En esta ocasión es Fernando Sánchez Dragó quien se ha sentido obligado a echar su cuarto a espadas para decir que España no le gusta y que con un Rodríguez Zapatero vencedor en las elecciones del 9 de marzo, él no se queda a vivir aquí y se larga al extranjero. Lo cierto es que ha escrito un libro que se está vendiendo muy bien en toda España a juzgar por las listas de libros más vendidos de los culturales de los principales periódicos de tirada nacional, incluida La Vanguardia.
No se puede negar que en el firmamento de la cultura española Sánchez Dragó brilla con luz propia. Histriónico, maestro de la puesta en escena, es tan amado como odiado. Nacido en 1936, su biografía está jalonada por una extensa y variada producción intelectual. Conferenciante, escritor de libros de índole muy diversa y presentador de espacios radiofónicos o televisivos, sus espacios vitales están esparcidos por todo el globo terráqueo. En España, su piso en el castizo barrio de Malasaña y su casa en Castilfrío, un pueblo de bella piedra en la Soria siberiana, constituyen sus centros básicos de operaciones. Políticamente se le situaría en la derecha desde una trayectoria juvenil que le llevó en los años cincuenta a la madrileña cárcel de Carabanchel, universidad donde se formó lo mejor de la oposición al franquismo. Ha escrito en el diario El Mundo que jamás votaría a Rodríguez Zapatero aunque sus discrepancias con el Partido Popular sean enormes y profundas en muchas cuestiones de importancia como es la religión.
Los folios salidos de su vieja máquina de escribir Olympia retoman el sentir de Unamuno, Ortega y José Antonio Primo de Rivera para tratar de salvar los restos de la vieja Hispania. Es difícil, las cosas van a peor. Ahí está una inmigración que Sánchez Dragó contempla desde una perspectiva no lejana a la de Oriana Fallaci y que podría ser “el caballo de Troya del fascismo”
En esta entrega, recién puesta a la venta, Sánchez Dragó ha subido el tono melodramático hasta límites de máxima tensión y, en parte debido a esa tensión y en parte a su capacidad narrativa, el resultado es un libro cuya lectura se ciñe al lector con una pasión que requiere una incondicionalidad que no todo el mundo está dispuesto a aceptar.
Como se lee en la introducción a este volumen, Sánchez Dragó ha construido un libro que se articula en tres partes. La primera de ellas, la más breve, se escribió entre el 29 de julio y el 15 de agosto de 2007. Tras esta primera parte de carácter introductorio, cuyo título reza “De la España Mágica a la España Hortera”, la segunda lleva por título “A contraespaña”, y fue escrita “de un tirón” a lo largo del verano de 2006. Por último, la tercera parte fue redactada en los meses de agosto, septiembre y octubre de 2007, y su título es nada más y nada menos que “¿Arriba España?”.
“De la España Mágica a la España Hortera” comienza con la confesión de Sánchez Dragó según la cual a lo largo de su existencia ha sido “catequista de la congregación María Inmaculada, comunista, trotskista, anarquista, socialdemócrata, creyente, ateo, agnóstico, gnóstico…”. Tras circular por creencias tan diversas, Sánchez Dragó se define como un ser incapaz de aguantar una segunda victoria de Zapatero en la próximas elecciones del 9 de marzo. Si éste ganase las elecciones, la España que representa le sería insoportable a nuestro autor, y transformado en Sinuhé solitario y lobo estepario dejaría España de forma definitiva e irrevocable. Páginas las de este primer tercio que reflejan el desasosiego de un autor que tras escrituras como las de Gárgoris y Habidis y la de Muertes paralelas contempla con desesperación la destrucción de España a manos del nacionalismo y de la propia miseria moral de los españoles.
Nuestro autor se pregunta qué le une a España. Su respuesta es que dos sacramentos le hacen ser español. El primero de ellos es la lengua, verdadera patria de todo escritor, o incluso de cualquier ser humano. El segundo sacramento no es otro que la tauromaquia
“A contraespaña” constituye una reflexión en torno a una España que ha crecido en las dos últimas décadas ajena a la ética y la estética. Invadida España, en opinión de Sánchez Dragó, por “la chusma”, “el populacho”, la mala educación y la incultura, y oxidada hasta la Administración de justicia, poco puede hacerse. La envidia, los pésimos modales y una “atávica sinvergonzonería” hacen difícil reformar un país que, al compararlo Sánchez Dragó con Japón e India, países más libres, más educados y que funcionan mejor, sale mal parado.
“¿Arriba España?”, tercera parte de este volumen, ahonda todavía más la crítica. El que fue patriota de niño se declara apátrida y expañol. Los folios salidos de su vieja máquina de escribir Olympia retoman el sentir de Unamuno, Ortega y José Antonio Primo de Rivera para tratar de salvar los restos de la vieja Hispania. Es difícil, las cosas van a peor. Ahí está una inmigración que Sánchez Dragó contempla desde una perspectiva no lejana a la de Oriana Fallaci y que podría ser “el caballo de Troya del fascismo”. A título de ejemplo recuerda que a Japón, en el año anterior al momento en que escribe, arribaron tan sólo quince inmigrantes. Entre los datos sobre los que hace circular su inquietud, señala que Madrid ha sido la ciudad de Europa en la que se ha producido un mayor número de muertes violentas.
Ya en el ocaso de un texto que contempla a los españoles como cobardes, cainitas y sanguinarios (“los cojones se acabaron en la batalla del Ebro"), comparables en su desgracia únicamente al pueblo ruso, nuestro autor se pregunta qué le une a España. Su respuesta es que dos sacramentos le hacen ser español. El primero de ellos es la lengua, verdadera patria de todo escritor, o incluso de cualquier ser humano. El segundo sacramento no es otro que la tauromaquia. De fondo religioso aunque crítico con las religiones monoteístas, Sánchez Dragó sólo tiene por verdadera creencia el toreo, con José Tomás como sumo pontífice. Pero ni aún así es fácil encontrar en las páginas de este libro algo que justifique la existencia de Sánchez Dragó en la vieja piel de toro excepto si pensamos que aquí se gana la vida muy bien y que su marco de referencias significativas está incardinado en la vieja Iberia. Además, ¿en qué otro lugar del mundo le iban a dar el momio televisivo que le ha convertido en el único presentador duradero de un programa de libros y de un telediario de autor que le proporciona entretenimiento y un buen dinero?