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Oliver Matuschek: <i>Las tres vidas de Stefan Zweig</i> (Papel de Liar, 2009)

Oliver Matuschek: Las tres vidas de Stefan Zweig (Papel de Liar, 2009)

    TÍTULO
Las tres vidas de Stefan Zweig

    AUTOR
Oliver Matuschek

    EDITORIAL
Papel de Liar

    OTROS DATOS
Barcelona, 2009. 432 páginas. 23,50 €




Reseñas de libros/No ficción
Oliver Matuschek: Las tres vidas de Stefan Zweig (Papel de Liar, 2009)
Por Juan Antonio González Fuentes, lunes, 1 de febrero de 2010
“Los hombres de bien deberían meditar sobre la responsabilidad y la vergüenza de una civilización capaz de crear un mundo donde Stefan Zweig no ha podido vivir”. Esta frase es del escritor francés André Maurois, uno de los grandes amigos del vienés al que Oliver Matuschek ha dedicado una espléndida biografía editada ahora en español por la editorial barcelonesa Papel de Liar: Las tres vidas de Stefan Zweig.
El trabajo de Matuschek es una biografía accesible, entretenida y bien escrita del que fuera en su tiempo uno de los escritores más leídos del mundo, Stefan Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, Brasil, 1942), y a la vez es un acercamiento indirecto pero cuidadoso a un tiempo, a un periodo histórico que supuso la desaparición de un mundo y de una forma de entender y estar en el mundo: la Europa Central durante el periodo de entreguerras.

Matuschek se centra en contarnos la vida de Zweig, el mundo en el que se desenvolvía y al que pertenecía: su formación, sus relaciones con las mujeres y su familia, su vocación de escritor y cómo fueron apareciendo sus principales obras, su papel en la cultura finisecular vienesa, sus relaciones con otros autores y artistas contemporáneos (Émilie Verhaeren, Hugo von Hosmansthal, Richard Strauss, Joseph Roth, Sigmund Freud, Arthur Schnitzler…), su afición al coleccionismo, sus viajes, su vocación pacifista e internacionalista, su condición de judío, su exilio perseguido por el nazismo… Es decir, Matuschek cuenta y explica “la puesta en escena” del que, quiero insistir en ello, fue en vida no sólo un autor de éxito, sino algo más, una “estrella” popular de la literatura en todo el mundo.

Pero sin duda lo más interesante de esta lectura, y no está explícitamente subrayado por el autor, por lo que debería ponerse en la balanza de los pocos debes de la obra, es que tanto en su literatura como en su vida Stefan Zweig fue el epítome casi perfecto de una forma de ser europeo que fue literalmente barrida por la historia tras las dos guerras mundiales.

Lo más interesante de la biografía de Stefan Zweig, a mi juicio, es trascenderla y estudiarla como lo que es: un símbolo casi perfecto de la más preclara élite europea del siglo XIX (...) Una élite que fue arrasada por los movimientos de acción (nazismo, comunismo…) y su enfrentamiento y que desapareció para siempre en los campos de concentración de centro Europa

Stefan Zweig fue uno de los ejemplos mejores de lo que el historiador norteamericano Carl Emil Schorske denominó en su opus mágnum, Viena Fin de Siglo, la “tercera generación”, es decir, la tercera generación de judíos del Imperio Austrohúngaro que, tras algunas generaciones de antepasados dedicadas a los negocios y las profesiones liberales (abogados y médicos), se empeñaba profesionalmente en el mundo de la literatura y las artes gracias a la cómoda situación económica alcanzada por las generaciones precedentes. En efecto, Zweig era el segundo hermano de una familia de origen judío enriquecida por la actividad industrial. Su hermano mayor tuvo que dedicarse a dirigir dicha industria y Stefan pudo estudiar y emplear su tiempo en actividades intelectuales, y gracias a su indudable talento y esfuerzo, convertirse en uno de los escritores clave de su generación. Una posición económica más que desahogada, formación universitaria, viajes, dominio de idiomas y una irrupción muy temprana en la vida literaria del Imperio, son las claves del primer estadio en la vida de Zweig.

Y hablo de primer estadio porque la vida del escritor vienés puede dividirse en tres grandes periodos. Es más, cuando él pensó en su autobiografía decidió en un principio titularla Tres vidas, aunque finalmente la titulase muy significativamente El mundo de ayer. La primera etapa sería la de formación e irrupción exitosa en la literatura de su país. Este periodo finaliza con el estallido de la I Guerra Mundial y el paréntesis en la carrera literaria de Zweig que el acontecimiento supuso. Aunque nunca entró en combate, Zweig sí tuvo que incorporarse a filas y desempeñar tareas burocráticos para el ejército austriaco. La segunda gran etapa sería el periodo de entreguerras, los años veinte y treinta del pasado siglo en los que Zweig se convirtió en una celebridad literaria mundial, un autor muy prolífico que vendía decenas de miles de libros, que veía sucederse las ediciones de sus trabajos y que era traducido de inmediato al francés, el inglés, el italiano o el español. La tercera y última etapa de su existencia está marcada por la ascensión del nazismo al poder en Alemania, la prohibición de sus libros, el registro por la policía de su residencia en Salzburgo y el comienzo de su exilio dolorosísimo que lo llevó a Inglaterra, a EE.UU y finalmente a una pequeña ciudad de Brasil, cercana a Río, donde se suicidó junto a su segunda mujer al declararse incapaz de soportar los derroteros de terror, maldad y fealdad en los que se encontraba el mundo en 1942.

Lo más interesante de la biografía de Stefan Zweig, a mi juicio, es trascenderla y estudiarla como lo que es: un símbolo casi perfecto de la más preclara élite europea del siglo XIX. Una élite decantada a través de los años que siguieron a la Revolución Francesa y la convulsa etapa napoleónica. Una créme de la créme europea asentada económicamente en los prósperos negocios familiares que asentaban sus raíces en la Revolución Industrial, en la economía imperialista que se expandía por medio mundo. Una élite sofisticada, muy cultivada, muy viajada, muy elegante, muy bon vivant, muy exquisita, muy talentosa…, que en su mayor parte no supo ver que los vientos de la historia eran cambiantes, y que vio cómo su mundo de ayer era arrasado literalmente por nuevas ideologías, nuevas clases sociales, nuevas economías, nuevas formas de expresión, nuevas tecnologías…, en definitiva, una élite que muy probablemente haya sido el estadio de desarrollo civilizatorio más elevado que se haya alcanzado en la Historia, y que fue incapaz de enfrentarse a los desafíos de todo tipo que les ofreció su tiempo. Una élite que fue arrasada por los movimientos de acción (nazismo, comunismo…) y su enfrentamiento y que desapareció para siempre en los campos de concentración de centro Europa.

Zweig era el producto más sofisticado y frágil, más acabado de un tiempo que estaba llamado a sucumbir. Y sucumbió, como lo hizo el propio Zweig, como lo hicieron Freud, Strauss, Joseph Roth…, y mucho tiempo más tarde Sándor Márai

Zweig fue un escritor grande. Autor de una única, maravillosa y “anticuada” novela (La impaciencia del corazón), de muchos relatos prodigiosos pletóricos de sofisticación y agudeza burguesas, de un manojo muy agudo y estimable de ensayos y biografías, de un puñado de poemas que se dejan leer. Zweig y su obra fueron omnipresentes en las bibliotecas burguesas europeas de su tiempo. Zweig era el producto más sofisticado y frágil, más acabado de un tiempo que estaba llamado a sucumbir. Y sucumbió, como lo hizo el propio Zweig, como lo hicieron Freud, Strauss, Joseph Roth…, y mucho tiempo más tarde Sándor Márai.

Zweig y sus compañeros fueron fantasmas en vida de un mundo que pensaban inamovible y que se desíntegró en apenas dos décadas. Hoy hay que leerles como se leen a los autores de finales del Imperio Romano. Ellos fueron el producto más acabado de un Imperio (el Austrohúngaro) y no le sobrevivieron. Ellos fueron los representantes más visibles de toda una civilización, la europea que se desarrolló tras el Renacimiento y creció y creció hasta expandirse por todo el mundo hasta quedar colapsada por sus propias contradicciones.

Sí, tenía razón Maurois, Stefan Zweig no pudo sobrevivir a su civilización, por eso se quitó la vida. Lo que nunca vio Zweig en su ensimismamiento burgués y civilizado es por dónde iban los tiros de su tiempo. Él y su mundo de ayer sucumbieron a su incapacidad final, a su propia decadencia, a su spleen hermoso y yermo. La acción los barrió de la historia.

Esta es la historia que se deja leer entre líneas en esta eficaz biografía de Zweig, aunque no se subraya nunca por el autor, Oliver Matuschek. Y tampoco se dice nada de algo que me resulta imprescindible señalar. Zweig desapareció del mapa, y con él su obra, tenida por anticuada y vieja por las nuevas generaciones. Sin embargo en España, por ejemplo, hemos asistido a un renacer furioso de la obra de Zweig (la editorial Acantilado ha reeditado buena parte de sus libros) y de algunos de los representantes de aquel mundo. El húngaro Sándor Márai ha sido redescubierto en toda Europa, y sus libros se han editado con decenas de ediciones en Italia, Francia, España… Quizá en tiempos de confusión como los que vivimos, el ejemplo de europeísmo civilizado y cosmopolita de aquellos escritores, de aquellas élites de aquel momento sea hoy una guía interesante para desbrozar caminos. Esperemos, al menos, que no heredemos su miopía política, su superfluo decadentismo conformista, y sí leamos en ellos lo mejor de un mundo edificado en el estudio, el amor a los libros y el arte, el amor a la vida, al vivir, y a estrechar lazos entre todos los europeos, hermanos en historia y vivencias, al fin y al cabo.
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