En España siempre se pone el mismo ejemplo de pensador cuyas ideas, a
través de una escritura preciosista, clara y estimulante, llegaron (llegan) a un
lector de tipo medio, fecundado así de “modernidad” a parte de la emergente
clase media ilustrada española. Me refiero, claro, a José Ortega y Gasset, el
profesor universitario capaz de mantener un diálogo abierto de tú a tú con
Heidegger (uno de los filósofos clave del siglo XX), y a la vez estimular la
reflexión y el debate de civilizada altura en la sociedad lectora española a
través de sus artículos de periódico, su
Revista de Occidente, y sus
libros de divulgación. Otro pensador de estas características, aunque con un
peso específico en el pensamiento europeo de nuestro tiempo incomparablemente
menor al de Ortega, es el de Fernando Savater, otro espléndido divulgador de
ideas entre un común cultivado de lectores avisados.
En la Europa actual
quizá no haya mejor ejemplo de pensador caminante por la senda señalada que el
del alemán Peter Sloterdijk, un prolífico escritor de quien ya nos hemos ocupado
en estas mismas páginas con alguna frecuencia, tanto en su
faceta ensayística
y filosófica como
en la
narrativa. Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) es catedrático de Estética y
Filosofía en la Escuela Superior de Diseño de su ciudad natal y es también
profesor en la Academia de Artes Plásticas de Viena. Buena parte de su obra está
traducida al español, y casi toda ella ha aparecido en la editorial Siruela,
sello que acaba de traducir la ¿última? obra del alemán,
Ira y tiempo.
Sloterdijk razona que la
supervivencia y “supremacía” de la cultura Occidental pasa por el cultivo
meditado de aquellos elementos ya señalados que surgen de la ira, y que hicieron
de Europa, de Occidente, una geografía del desarrollo, del crecimiento, de la
conquista
Se trata de un ensayo en el que
Sloterdijk analiza la ira como un elemento clave, esencial, en el devenir
histórico de Occidente, desde la base misma de nuestra cultura grecolatina hasta
el momento presente. La ira (con toda su carga de violencia concentrada) está
verbalizada ya en el mismísimo comienzo de la Ilíada, uno de los libros que
constituyen el centro neurálgico de la civilización europea. Sloterdijk le
dedica las casi trescientas páginas de este libro a reflexionar y subrayar una
evidencia: la ira, la violencia como una de las columnas sobre las que se
asienta nuestra desarrollada y próspera civilización.
Esto es sin duda
lo más flojo de los trabajos de Peter Sloterdijk: el empeño en reflexionar sobre
lo obvio, sobre “lugares comunes” del pensamiento europeo. La obra de
Sloterdijk, pues, es una revisión de tópicos, pero una revisión realizada por
medio de una escritura prodigiosa, sencillamente deslumbrante, y es esa
brillantez expositiva lo que finalmente hace que Sloterdijk consiga alumbrar
algunos
rincones
oscuros de lo tratado, y facilite al
lector la comprensión y acercamiento a problemas candentes y estructurales de
nuestro tiempo y de nuestra cultura. Sloterdijk no deja de decirnos que dos más
dos son cuatro, pero lo hace de un modo que entendemos por medio de la luz de la
palabra qué es o significan el dos y el cuatro.
Esta vez el alemán ha
dirigido la brillantez de su estilo convertido en método hacia la ira, o mejor
dicho, a cómo ha ido apareciendo y siendo comprendida la ira a lo largo de
cuatro fases claves de la historia de Occidente: la antigüedad, el cristianismo,
la ilustración filosófica y la muerte de Dios, y el comunismo. La conclusión a
la que llega Sloterdijk a lo largo de su repaso subiéndose a los hombros de
Nietzsche, es que cada periodo de la historia ha administrado desde el
resentimiento la ira, es decir, uno de los componentes básicos del ser humano.
Hoy, afirma Sloterdijk en Ira y
tiempo, la sociedad occidental es sólo la sociedad de consumo, una sociedad
asentada en el resentimiento y en el mero cultivo de lo erótico, una sociedad
colocada por sí misma, en una especie de inmolación inconsciente, a los pies de
los caballos de otras sociedades
Para
Sloterdijk el psicoanálisis de Freud descuidó lamentablemente esta razón de ser
humana centrándose únicamente en la pulsión erótica. En la pedagogía freudiana
todo el peso de la balanza se pone en superar el narcisismo por medio de
alcanzar un amor maduro al objeto, pero descuidando por completo la parte
orgullosa, guerrera y ambiciosa del hombre occidental. La conclusión a la que
llega el pensador (como siempre lo más endeble y cuestionable de su trabajo) es
que el hombre actual occidental ha perdido en exceso las potencialidades de la
ira, repito, el orgullo, la ambición, el carácter guerrero y conquistador, y se
ha entregado al consumismo más banal y alienante como una entrega absoluta y
unilateral a lo erótico de su estado. Esta entrega debería verse reconducida por
el cultivo de una autoafirmación orgullosa del propio yo, autoafirmación no
altanera, no resentida, no neurótica, no patológica.
Sloterdijk razona
que la supervivencia y “supremacía” de la cultura Occidental pasa por el cultivo
meditado de aquellos elementos ya señalados que surgen de la ira, y que hicieron
de Europa, de Occidente, una geografía del desarrollo, del crecimiento, de la
conquista. Hoy, afirma Sloterdijk en
Ira y tiempo, la sociedad occidental
es sólo la sociedad de consumo, una sociedad asentada en el resentimiento y en
el mero cultivo de lo erótico, una sociedad colocada por sí misma, en una
especie de inmolación inconsciente, a los pies de los caballos de otras
sociedades, otras formas de entender la vida y el mundo, en los que la ira no ha
dejado de desempeñar un papel principal.
No sé si Sloterdijk tiene toda
o alguna razón, pero desde luego la lectura de estas páginas por él escritas con
una brillantez apabullante, me han llevado a la reflexión, a pensar largo y
tendido en lo dicho. Y esto siempre se lo agradeceré a Sloterdijk y a los
Sloterdijk que en el mundo han sido.