A la hora de actuar en las favelas cariocas tanto el gobierno federal, como
el estadual y los propios militares brasileños tuvieron en cuenta una serie de
circunstancias. En primer lugar las fechas de 2014 y 2016, en que se celebrarán
el Mundial de Fútbol de Brasil y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, unas
fechas que cada vez están más próximas y en las que el país se juega buena parte
de su imagen y su prestigio internacionales.
Uno de los grandes
problemas a enfrentar es el de la seguridad ciudadana, que tiene en los sectores
más pobres de la población urbana uno de sus principales focos, y que se ve
constantemente alimentada por la presencia de bandas de narcotraficantes en las
favelas de los grandes centros urbanos. La percepción de que el monstruo no
paraba de crecer era notoria, así como la idea de que a mayor tamaño de la hidra
mayores problemas para acabar con ella.
En contra de lo que muchos creen, la
connivencia con el narcotráfico es un suicidio social de consecuencias
imprevisibles
Otro elemento considerado fue
la experiencia mexicana en el combate contra la droga. Tradicionalmente los
militares brasileños se habían mostrado reacios a comprometer sus fuerzas en la
lucha antinarcóticos por el temor a ser fagocitados, o corrompidos en el empeño.
Un temor semejante se observa a lo largo y ancho de América Latina. Sin embargo,
la experiencia mexicana y el derrame del problema a América Central han
permitido que algunas lecturas cambiaran de signo. Lo que ha demostrado el caso
de México es la corrupción existente dentro de las fuerzas policiales y la
inviabilidad de dejar desasistidos a la población y al estado, salvo que el
objetivo buscado fuera la autodestrucción. En estos casos la intervención de las
Fuerzas Armadas debe ser contemplada.
Tengo mis dudas de que la
legalización de las drogas sea la solución del problema, pero mientras ésta
llega, y todavía queda mucho tiempo por delante para que esto ocurra, el
monopolio de la violencia debe estar claramente en manos del estado y los
delincuentes, comenzando por los narcotraficantes y lavadores de dinero, deben
ser reprimidos. En contra de lo que muchos creen, la connivencia con el
narcotráfico es un suicidio social de consecuencias imprevisibles.
Hay que impulsar políticas sociales
que hagan posible disminuir radicalmente la desigualdad de estas sociedades y
que sin ser la principal causa del narcotráfico sí es un importante caldo de
cultivo para su supervivencia y
extensión
Quizá una de las notas más
importantes de la reciente experiencia brasileña sea el apoyo popular con que
contaron las fuerzas policiales y militares que entraron en las favelas. En
lugar de un silencio cómplice con los delincuentes había calor y apoyo para
quienes buscaban erradicarlos de los barrios más pobres de Río de Janeiro,
aunque éstos fueran uniformados. Junto a esta nueva actitud, favorecida por la
presencia estable de policías especiales dentro de las favelas, se veía a
numerosos pobladores señalando el lugar dónde algunos de los buscados se
ocultaban o a madres entregando a sus hijos que habían equivocado el rumbo y
apostado por el atajo del delito y de la vida fácil.
Señalaba hace poco
Joaquín Villalobos la importancia de crear una visión positiva de la
lucha contra el narco, dando la vuelta a la aureola de “robin hoods” que
acompaña a los narcotraficantes. Los narcocorridos y los culebrones televisivos
donde los narcos son los héroes de la película son sólo dos pequeñas prueba de
ello. De ahí su pedido de que se cambiara el signo de los hechos y de que los
malos fueran convertidos en buenos y viceversa. Pero para que esto ocurra no
basta con transformar la direccionalidad del relato o realizar buenas campañas
de relaciones públicas. También hay que impulsar políticas sociales que hagan
posible disminuir radicalmente la desigualdad que caracteriza a estas sociedades
y que sin ser la principal causa del narcotráfico sí es un importante caldo de
cultivo para la supervivencia y extensión de las “bandas o comandos de amigos”
que lo hacen posible.
Como se ha vuelto a ver en Brasil,
la lucha contra el narcotráfico tiene un contenido político
importante
En Colombia la política de
seguridad democrática ha sido una importante palanca para poder dar un giro
copernicano en el combate contra el terrorismo y el narcotráfico. El apoyo
social a las fuerzas de seguridad colombianas fue trascendental. Aquí sí que la
diferencia con México, Guatemala o El Salvador es manifiesta y aquí es dónde es
necesario acabar con el terror que paraliza a la sociedad y atenaza a sus
miembros.
Como se ha vuelto a ver en Brasil la lucha contra el
narcotráfico tiene un contenido político importante. Probablemente el gobernador
de Río de Janeiro, en el caso de que la actual campaña termine con mayores
victorias, obtendrá un rédito considerable en su carrera política futura. De
todos modos lo que queda claro, y en este sentido la experiencia guerrillera en
América Latina es importante, es que si se quiere derrotar al narcotráfico es
importante dejar sin agua a los peces, restándole cualquier cuota de apoyo
social con la que puedan recubrir su accionar.