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miércoles, 4 de julio de 2007
José Tomás, regresa un torero en Barcelona
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[9173] Comentarios[0]
La temporada taurina española este año está marcada por el regreso de José Tomás y la despedida de Jesulín de Ubrique.

www.ojosdepapel.com

Juan Antonio González Fuentes

La presente temporada taurina en España está marcada por un regreso y una despedida. El adiós es el de Jesulín de Ubrique, quien a sus 33 años recién cumplidos considera que los toros le han dado todo lo que debían darle, es decir, dinero, fama y popularidad. El regreso es el de José Tomás, el diestro de Galapagar que dejó hace cinco años los ruedos cansado de la monotonía y el quizá inevitable automatismo que se había instalado en su forma de ejercer el arte del toreo.

Son dos polos casi opuestos de entender el toreo, dos conceptos antagónicos, dos puestas en escena radicalmente dispares. Jesulín vino a representar en las postrimerías del siglo XX ese tipo de torero que pudiéramos calificar como “del hambre”, una tipología que encontró en los últimos cincuenta años de nuestra historia dos ejemplos realmente buenos: “Manuel Benítez, el Cordobés” y Sebastián Palomo Linares. Son los hombres humildes e iletrados que se lanzan al ruedo a enfrentarse con la fiera con el descaro de quien quiere comerse el mundo a toda costa, y bajo un lema o consigna archiconocido por todos: “más cornadas da el hambre”. En efecto, el hambre debe dar cornadas terribles, pero el “hambre” de Jesulín, en la España europea y a la vez marbellí, no era un hambre de bocadillos de sardinas en lata o de potajes calientes a la hora de la cena, no era un hambre de estómago resonante como los tambores de guerra apache en los mejores western americanos. El hambre de Jesulín de Ubrique era un hambre de economía con empresas multinacionales y bancos que absorben y lanzan opas, un hambre de Mercedes descapotables, leopardos sinuosos atados con diamantes a la puerta reluciente del cortijo, y mujeres que te lanzan su ropa interior perfumada con aromas propios de la alta costura francesa. Jesulín se retira porque ya tiene descapotable, cortijo, fieras enjauladas, mujeres, hijos, y las Hormigas Blancas le dedican minutos de su preciado tiempo, al igual que a las tonadilleras más grandes de España, o a otras grandes del país, o del Estado, según se mire a la derecha o a la izquierda del horizonte, como la Duquesa de Alba, doña Cayetana. Jesulín se retira porque a sus ojos de niño grande lo ha conseguido todo toreando, hasta compartir finos y jamoncito del bueno con la señora Duquesa, la de los rizos de oro.


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Plaza Monumental de Toros de Barcelona


José Tomás ha vuelto a los ruedos después de reflexionar un lustro..., que ya es reflexionar. En ese tiempo otros pesadores escribieron La rebelión de las masas, o La crítica de la razón pura, pero él, José Tomás, no ha escrito nada, pero eso sí, ha engordado en madurez, en reposo, en hondura, en pisar terrenos que ningún otro pisa, salvo el toro, claro.

El regreso del diestro madrileño tuvo lugar en Barcelona, y no apunta a casualidad. Barcelona, dicen, es la capital mundial de una geografía muy determinada: la de los antitaurinos. Pero la nueva presencia del maestro dinamitó por completo los tópicos haciendo uso del tópico elevado a la enésima potencia, elevado a mito y leyenda de capote y el mundo por montera. En la capital de la geografía pirata antitaurina, la Monumental registró un lleno hasta la bandera, y casi veinte mil aficionados, con pinturas de guerra rojo y gualda en sus rostros, salieron por fin de las trincheras y se vieron las caras y se dijeron lindezas con los no taurinos. Estupor en la Ciudad Condal. Las huestes taurinas barcelonesas, que se daba por seguro estaban aniquiladas, sepultadas bajo toneladas de supuesto antiespañolismo sulfuroso y zoofilia en grado sólo platónico, de repente han salido de sus oscuros rincones para seguir en su reaparición al maestro con segundo nombre de apóstol. Los taurinos catalanes se han multiplicado como lo hacen los panes y los peces en el pasaje bíblico, y todo gracias a la vuelta de un maestro que sólo tiene hambre, que sepamos, de arte y de toreo. José Tomás se retiró a pensar, lo hizo cual filósofo asceta y humilde, y ahora de nuevo está en el albero, incluso en el albero catalán, sembrando afición por la tauromaquia y sin necesidad de encerrar a nadie, ni opinantes ni animales cornudos, en ningún laberinto, ni conceptual ni temático.

La tauromaquia es grande y es polémica, ahí reside parte de su grandeza irreducible. Casos como el de Jesulín o el de José Tomás no explican y lo complican. Dan para mucho hablar los toros, pero nuestro tiempo aquí ha terminado.

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


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