En un número anterior de
Ojos de Papel me
preguntaba ¿
quién teme a
Mario Vargas Llosa?, a partir de una serie de declaraciones
generadas tras la concesión del Premio Nobel. Todo indica que la carta enviada
por
Horacio González a las autoridades de la Feria del Libro es prueba
del mismo temor. ¿Por qué, si no, tras calificar de “sorprendente” la presencia
de
Vargas Llosa en el acto inaugural, pedir su exclusión del mismo al
considerar “sumamente inoportuno el lugar que se le ha concedido”?
González no quiere “limitar” la voz de
Vargas Llosa, pero pide que
se “reconsidere esta desafortunada invitación que ofende a un gran sector de la
cultura argentina”, y para eso lo mejor es designar “a un escritor argentino”
representativo de “las diferentes corrientes artísticas y de ideas” presentes en
la sociedad. Así, la conferencia del escritor peruano, que escucharía “con
respeto en la disidencia”, podría darse en la Feria pero no en su inauguración”.
González reconoce a
Vargas Llosa como un excelente literato, pero
lo define como un “militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos
populares” de América Latina con argumentos que “lamentablemente… deforman
muchas realidades” y justifican “las peores experiencias políticas del pasado”.
En la misma sintonía se expresó
Aníbal Fernández al manifestar
que
Vargas Llosa “no sería quizás la mejor elección”, al ser un “fiel
exponente de la derecha reaccionaria”. Lo describió como “un talentoso escritor
cuya ideología liberal lo ha llevado a manifestarse abiertamente en contra de
los gobiernos populares de la región y que no ha perdido oportunidad de insultar
a nuestro gobierno gratuitamente”.
Florencio Randazzo, ministro del
Interior, aportó su grano de arena al señalar que “
Vargas Llosa está en
las antípodas de entender un espacio como el peronismo. Y cuando él fue
candidato a presidente en Perú, salió cuarto”. A la vista del escándalo que
podría significar, tanto para su propia imagen como para la del país,
intervino
Cristina Fernández de Kirchner para evitar tamaño
despropósito y solicitó a
González que retirara su pedido, algo que el
director de la biblioteca hizo disciplinadamente.
Lo más preocupante es que el remedio
frente a la agresión externa sea el numantinismo, el provincianismo, el cerrarse
sobre si mismo y sobre ciertos valores, como el nacionalismo, que se pretende
defender
Lo preocupante no son los exabruptos
contra
Vargas Llosa, a los que ya estamos acostumbrados. Lo más
preocupante es que el remedio frente a la agresión externa sea el numantinismo,
el provincianismo, el cerrarse sobre si mismo y
sobre ciertos
valores, como el nacionalismo, que se pretende defender.
De esa forma
González consideró que para ocupar el lugar de
Vargas
Llosa en la inauguración “hay numerosos escritores argentinos que pueden
representar acabadamente un horizonte común de ideas, sin el mesianismo
autoritario que hoy [lo] aqueja”. Este cerrar filas sobre las más puras esencias
de la nacionalidad se repitió tras el discurso de
Vargas Llosa y como
réplica a unas duras declaraciones de
Fernando Savater contra el
peronismo. De alguna manera, la presencia del novelista peruano y del filósofo
español servía para amplificar la idea de una agresión foránea contra Argentina.
La polémica había ganado intensidad después de que
Savater
hiciera unas duras
declaraciones
contra el peronismo y criticara la política de prensa del
gobierno. Para
Savater, el peronismo “es un fenómeno que viví de pequeño.
Lo relaciono con el franquismo porque el dictador
Francisco Franco era un
entusiasta de
Juan Domingo Perón y yo no era un entusiasta de
Franco. Por extensión, tampoco fui un entusiasta del peronismo. Ahora ya
es un poco arqueología”. Concluyó remachando que autoproclamarse “peronista es
semejante a llamarse Tiranosaurio Rex o algo por estilo”. Si a esto añadimos
algunas manifestaciones de
Vargas Llosa en la Feria del Libro se
comprende el revuelo generado: “he criticado ciertas políticas en la Argentina
que me parecen equivocadas porque soy un hombre libre. Voy a seguir criticando
todo lo que me parezca mal, aunque a algunos los ofenda” Meses atrás había dicho
que “
Cristina Fernández es un desastre total. Argentina está conociendo
la peor forma de peronismo, populismo y anarquía. Temo que sea un país
incurable”.
El mensaje es claro: no es ético que
los extranjeros vengan a criticar una realidad que no es la suya y, por lo
tanto, no entienden
Frente a estas agresiones
Aníbal Fernández respondió en su cuenta de
twitter que “No es
ético que un filósofo español como
Fernando Savater hable barbaridades de
un partido político que gobierna un país soberano como la Argentina”. El mensaje
es claro: no es ético que los extranjeros vengan a criticar una realidad que no
es la suya y, por lo tanto, no entienden. No se trata de un mensaje únicamente
argentino sino que
está muy
extendido en América Latina. ¿Cuántos mexicanos, por
ejemplo, sostienen que para entender “bien” la Revolución Mexicana hay que ser
mexicano? La lectura es similar a la de aquellos argentinos, numerosos, que
afirman que sólo los argentinos pueden entender lo que es el peronismo. Tampoco
es un mensaje sólo pronunciado por los políticos, ya que está muy instalado en
buena parte de la opinión pública.
Entre las manifestaciones más
sorprendentes, más por su procedencia que por su contenido, destacan la del
ensayista
Osvaldo Bayer y la del actor
Federico Luppi.
Bayer, que pasó un largo exilio en Alemania durante la última dictadura
militar, sugirió que
Vargas Llosa se fuera a su país, “al que abandonó
para ser europeo y que tantas miserias tiene”. En defensa de la carta de
González afirmó que “Es una costumbre en las ferias del libro del mundo
que en el acto inicial hable un representante de la cultura de ese país y que
hable de la cultura en ese país. No tenía sentido de que un señor, porque haya
recibido el Nobel, inaugure la Feria del Libro de Argentina”. Para
Luppi,
que vivió largas temporadas en España, la presencia de
Vargas Llosa buscó
hacer daño y más cuando trató de “negar los hechos, inventar los que no ocurren,
hablar de países sobre los que se desconoce. Ha trabajado para molestar y para
crear una polémica falsa”.
Frente al peligro exterior nada
mejor que izar la bandera patria y cerrar las fronteras. No hay que admitir la
injerencia imperialista, sea norteamericana o europea, que en aras de proclamar
la democracia sólo intenta reproducir las condiciones de
dominación
Aníbal
Fernández fue, una vez más, una de las voces más altisonantes. A él
le “parece horrible lo que hacen”
Vargas Llosa y
Savater, quienes
le provocan “vergüenza ajena” al ir “a otro país a decir esas estupideces”. De
su amplio catálogo de declaraciones se pueden rescatar las siguientes: “¿Qué les
importa a ellos [lo que pasa en el país]? La Argentina es un país soberano que
tiene derecho a hacer lo que se le antoja” y que
Vargas Llosa “insulta
cada vez que tiene posibilidad a la presidenta”
Kirchner. A
Savater le recomendó “ocuparse de su vida”, porque “viene a la Argentina
a hablar mal del partido que gobierna en la Argentina”. Sin embargo sus
declaraciones radiofónicas alcanzaron uno de sus momentos más elaborados y
sublimes cuando conminó directamente al filósofo: “Cerrá el pico, papi. Metete
en lo tuyo y andá a opinar a España”. También consideró “de pésima factura
meterse en otros países soberanos a decir cosas de esas características”. “Yo
con
Franco no tengo nada que ver, ni quiero, ni me interesa, ni me
interesó nunca”. “¿Qué opinan de la Argentina? ¿Qué tienen que opinar del
peronismo? ¿Qué tiene que ver el peronismo con el franquismo?
Franco lo
detestaba a
Perón”.
Una vez más se ha puesto en evidencia la
escasa
capacidad de los regímenes populistas de encajar las
críticas, vengan de donde vengan. Si bien es cierto que
las críticas internas son más controlables, el problema aparece cuando éstas
vienen del exterior. Dentro su poder es mayor, no sólo por la capacidad de
reproducir su discurso a través de los medios afines, sino también porque en
buena parte de los países deben enfrentar oposiciones divididas y sin propuestas
claras. Se trata de unas oposiciones que se han dejado arrebatar el discurso
progresista y de reivindicaciones sociales por quienes lo utilizan únicamente
con fines políticos. Por eso frente al peligro exterior nada mejor que izar la
bandera patria y cerrar las fronteras. No hay que admitir la injerencia
imperialista, sea norteamericana o europea, que, ya se sabe, en aras de
proclamar la democracia sólo intenta reproducir las condiciones de
dominación.