En el caso de Pompeya, el mundo de Roma salió a la luz algo antes, en el
siglo XVIII, pero si bien es cierto que la Nápoles hispana y sus reyes borbones
fueron los protagonistas del aireo de ruinas, no fue hasta las visitas de los
decimonónicos Goethe, Stendhal o Mozart, cuando se construyó la Pompeya que
magníficamente recreó Bulwer Lytton en 1834 bajo el título,
Los últimos días
de Pompeya. Doscientos años y millones de páginas después, el mito sigue
vivo. Porque si bien nos acomoda la visión romántica del habitante de Pompeya de
refinada y lasciva cotidianeidad, minimalista en ornamentación y enterado del
devenir de la capital del Imperio, un pálpito de racionalidad nos dice que algo
no cuadra en tan perfecta reconstrucción de la pequeña urbe que sucumbió en el
79 de nuestra era bajo la archifamosa erupción del Vesubio.
El nuevo
libro de Mary Beard,
Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana,
abunda en estas controversias. No es un libro de desmontaje, ni un tratado
arqueológico purista que ahuyente al lector medio interesado en el mundo
clásico. Sin embargo, la base seria y metodológica de una experta late entre sus
líneas. Y no cabe duda que es parte del éxito del trabajo porque se mezcla
sabiamente con un lenguaje muy fresco y dinámico y aporta unidos a los datos
eruditos, consejos y reflexiones que la mayor parte de los paseantes del
yacimiento arqueológico necesitan en algún momento de su contacto con el Mundo
Antiguo.
En esta narración se sucede el
desmontaje de tópicos, a los que contribuyen a diario muchos de los guías del
yacimiento y numerosas publicaciones divulgativas, con la visión real de una
ciudad del siglo I
La de Beard es una
historia completa: Pompeya desde sus orígenes como poblado de los Oscos, la
llegada de los primeros colonos romanos, su protagonismo en la Guerra Social y
el papel de Sila en los pactos posteriores con las colonias de posición más
estratégica como Pompeya, la ciudad en vísperas de los desastres telúricos –a la
gran erupción le precedió un terremoto importante y algunos avisos del volcán
desde años antes-, por supuesto la Pompeya más conocida, la del año 79, la de
las incursiones a sus ruinas, incluidas las que se produjeron inmediatamente
después del desastre y la que los diferentes visitantes más cercanos a nuestros
días nos han legado. De forma transversal se ahonda en los diferentes aspectos
de la ciudad que, ahora sí, abundan en la época inmediatamente anterior a la
erupción vesubiana: su urbanización, tanto el trazado de las calles, su uso como
la construcción de las casas, la decoración, primero de interiores, más tarde
urbana bien prevista (carteles de tiendas, señalizaciones) como espontánea
(grafittis, propaganda electoral), la política, la vida diaria y por supuesto,
el ocio, también se repasa en sus páginas, así como la religión y los
cementerios.
La documentación y la bibliografía en la que se ha basado
la autora son espectaculares, pero no aparecen hasta el final del libro, en un
detalle al lector no interesado en profundizar durante la lectura o,
precisamente, como ofrecimiento al que lo está para que busque los detalles en
el sinfín de entradas que el anexo ofrece.
Xxxx Lo que vuelven especiales estas
páginas sobre Pompeya es la honestidad de su autora sobre las numerosas sombras
que aún proyectan estos restos arqueológicos a la hora de conocer la verdadera
historia de Roma
En esta narración se sucede
el desmontaje de tópicos, a los que contribuyen a diario muchos de los guías del
yacimiento y numerosas publicaciones divulgativas, con la visión real de una
ciudad del siglo I cercana a Roma con una vida relativamente breve como miembro
de primer nivel. Por ejemplo, señala Beard que el tan extendido mito de la
decoración minimalista de las grandes villas pompeyanas no fue moda sino sabia
visión de algunos acaudalados habitantes pompeyanos que, tras los avisos que la
tierra lanzó con terremotos y cortas erupciones, decidieron llevarse
prácticamente todo el mobiliario de sus posesiones bajo el Vesubio. La falta de
higiene –a ojos del siglo XXI, claro- o el hacinamiento y ruido en las calles
contrastan con el silencio actual que el visitante encuentra en el corazón de la
Campania.
Pero no es la luz sobre la vida en la pequeña ciudad del
imperio romano lo que hace grande este interesante trabajo de experta volcado en
el lector no versado. Lo que vuelven especiales estas páginas sobre Pompeya es
la honestidad de su autora sobre las numerosas sombras que aún proyectan estos
restos arqueológicos a la hora de conocer la verdadera historia de Roma. Beard
marca las incógnitas, revela sus dudas sobre numerosas cuestiones que aún quedan
ocultas a nuestros ojos. Así las recomendaciones de la catedrática de Cambridge
para visitar el yacimiento y su interesante relato sobre la historia que estamos
pisando lleva implícito un mensaje de aliento: aún hay misterios en las paredes
de Pompeya. Sigamos descubriéndolos.