Los dos parten del aprecio de la buena obra realizada en los primeros años del régimen democrático, cuando se echaron los cimientos del actual sistema. No es un exageración afirmar que forman parte, desde su profesión, una de las más activas en la consolidación del proceso que llevó a la liquidación de la dictadura, del grupo fundador y luego defensor, contra las amenazas golpistas y los atentados de la extrema derecha y del nacionalismo terrorista vasco, de aquella democracia, y de que, por ello, son acérrimos partidarios del consenso básico de la Transición, es decir, la no exclusión del adversario (algo que, por cierto, no parecen haber entendido del todo José Luis Rodríguez Zapatero y su círculo).
De este modo, no es extraño que generacionalmente estén alejados de la mentalidad del presidente del Gobierno. Un hombre cuya sensibilidad, por un lado, encaja como un guante con los que, de cualquier edad, impugnan la legitimidad de la actual monarquía parlamentaria basándose en su supuesto origen espurio (memoria histórica, abuelo Lozano, republicanismo radical, alianza con grupos antisistema como ERC, BNG y ecocomunistas, etc.) y, por otro, es muy proclive a las demandas de las jóvenes generaciones rupturistas que encarnan el ideal pacifista selectivo (antiamericanismo), el nuevo antisemitismo (considerar que Israel practica el Holocausto inverso), el multiculturalismo (en su formulación de aprecio como proyectos progresistas del etnicismo indigenista latinoamericano y nacionalista peninsular de carácter cultural –-vasco, catalán y gallego-- y del islam político) y las posiciones relativistas, todo ello basado el en caldo de cultivo del altruismo y la ética indolora como elementos centrales de su mentalidad.
En un análisis que estudia la oposición al Gobierno lo lógico es que la autora se centre en el partido liderado por Mariano Rajoy y empiece por su trabajo al frente de la organización tras la traumática derrota del 14 de marzo de 2004 y la posterior desbandada de buena parte de quienes deberían haber arrimado el hombro para rehacer la desplomada moral del PP
Se ha forjado de este modo una gran alianza de grupos y sectores que entiende y justifica la acción política desde la base de la pureza de intenciones como coartada que ennoblece la lucha en defensa de cualquier causa, por contraproducente que pueda resultar en su desarrollo. La consecuencia de estos principios rectores, que giran en torno a una identidad autocomplaciente y narcisista, es la absoluta carencia de autocrítica, el sectarismo más exacerbado y la demonización de los adversarios políticos hasta convertirlos en enemigos.
Así, la primera consideración importante de Pilar Cernuda es que la única y verdadera oposición, dura, a veces injusta, ha sido la desempeñada por el PP, mientras el resto de los grupos han colaborado con los socialistas, facilitando además que el gabinete ejerciese la función de oposición a la oposición. Esta es, en mi opinión, una de la mayores lacras de la etapa de Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno, verdadera disfunción del sistema democrático: pedir cuentas a quien corresponde exigirlas, para anularlo como oposición e impedir que cumpla con el papel que tiene asignado en el sistema, intentando liquidar su legítima aspiración a vencer en las elecciones a través del trabajo como agente que controla la labor gubernamental.
Otra consecuencia de esta disfunción que describe la autora al detallar la actitud de los grupos minoritarios radica en el hecho de que, pese a no formar parte del Gobierno y no tener más que pactos puntuales con éste, ninguno ha actuado como verdadera oposición en consonancia con la exclusión de quien trata de ejercerla (el PP). Nadie quiere sentarse junto al que supuestamente representa y encarna todos los valores negativos (xenofobia, machismo, belicismo, especulación, centralismo, franquismo, etc.). La plasmación de esta verdadera aberración democrática tomó forma institucional en el Pacto del Tinell, que pretendía buscar la muerte política del PP estableciendo en torno a él un cordón sanitario que lo aislase como si de una organización apestada se tratase. Hasta CiU, que no había firmado ese acuerdo, corrió como una centella hasta el notario para certificar que jamás aceptaría ningún acuerdo o alianza con el PP.
En definitiva, según la autora, el trabajo de Mariano Rajoy fue un éxito debido a la tenacidad del líder popular y su equipo y a los tremendos errores del presidente del Gobierno en política antiterrorista y proyecto de reorganización territorial
Por lo tanto, en un análisis que estudia la oposición al Gobierno lo lógico es que la autora se centre en el partido liderado por Mariano Rajoy y empiece por su trabajo al frente de la organización tras la traumática derrota del 14 de marzo de 2004 y la posterior desbandada de buena parte de quienes deberían haber arrimado el hombro para rehacer la desplomada moral del partido, a fin de ejercer la oposición y aspirar a competir con posibilidades por el poder.
Es en esta etapa cuando se gesta el núcleo de máxima confianza, los resistentes que aguantaron a pie firme con Rajoy para evitar el desmoronamiento del partido. De ahí el protagonismo de Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, que desde ese momento decisivo, gracias a su fidelidad, nunca perdieron el favor del líder pese a ser las caras que recuerdan en el imaginario popular los trágicos días del 11 al 14 de marzo. Ninguno de los dos puso las bombas, evidentemente, pero casi nadie quiere recordar aquello. Fueron la parte más visible del chivo expiatorio.
Poco a poco, Rajoy y su equipo, practicando a menudo una oposición bronca y exacerbada, no en vano la supervivencia del partido (y hasta del sistema –en mi opinión--), estaba en jugo, fueron avanzando posiciones y colocando al partido en una situación de menor desventaja. En lo que se refiere a la radicalización de sus posturas, la autora proporciona datos que revelan menos derechización (nulo corrimiento de posiciones comparado con la radicalización de los nacionalistas y con el representado por las alianzas del PSOE con partidos antisistema como ERC y BNG) de la que le atribuyen sus adversarios o enemigos. Nadie quiere admitir, ni siquiera los interesados, que la jerarquía eclesiástica, los líderes mediáticos de la derecha, como el periodista Jiménez Losantos y sus terminales, y los grupos de presión católicos, han marcado, muchas veces para su disgusto, la agenda de los líderes del PP. Es normal que en un sector tan amplio del espectro político haya cierta diversidad, no otra cosa ocurre en la izquierda y entre los nacionalistas independentistas (que en el País Vasco van desde el cura Setién al asesino en serie Iñaqui de Juana Chaos), pero ante los oponentes este marcaje no significa otra cosa que el PP se ha convertido en la “derecha extrema”, como si estar aliado con los facinerosos políticos de ERC o los antisemitas del BNG fuera un ejercicio de “moderación” política.
En definitiva, según la autora, el trabajo de Mariano Rajoy fue un éxito debido a la tenacidad del líder popular y su equipo y a los tremendos errores del presidente del Gobierno en política antiterrorista y proyecto de reorganización territorial, fruto de su escasa preparación política, ligereza y disposición para el engaño.
Lo curioso es que esta debilidad política, que tanto daño ha causado a Rodríguez Zapatero en las relaciones con los socios políticos y la oposición, y aquí Pilar Cernuda da con el verdadero centro de la cuestión, “no la percibe un sector muy amplio de la ciudadanía, obnubilado por su forma de ser, de actuar, de decidir, de comportarse”. Esta es la sustancia escurridiza con la que se ha enfrentado Rajoy, muy bien sintetizada en el título de este notable libro.