónica literaria, erudita, pormenorizada y muy documentada del asunto
anunciado. Andrés Trapiello parece haberse leído todo lo más significativo que
se haya escrito sobre el tema de su interés, y parece que también se ha leído
todo o buena parte de la obra de los literatos que protagonizan el drama.
Trapiello, partiendo de los vastos conocimientos adquiridos, ha procurado no
posicionarse de forma abiertamente partidista ni a favor ni en contra de ninguno
de los bandos en conflicto, no ha tenido muchos reparos en arrojar luz sobre las
zonas más sombrías de algunos de los literatos protagonistas de la historia, y
no ha tenido reparos en tocar temas intocables. Una vez leídas las más de
seiscientas páginas del libro a mi se me ha hecho evidente lo siguiente: Andrés
Trapiello está íntima y decididamente posicionado contra la sublevación militar
del general Franco, pero hace crudo hincapié en el desastre al que fue conducida
la II República española por una izquierda incompetente, dividida,
desorganizada, lastrada por su sectarismo asesino y ciego, y plagada de
caraduras y auténticos canallas. En este sentido Andrés Trapiello parece
disfrutar desnudando con datos y argumentos las inmundicias de personajes como
Neruda o Alberti, intocables santos patrones de la beatería progresista hispana,
y protagonistas de auténticas indecencias durante el periodo aludido.
La conclusión a la que creo llegan
los lectores de Las armas y las letras no es en verdad novedosa, pero
está tan documentada, tan bien demostrada por el autor que pocos peros sensatos
pueden ponerse: la guerra civil española del 36 fue un error histórico de
proporciones monstruosas del que tuvo la culpa la ciega, estúpida e ignorante
radicalización ideológica de los extremos
Trapiello realiza en este libro un pormenorizado repaso de
lo que vivieron e hicieron los principales literatos de uno y otro bando,
fundamentalmente durante los tres años de guerra abierta. Con inteligente
pesadumbre el escritor leonés subraya cómo el enfrentamiento entre las dos
españas exigió posicionamientos, renuncias, cobardías, bajadas de pantalones,
silencios y adhesiones fingidas; o cómo disparó también el entusiasmo sectario
de no pocos personajes inmorales y resentidos que aprovecharon el enfrentamiento
para saldar cuentas personales o simplemente medrar a la luz de lo más
conveniente en cada momento.
Por las páginas de Las armas y
letras, magnífica y significativamente ilustradas por un aparato gráfico del
máximo interés, desfilan comentados, apuntalados, apuntillados o desacreditados
los principales poetas y escritores del momento, desde Juan Ramón hasta Lorca,
pasando por Ortega, Marañón, Alberti, Baroja, Unamuno, Cernuda, Sánchez Mazas,
Bergamín… Casi todos, desde los indiscutibles “espadas” del ruedo literario
nacional, hasta los “maletillas”. También desfila algún toro bravo y más de dos
o tres sobreros. Trapiello creo que hace un intento serio por no juzgar, por
ejercer tan solo de atento cronista, pero la buena intención se despeña por la
mala leche abajo del leonés a la mínima oportunidad que se presenta. El cronista
Andrés Trapiello juzga desde un punto de vista moral los actos y escritos de los
personajes del drama que organiza sobre el papel de su libro, pero también los
juzga como un crítico literario perspicaz, irónico, no pocas veces certero y muy
inteligente, pero al que se le ve en exceso el plumero de sus propios gustos. A
escritores y artistas decididamente menores se les suman adjetivos laudatorios
si su obra queda en el canon artístico trapiellano, y a algunos verdaderos pesos
pesados de nuestra historia literaria se les despacha con alguna sorna y
chascarrillo si han cometido, por ejemplo, el injustificable pecado de beber de
la Vanguardia o de ejercer de vanguardistas, uno de los rasgos caracterísiticos
que Trapiello no tolera.
Trapiello ha escrito un libro que ya
es un hito historiográfico literario y erudito en la bibliografía sobre la
cultura española del siglo XX. Pero sobre todo ha escrito un libro cuya lectura
no debe dejar indiferentes ni a izquierda ni a derecha
La conclusión a la que creo llegan los lectores de Las
armas y las letras no es en verdad novedosa, pero está tan documentada, tan
bien tramada, tan bien argumentada, tan bien demostrada por el autor que pocos
peros sensatos pueden ponerse: la guerra civil española del 36 fue un error
histórico de proporciones monstruosas del que tuvo la culpa la ciega, estúpida e
ignorante radicalización ideológica de los extremos. Radicalización que fue
llevada no solo a la actividad política de los partidos, si no al sentimiento,
al latido vital de la sociedad española de aquel tiempo. Las dos feroces
españas, fanatizadas ambas gracias a las letras de no pocos literatos que
contribuyeron al drama, no dejaron oxígeno posible para el desarrollo y
crecimiento de una tercera España: la del sosiego, la reflexión, la concordia,
la tolerancia, la cesión de derechos y privilegios propios en beneficio del
común. Esa España siempre posible, siempre a punto de levantarse y caminar codo
con codo con las sociedades más prósperas y civilizadas, fue literalmente
estrangulada por la radicalización de posturas antagónicas a las que no pocos
escritores echaron la leña ardiente y ardida de sus palabras, de sus discursos,
de sus trabajos escritos, con la única intención de aniquilar a los otros y así
medrar de mil y una maneras al servicio de la propia causa, la de cada uno.
Andrés Trapiello nos ha dejado un libro de hermosa factura, pero sobre
todo un libro emocionante, por momentos sobrecogedor, construido desde la más
atenta y hermosa erudición, un libro en el que a las canalladas de no pocos
escritores se oponen gestos, actitudes y palabras como los de Unamuno o Juan
Ramón Jiménez, de una limpieza y hondura ética y estética ciertamente
ejemplificadoras.
Trapiello ha escrito un libro que ya es un hito
historiográfico literario y erudito en la bibliografía sobre la cultura española
del siglo XX. Pero sobre todo ha escrito un libro cuya lectura no debe dejar
indiferentes ni a izquierda ni a derecha, ni a unos ni a otros, ni a
nacionalistas de uno u otro signo o geografía. Un libro que demuestra con
claridad meridiana hacia qué infierno conducen siempre los fanatismos, y en qué
tipo de indecentes personajes pueden convertirse los poetas y gentes de letras
movidos por el miedo a morir o por el miedo a pasar desapercibidos.
Las armas y las letras de Andrés Trapiello, un libro de obligada
lectura para conocernos mejor, como españoles, como actores contemporáneos de
una obra de teatro llamada vida y que en colectividad denominamos
Historia.