Una
parada de souvenirs de El Cairo copto (foto de Marc Javierre)
Fuad
y Assouf, cristianos coptos, pertenecen a esa minoría religiosa que el Estado
egipcio reconoce con cortapisas, a pesar de que la Constitución establece la
libertad de creencia y su práctica (“Egipto es un Estado democrático basado en
el principio de la ciudadanía”, artículo I). “No hay estadísticas oficiales de
los coptos en Egipto”, asegura Assouf, un chico tímido, aventajado, con gafas,
algo enclenque, con la mirada de una figura tanagra, bondadosa, tan penetrante
que parece que ha sido contaminada con clembuterol. Según algunas páginas de
internet, la cifra ronda los ocho millones de seguidores, la mayoría
devocionarios practicantes, aunque Fuad y Assouf mantienen que 15 millones de
egipcios profesan este rito. Marginados en una sociedad musulmana que mira con
cierto recelo otros credos (la sinagoga de Chaar-Hachamaim, en la calle de Adly,
está custodiada por una tanqueta de la Policía Central de Seguridad, con
uniformes negros y Kalashnikov terciado, detrás de una valla protectora de
acero), los coptos se enorgullecen de su pasado, que miman y que tratan con
respeto, y refuerzan sus rasgos propios que les identifican. Fuad y Assouf se
han tatuado una cruz griega entre el dedo gordo y el índice de la mano derecha.
“Casi todos los coptos estamos tatuados, así nos reconocemos entre nosotros”,
habla y enmudece Fuad, bajito, astuto como un tejón, el primer varón de una
familia extensa (un hermano peluquero, más pequeño que él, y cinco hermanas
casadas o con un pie en el altar), que baja la voz en medio del puente parisino
de Asr el-Nil, sulfurado porque el siroco no lleve sus palabras a oídos de los
leones del jedive Ismail que custodian la entrada. Fuad y Assouf, en El Cairo
islámico y oficial, tienen un montón de preguntas que nadie les sabe responder,
y que jamás se han planteado formular delante de su círculo de amigos (ellas,
con velo o con
niqah; ellos, incapaces de cuestionar los dogmas). Es en
Facebook donde pierden la vergüenza.
A. ¿Hay
represión en Europa? En julio pocos se van a las playas de Sharm
El Sheik. Para Fuad y Assouf supone el primer mes en el que trabajan, en una
tienda de souvenirs con cielo de paja y adobe, bajo un sol sofocante y de
cuarcita, abrasador, justiciero, demoledor. Creen que su jefa les pagará 700
libras egipcias (más o menos, unos 70 euros al cambio), un buen sueldo por
muchas horas de engatusar al turista y de hacer que toque la mercancía.
“Where are you from? Where are you from? English? Italian? French?”,
ametrallan con la estela de vocabulario de su economía crítica, la frase que más
repiten. Se levantan a las seis de la mañana y terminan el turno a las seis de
la tarde. Comen con los dedos el
Ta'Miya, de varios condimentos, y
amodorrados por el calor insoportable, se recuestan hasta las primeras horas de
la noche, cuando empieza la vida.
B. ¿Se ha de
llegar virgen al matrimonio en Europa Fuad se va a mear cada vez
que se bebe un vaso de zumo de caña de azúcar
(asab), que compra por dos
libras egipcias (0,20 euros) en un puesto callejero en la plaza de Tahrir, el
bullicioso centro de El Cairo. Aunque bien podría mear en la calle, como hace
más de uno a la salida de la estación de Nasser del metro, él prefiere para
hacer sus necesidades buscar lo más parecido a un restaurante (espacios abiertos
al aire libre con mesitas de cobre y narguiles), al otro lado de la mezquita de
arcos lobulados y del edificio estatal Mogamma, en el que se gestionan trámites
burocráticos con la velocidad de un caracol. Se acaba de ‘graduar’ (licenciarse)
en Filología Castellana, idioma que escogió por lo bien que le suena. Con un
dominio asombroso del lenguaje (entiende que
la siesta, la mar de las
veces no pasa de ser un duermevela) si lo medimos con los años que lo ha
estudiado (no más de seis), alaba a la Selección española, reciente campeona del
Mundial de Fútbol de Sudáfrica, y se queda boquiabierto recordando los altos
índices de muertos en carretera cada fin de semana en España (“sigo el
Telediario de TVE por satélite”; los tejados de los edificios de la capital se
han cubierto de un manto de parabólicas, cuyas antenas apuntan al Emirato de
Qatar —sede de la cadena de televisión Al Yazira— y a la BBC). Fuad se queja de
las pobres pensiones que cobran las personas mayores en Egipto (“mi padre recibe
una paga de 120 libras por mes [no más de 20 euros]. ¿Se puede vivir con
esto?”). Él asume que es
el intelectual de la casa, aunque le duele no
encontrar un trabajo de traductor o algo similar en el que aplicar sus
conocimientos. Le gustaría visitar España, y pregunta por las listas de parados,
al tanto de la desastrosa situación laboral provocada por la crisis económica
global. Crítico con la realidad de su país (“hay mucho ladrón”), comprende que
los gobiernos municipales de muchos estados de la Unión hayan aprobado
resoluciones para prohibir el uso del burka en las instituciones públicas,
aunque él quita importancia a la “mujer tapada” porque se considera una
tradición arraigada (los escaparates de las vías principales de la ciudad, como
Talaat Harb, se han convertido en expositores monocromáticos en los que
predomina el negro apocado de los trajes largos de una pieza, con un velo
sombrío que sólo deja ver los ojos negros pintados con purpurina y coloretes
lilas).
C. ¿Están perseguidos allí los homosexuales
Assouf tiene un hermano que se llama igual que él. Interrogador
suspicaz, cursa tercer año de castellano (él prefiere usar el término
español) de la escuela de idiomas. Continuamente hace mención a su
profesora Laura, una andaluza que vivió unos años en Barcelona para luego
bajarse al Magreb. Perspicaz, curioso, afable, con un afán desmesurado por
aprender nuevas palabras (
consenso)
y frases populares que
desconoce (“no veo un pijo”), aunque a veces solucione a su manera los problemas
con la lengua: “Yo tengo una
amadora, una chica con la que salgo y con la
que voy a pasear al parque [de pago, por dos libras egipcias, para evitar que
entre “la chusma”, según la guía
Lonely Planet]. No es una amante ni una
novia, sino una amadora”. Se pierde por las callejuelas medievales de la ciudad
(con un área metropolitana en la que se hacinan 24 millones de almas), puesto
que es originario de una población del delta del Nilo, y no tiene reparos en
incordiar a diestro y siniestro para preguntar por las direcciones de lugares
tan próximos como lejanos (caminar supone esquivar una continua serpiente de
mercaderes ambulantes —babuchas sin su pareja, ruecas para el ventilador,
mazorcas de maíz asadas, especias como el cilantro y las hebras de azafrán…—).
Sueña con viajar a España, a Andalucía, que conoce por libros de Historia y por
una tesis antigua que corre entre los estudiantes de su edad (“tengo una tesis
en la que dice que en España hay muchas partes que se quieren independizar”).
Por ello mira en los tablones del centro en el que se cuelgan las becas de
movilidad para formarse en el extranjero (se las apunta en un papel sucio que
podría pasar por un papiro). Desinteresado hasta que se muestra reticente sin
motivo aparente, circunspecto y recatado (“¿por qué estás interesado?”), todo lo
resuelve con esta fórmula de conveniencia que le sirve de aforado introito: “Te
voy a responder a esa pregunta…”. Atado a la moral, virtuoso y con una seriedad
precoz, sólo se ha ido de fiesta a una discoteca una vez en su vida, cuando
cumplió 18 años. Su padre, profesor de Filosofía, le dio permiso para salir
hasta las tantas. En taxi (amarillos, alocados, temerarios, sin control ni
taxímetro) recorrieron la calle de Al-Giza parando en los locales en los que
pinchaban a
Sherine y bebieron cerveza sin alcohol marca Birell.
D. Y ¿es verdad que se puede no bautizar a los hijos
Fuad y Assouf venden bagatelas en el puesto callejero del
barrio copto, en el que algunos agentes de la Tourist Police pedirán su
remuneración por la información facilitada: “A la derecha, la sinagoga de Ben
Ezra; recto, la iglesia de San Jorge, con la cueva bajo el altar, donde se
refugió la Sagrada Familia… Un premio por mi servicio, por favor”.
Un
minibazar con cofrecillos de nácar y adornos taraceados, bustos de Nefertiti,
postales envejecidas prematuramente (de la presa de Asuán y de la pirámide de
Saqqara) y libros desfasados de Abu Simbel (algún kiosquero cercano ofrece
panegíricos de Sadam Husein)…
Para escapar del fundamentalismo religioso
y del terrorismo islamista, estos dos chicos, que se relacionan entre ellos como
si fueran primos, se han abierto una cuenta en Facebook, y allí dan rienda
suelta a su imaginación, contactando con personas de medio mundo, y se expresan
sin sospecha ni resquemor, y cuelgan las fotos tomadas con sus teléfonos móviles
(varias de ellas, con el Nilo de fondo, con o sin falúas).
“Si quieres,
te agrego como amigo”, me solicitan, sin saber que me borré de este entramado
virtual (amigos que sólo te saludan en la Red y que nunca antes te habían
felicitado el cumpleaños). De sus direcciones de correo en Facebook sobresale
esta palabra escrita en inglés, ubicada en el centro de todos sus mensajes,
bravos y breves, sinceros y con la compresión del centeno:
“Love”.
DESPIECE I El análisis interno
Título:
“Tensiones étnicas”
Las tensiones étnicas entre los musulmanes y los
cristianos en Egipto suceden a gran escala, y aún así son un fenómeno nuevo en
nuestra sociedad. Egipto se ha caracterizado siempre por ser un país muy
tolerante. Esta historia comienza cuando muchos compatriotas viajaron al Golfo
Pérsico en busca de trabajo y regresaron un tiempo después a sus casas; algunos
de ellos se trajeron consigo la intolerancia
wahabí del Islam.
Los coptos de Egipto afirman que no son tratados igual que los
musulmanes del país, que representan a más del 90% de la población. Algunos
arguyen que los coptos no tienen libertad para construir nuevas iglesias o para
renovar las actuales parroquias.
Creo que parte del problema se reduce a la
naturaleza de la educación que se da a nuestros niños en las aulas de la nación.
Algunos libros de texto escolares fomentan la división. Otros describen a los no
musulmanes como
infieles. Al mismo tiempo, a veces, los
predicadores de las mezquitas llenan los corazones de los creyentes con odio,
cosa que también hacen algunos sacerdotes de la iglesia cristiana. A esto cabe
añadir la creciente penuria económica de los egipcios, cuyo bienestar ha
disminuido considerablemente. Muchos licenciados del país no encuentran trabajo,
mientras que otros hacen trabajos que no tienen nada que ver con los estudios
que han recibido. Esta es una de las razones que hay detrás de la tensión y los
conflictos.
Emr Emam, Editor de
The Egyptian Gazette
DESPIECE II La visión del Estado egipcio
Título: “Concordia”
La sociedad egipcia se ha destacado siempre
por la armonía y las buenas relaciones fraternales entre los creyentes de las
dos religiones mayoritarias del país: la musulmana y la cristiana. En casi todos
los barrios, se alzan las mezquitas al lado de las iglesias en completa
concordia. Las fiestas religiosas emblemáticas de las dos religiones son fiestas
nacionales egipcias. En el caso cristiano, lo es la fiesta de la Navidad
cristiana ortodoxa, el 7 de enero. Por lo tanto, los cristianos egipcios
constituyen una parte inseparable del tejido social egipcio y gozan de todos los
derechos y las obligaciones de cualquier ciudadano egipcio. Ni siquiera se les
puede referir con el término “minoría” teniendo en cuenta las connotaciones
negativas de la palabra como pueden ser represión o discriminación.
El
actual gobierno de Egipto cuenta con dos ministros cristianos, ocupándose uno de
ellos de un ministerio tan clave como el de Hacienda Pública. De igual modo,
altos cargos en todos los niveles de la administración provincial y local son
ocupados por cristianos egipcios. Otro tanto se puede decir del mundo
empresarial, en el que una de las referencias es Naguib Sawris, egipcio
cristiano cuyas inversiones abarcan un gran abanico que va desde las
telecomunicaciones hasta la infraestructura pasando por el turismo y los medios
de comunicación.
Mohamed Abdel Baset, Director de la Oficina de
Información de la Embajada de Egipto en España
DESPIECE III
Informe de la diplomacia estadounidense sobre la libertad
religiosa en Egipto, publicado el 26 de octubre de 2009
Título:
“Trabajos forzados”
La situación de respeto de la libertad religiosa en
Egipto ha disminuido por el incremento de la violencia sectaria. Sin embargo,
también ha habido algunos acontecimientos positivos: las acciones de los
tribunales y del Ministerio del Interior, que han abierto las puertas a la
posibilidad de que se publiquen los documentos nacionales de identificación, que
contienen un guión o la palabra
otro en el campo de afiliación religiosa.
Asimismo, el Tribunal de Casación concedió a una madre cristiana copta la
custodia de sus dos hijos a pesar de la conversión de su padre al Islam.
[…] Las autoridades gubernamentales egipcias detuvieron y hostigaron a
algunos conversos del Islam al cristianismo. Una cristiana dijo a los
funcionarios que las autoridades gubernamentales la habían violado. Otro mostró
cicatrices de maltrato físico, y dijo que había sufrido palizas durante su
detención. Un juez condenó a un sacerdote copto a cinco años de trabajos
forzados por oficiar una boda entre un copto y un convertido del Islam...
Fuente:
ACNUR