viernes, 2 de junio de 2006
Charles C. Mann: “1491. Una nueva historia de las Américas antes de Colón” (Taurus, 2006)
Autor: ojosdepapel - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Libros y autores en Blog personal por Historia de América
Un libro que a radicalmente nuestra percepción de la América precolombina


www.ojosdepapel.com

Título: 1491. Una nueva historia de las Américas antes de Colón
Autor: Charles C. Mann
Editorial: Taurus
Lugar y fecha: Madrid, 2006
Páginas: 640
Precio: 23 €

Tradicionalmente, nos han enseñado que los primeros habitantes de América entraron en el continente atravesando el estrecho de Bering doce mil años antes de la llegada Colón. Se daba por supuesto que eran principalmente bandas reducidas y nómadas, y que vivían sin ar la tierra de modo que las Américas eran, a todos los efectos, una inmensa región natural intacta. Sin embargo, durante los últimos treinta años, los arqueólogos y antropólogos han demostrado que estas suposiciones, igual que otras que también se sostenían desde hace tiempo, eran erróneas.

En un libro tan asombroso como persuasivo, Charles C. Mann revela conclusiones tan novedosas como que en 1491 había más habitantes en América que en el continente europeo; que algunas ciudades, como Tenochtitlán, tenían una población mayor que cualquier ciudad contemporánea de la época, además de contar con agua corriente, hermosos jardines botánicos y calles de una limpieza inmaculada; que la prosperidad de las primeras ciudades americanas se alcanzó antes de que los egipcios construyeran las pirámides; que los indios precolombinos de México cultivaban el maíz mediante un procedimiento tan sofisticado que la revista Science lo ha calificado recientemente como “la primera hazaña, y tal vez la mayor, en el campo de la ingeniería genética”; o que los nativos americanos transformaron la tierra de forma tan completa que los europeos llegaron a un continente cuyo paisaje ya estaba modelado por los seres humanos.

Charles C. Mann arroja nueva luz sobre los métodos empleados para llegar a estas nuevas visiones de la América precolombina y sobre el modo en que éstas afectan a nuestra concepción de la historia y a nuestra comprensión del medio ambiente. 1491 es un relato apasionante de diversas investigaciones y revelaciones científicas de primera magnitud que cambiarán radicalmente nuestra forma de ver la América precolombina.

1491 fue seleccionado entre los mejores libros de 2005 por: The New York Times, The Washington Post, Amazon, Time y Discover.

Charles C. Mann es corresponsal de Science y del Atlantic Monthly. Coautor de varios libros, ha recibido, entre otros, los premios de la Asociación Americana de Abogados, la Fundación Margaret Sanger, el Instituto Americano de Física y la Fundación Alfred P. Sloan. Sus trabajos se han incluido en las antologías The Best American Science Writing 2003 y The Best American Science and Nature Writing 2003.

CRÍTICAS

“Una obra maestra.” William H. McNeill, The New York Review of Books.

“El libro de no ficción que más me ha impresionado este año.” Ronald Wright, Times Literary Supplement.

“A menos que usted sea antropólogo, posiblemente todo lo que sabe sobre la América precolombina es erróneo. La evaluación que realiza Mann sobre las últimas revelaciones constituye una corrección estimulante. [...] Un estudio excelente y muy accesible sobre el pasado de América.” Kirkus Reviews.

“Bien documentado y escrito con brío, [...] de lectura entretenida y muy accesible. [...] Hay pocos libros mejores para introducirse en las civilizaciones de la América precolombina, y ninguno más actualizado que éste.” Felipe Fernández-Armesto.

1491. Una nueva historia de las Américas antes de Colón

Charles C. Mann

Éste es un libro fruto de la curiosidad y el entusiasmo. De la curiosidad que le produjo al autor un viaje a la península del Yucatán, y del entusiasmo que le provocaron los vestigios de civilizaciones desconocidas hasta entonces para él. Curiosidad azuzada por la polémica que estos restos suscitaron entre los científicos a los que acompañaba como reportero. Ese viaje fue el inicio de una serie de investigaciones y de encuentros con las culturas precolombinas.

LOS INDIOS

Norteamericano, Mann conocía el término "indio" desde pequeño. Los libros de historia que había estudiado le habían enseñado que los indios eran unos seres tribales de pasado inmóvil, para los que los siglos habían ido pasando sin que sus vidas cambiaran lo más mínimo. Seres ajenos a la civilización y al progreso. Lo que Mann nos va mostrando en este libro es una América precolombina rica en civilizaciones diferentes, que se fueron superponiendo y sucediendo entre conflictos y avatares, como cualquier otra civilización objeto de interés para los historiadores, arqueólogos y antropólogos que trabajan en otras latitudes.

Después de mucho escuchar, viajar, documentarse y reflexionar, Mann se pregunta por qué los avances en el conocimiento de lo que fueron las culturas anteriores a la llegada de Colón a América, siguen siendo conocidos solamente por una minoría de expertos. Por eso escribió este libro en el que, con una agilidad y una honestidad intelectual sorprendentes, nos acerca lo que se sabe y lo que aún se ignora de nuestros vecinos de ultramar.

La agilidad le viene al autor de su habilidad como periodista científico y de su calidad de escritor, que es capaz de dar vida a personajes, paisajes y episodios con los que crea relatos que se fijan en la memoria por su vigor, su color y su claridad. Y la honestidad la muestra desde las primeras páginas, en las que no oculta ni su inclinación por una de las interpretaciones, ni los argumentos que pesan contra ella.

EL DEBATE SOBRE EL DESARROLLO DE LA AMÉRICA PRECOLOMBINA

La esencia del debate es si, antes de Colón, América era un territorio casi virgen, próximo al paraíso terrenal, o era, al contrario, un territorio densamente poblado, en el que los humanos habían manipulado la naturaleza.

Es curioso que esta segunda hipótesis, que es la que el autor presenta con mayores avales, sea rechazada sobre todo por los ecologistas e indigenistas, quienes ven en ella la refutación de su imagen idílica de un continente en el que, antes de la llegada del hombre blanco, los indios vivían en armonía perfecta con la naturaleza virgen. Al contrario, incluso en zonas que hoy consideramos vírgenes, los sistemas de colonización de las tierras eran entonces tan sofisticados o más que los que sus coetáneos utilizaban en Europa.

EL ERROR DE HOLMBERG

En nuestra percepción de la América precolombina seguimos anclados en lo que Mann denomina "el error de Holmberg". Holmberg fue un investigador que llegó a Bolivia en los años cuarenta y entró en contacto con uno de los pueblos nativos, los sirionós, una pequeña población de poco más de un centenar de personas que al científico le parecieron supervivientes de un periodo ancestral, como "petrificaciones de nuestro pasado". La comunidad científica aceptó las hipótesis de Holmberg y se reafirmó en el convencimiento de que América era un continente sin pasado, en el que simplemente los siglos habían transcurrido sin que los grupos humanos evolucionaran y sin que el ser humano tuviera ninguna curiosidad ni pulsión innovadora.

Veinte años después, la visión de los sirionós cambió completamente. Nuevas investigaciones, con técnicas más modernas, mostraron que el escaso número de sirionós se debía a un "cuello de botella genético", que se produce cuando hay una gran reducción de población en un periodo muy breve. Una epidemia de gripe y viruela había reducido en más del 95% la población de sirionós, justo unos años antes de que Holmberg entrara en contacto con ellos. Además, el ejército boliviano pretendía desalojarlos de sus lugares tradicionales de vida, donde la presión de los ganaderos era cada vez mayor. Lo que Holmberg calificó de nómadas de la selva sin recursos propios para subsistir, no eran restos del paleolítico, sino supervivientes que trataban de seguir sobreviviendo en condiciones muy adversas.

Estos mismos sirionós que sirvieron para alimentar el mito del salvaje permanente, poblaban las llanuras del Beni, una zona del interior de Bolivia muy llana, que se inunda completamente durante la época de lluvias. En estas llanuras todavía se aprecia, al sobrevolarlas, que los habitantes habían construido un sistema de diques, montículos y pasos elevados que les permitían no solamente vivir en ellas todo el año, sino también sacar el máximo partido al sistema de inundaciones. Por los restos hallados y por la magnitud de la obra, necesariamente tuvo que ser un pueblo numeroso y con una organización social sofisticada.

EL DESCONOCIMIENTO PERDURA

Éste es solamente un ejemplo de hasta qué punto hemos desconocido y mal interpretado la historia de América. Es cierto que todavía no se sabe exactamente cuándo se pobló América. Las hipótesis coinciden en que fue en un pasado relativamente reciente, que oscila entre treinta mil y trece mil años. Ni tampoco se sabe si la emigración llegó solamente por el norte, a través del estrecho de Bering, o también por el sur, a las costas de Chile, donde se han encontrado restos de hace treinta mil años.

El libro rebate ideas muy afianzadas: la escasa población, su carácter predominantemente nómada, la simpleza de sus civilizaciones, la pobreza teológica de sus religiones, que contesta reproduciendo un diálogo entre monjes franciscanos y sacerdotes mexicas, o su espíritu sanguinario, que compara eficazmente con las prácticas europeas del momento, desde la tortura hasta las crueles ejecuciones en la plaza pública, que entusiasmaban a los numerosos espectadores.

PERSPECTIVAS DIFERENTES

Mann nos abre perspectivas diferentes, y lo hace apelando a nuestra imaginación tanto como a nuestro raciocinio. Su habilidad y su fuerza como narrador van en paralelo con los requisitos de credibilidad y de solvencia que debe tener un ensayo. La introducción concluye con una visita guiada por el continente a vuelo de pájaro, una visita por el espacio y por el tiempo. En ella entramos en contacto con pueblos míticos que construían, antes del año 1000, ciudades mayores de lo que París era en aquel momento, con sistemas de alcantarillado y diseños urbanos mucho más limpios que cualquier urbe europea, y que, antes de que los conociéramos, perecieron o desaparecieron por las guerras y sobre todo, según se cree, por fenómenos climáticos como los llamados "mega Niño", periodos en los que la gran corriente del Pacífico produjo sequías y olas de calor mucho más intensas de las que se vivieron en 1925, y que acabaron con muchas civilizaciones del alto Amazonas y de Perú.

Este vuelo nos sitúa en condiciones de recorrer la América de 1491 y de tratar de descubrir lo que realmente se encontraron los conquistadores, y por qué desapareció en tan pocos años tras su desembarco.

PRIMERA PARTE. ¿NÚMEROS CAÍDOS DEL CIELO?

Ésta es una historia de América antes de Colón, y sus protagonistas son los indios que vivieron en primera persona las relaciones con los recién llegados.

TISQUANTUM

Tisquantum, un wampanoag de la costa de lo que hoy conocemos como Nueva Inglaterra, trabajó como intérprete y asesor para los Peregrinos del Mayflower que llegaron en 1621. Tisquantum conocía la lengua inglesa porque años antes había sido apresado por el capitán John Smith, el de Pocahontas, y trasladado a Inglaterra, donde había vivido como atracción en casa de un noble.

A modo de relato de aventuras, la vida de Tisquantum, su alianza con los Peregrinos y su conspiración fallida contra el sachem (jefe) de su propio pueblo le sirven al autor para irnos contando lo que ahora se sabe sobre los Massachusett, los Wampanoag, los Nauset y los Narragansett, los pueblos que habitaban la costa este. Eran numerosos, hermosos, sanos y mucho más limpios que los europeos recién llegados, a los que consideraban bastante tontos. El relato concluye con la práctica desaparición de los pueblos de la costa, exterminados no por las armas de los recién llegados, sino por la viruela. Los cálculos más recientes estiman que el 90 por ciento de la población murió por esta enfermedad.

¿POR QUÉ CAYÓ EL IMPERIO INCA?

Algo parecido sucedió entre los incas de Atahualpa, coincidiendo prácticamente con la llegada de Pizarro. El gran imperio inca, equiparable en extensión, organización y riqueza a cualquiera de los que han existido en la historia, se había desarrollado durante siglos, extendiéndose territorialmente, provocando numerosas migraciones internas, promoviendo una lengua común y estructurando la sociedad de forma eficaz, en el sentido de conseguir una riqueza generalizada y que no hubiera hambre en el imperio.

¿Por qué cayó ante menos de doscientos recién llegados? Mann desmiente que fueran las armas de fuego, poco precisas y menos eficaces que las hondas incendiarias o las flechas de los indios, ni tampoco los caballos, que, tras el susto inicial, los indios aprendieron a abatir con las bolas enlazadas por cuerdas que lanzaban contra sus patas. La superior tecnología metalúrgica de los recién llegados es un argumento que también contesta el autor: los incas trabajaban el metal con tanta o más sofisticación que los europeos, pero con otros objetivos: no buscaban la resistencia, la dureza y el afilado, sino la plasticidad, la maleabilidad y la contundencia. No fabricaron acero no porque no tuvieran hierro ni la tecnología para hacerlo, sino porque preferían trabajar el oro y la plata.

Las razones que Mann suscribe para la rápida caída de los incas fueron la desunión interna en el momento de la llegada de Pizarro, con una verdadera guerra de sucesión en marcha, y, de nuevo, las enfermedades: la viruela y la hepatitis. Entre 1533 y 1565 están documentadas varias epidemias de viruela, además del tifus y la gripe, y, años después, la difteria y el sarampión. En menos de un siglo, las epidemias acabaron con nueve de cada diez habitantes de la "Tierra de las cuatro regiones", como los incas llamaban a su imperio.

EL EFECTO DE LAS EPIDEMIAS

La devastación causada por las epidemias plantea otro interrogante: ¿por qué estas enfermedades se cebaban en los indios, mientras que los europeos eran prácticamente inmunes a ellas?

Las hipótesis más creíbles hablan de una vulnerabilidad genética que tiene dos causas: los indios no habían estado expuestos antes a los agentes patógenos y, por eso, no habían desarrollado la inmunidad de los portadores europeos, y su homogeneidad genética era mayor que la de los europeos, lo que acentúa el efecto de las epidemias.

A ello se añadió que, sin conciencia de epidemia, los indios tampoco aplicaban las prácticas de cuarentena y aislamiento de los europeos, con lo que las enfermedades se propagaban a gran velocidad. Y, en fin, los patógenos no solamente se contagiaban de los humanos, sino también de los animales domésticos que los conquistadores llevaban consigo.

SEGUNDA PARTE: HUESOS MUY ANTIGUOS

La segunda parte trata de los orígenes de los habitantes de América, y de cómo se formaron las civilizaciones que los europeos encontraron a su llegada. Los protagonistas, en este caso, no son los indios, sino los arqueólogos y antropólogos que, en Perú y en México sobre todo, llevan más de un siglo especulando, discutiendo y enfrentándose, sin haber conseguido llegar todavía a un consenso mínimo.

DIFERENCIAS ENTRE ESTUDIOSOS

Estas diferencias son tan virulentas que trascienden el ámbito académico y, quizás por eso, cada hipótesis y contrahipótesis, cada teoría y la polémica que la acompaña, o la interpretación dispar de cada nuevo yacimiento excavado, dan pábulo a todo tipo de charlatanes que aprovechan la circunstancia para llenar el mercado de best sellers que se asemejan, en sus argumentos, a las novelas de ciencia ficción.

Mann resume e ilustra "el progreso realizado en la compresión de la antigüedad, la diversidad, la complejidad y la sofisticación tecnológica de las sociedades indias". Sin caer en la tentación de dar por cierto lo que aún es dudoso, proporciona elementos clave para comprender que, a las cuatro civilizaciones que siempre hemos estudiado que conformaron el mundo que conocemos (la sumeria, la egipcia, la india y la china), habría que añadir la americana.

La resistencia a aceptarlo se debe probablemente al menor conocimiento que tenemos de ella; en parte a que nos ha sido ajena, en el sentido de que no se ha interrelacionado con la cultura europea como las otras; y en parte, a que era una civilización totalmente diferente. Por ejemplo, la agricultura no se desarrolló principalmente para la alimentación, sino también para el vestido: el cultivo fundamental del Pacífico era el algodón. La cultura del maíz contribuye a esa visión diferente, porque el maíz no era, como el trigo o el arroz, una planta que creciera en estado salvaje y que el hombre aprendiera a cultivar y mejorar. El maíz es una "creación" del propio humano y se cultivaba en pequeños campos acompañada de cultivos complementarios como las habas y las calabazas, proporcionando una visión completamente diferente a la que los habitantes del delta del Nilo podían tener de las enormes extensiones de tierra convertida en alimento.

Otra diferencia sustancial es que no son civilizaciones surgidas alrededor de grandes ríos, sino al borde del mar y en los pantanos, con todo lo que esto implica para la percepción del tiempo, de la tierra y de la vida. Esto explica también que, conociendo la rueda, la utilizaran para realizar juguetes y no la desarrollaran para el trabajo: en los pantanos las ruedas no son útiles, y sin animales de tiro, tampoco.

Así, sucesivamente, el autor va desgranando los elementos de unas civilizaciones fascinantes, tan ricas y diversas que consiguen abrumar a los propios arqueólogos. Y al lector, que no sale de su asombro al comprender el manejo de los tres calendarios que utilizaban en Mesoamérica o al situar allí el primer uso que se conoce del cero como concepto matemático.

TERCERA PARTE: PAISAJE CON FIGURAS

Una que vez que Mann ha desmontado, o al menos sembrado dudas, sobre el escaso número de pobladores de la América precolombina y sobre la pobreza de sus civilizaciones, en la tercera parte Mann discute el tercer lugar común: que los indios vivían en la naturaleza, pero no intervenían en ella. Lo hacían, y de tal forma que, en ocasiones, esta intervención es una de las causas fundamentales del declive o la desaparición de una determinada civilización.

TRANSFORMACIÓN DE LA NATURALEZA

En América del Norte, la idea de que los indios se limitaban a cazar los bisontes que vivían en las praderas es un espejismo. Los indios conservaban y creaban praderas mediante el fuego, realizando grandes quemas con las que generaban ciclos de destrucción de bosques y propiciaban, al mismo tiempo, su regeneración posterior. Actuaban como reguladores, como lo hace la propia naturaleza con los rayos o las erupciones volcánicas, pero también como diseñadores, dirigiendo el fuego y planificando las quemas en función de sus intereses y sus necesidades.

Además del fuego, realizaron obras de ingeniería hidráulica de las que se tiene certeza en los alrededores de San Luis, desviando ríos con consecuencias muy desfavorables a largo plazo, sobre todo porque estas obras se unieron a la deforestación y provocaron inundaciones y avalanchas que arruinaron las poblaciones. Resulta llamativo, como señala Mann, que esos mismos errores los sigamos cometiendo todavía.

Los mayas tampoco se privaron de intervenir sobre el territorio. Al contrario, una de las causas de la desaparición de la civilización maya en el sur del Yucatán parece ser que estriba en que su vida dependía de la irrigación y las canalizaciones gracias a las que mantenían los cultivos; un largo periodo de guerras hizo imposible mantener estas infraestructuras y la consecuencia fue una hambruna tal que las grandes ciudades desaparecieron.

Pero quizás la mayor transgresión de Mann está en su alineamiento con quienes defienden que la Amazonia tiene también mucho de paisaje artificial. Cuando Orellana descendió por primera vez el río, su expedición dejó constancia de grandes poblamientos en las riberas, con soldados acompañados de músicos que atacaban según el sonido de los instrumentos, con canoas, trajes, adornos y armas. Sus testimonios, entre los que incluían a las amazonas guerreras, no fueron tenidos en cuenta, y siglos después los científicos los refutaron claramente al elaborar la teoría de la "limitación ecológica", según la cual los escasos pobladores del Amazonas solamente podían practicar rudimentarias técnicas de quema y desbrozado en pequeñas parcelas que la selva cubría de nuevo al cabo de dos o tres cosechas.

LA LLEGADA DE LOS EUROPEOS

Esto excluía cualquier posibilidad de que hubieran existido civilizaciones amplias y perdurables. Mann defiende, por el contrario, que los pobladores que ahora conocemos son producto de una regresión ecológica provocada al huir de las zonas que habitaban tradicionalmente ante la presencia de los colonizadores y sus enfermedades.

Los indicios en que se apoya son los restos arqueológicos y el análisis de las tierras y los árboles, que demuestran que los indios habían desarrollado técnicas de plantación de frutales que contenían el avance de la jungla y eran capaces de enriquecer los suelos fabricando la llamada terra preta, una especie de carbón vegetal. En su opinión, el prejuicio generalizado ante la deforestación nos está impidiendo reconocer las vías originales mediante las que las culturas ancestrales actuaron sobre la naturaleza sin destruir por eso la riqueza amazónica. Al contrario, generaron una diversidad que permitía al ser humano vivir en ese entorno.

La llegada de los europeos tuvo, a corto plazo, dos efectos simultáneos sobre el ecosistema en términos biológicos: la práctica desaparición de los indios, "especie clave" para la regulación de la naturaleza, y la importación de especies hasta entonces desconocidas en el continente.

Algunas de estas especies no se adaptaron, pero otras lo hicieron con tal ímpetu que transformaron por completo el ecosistema. En realidad, eso es lo que ha ido pasando en todo el planeta a lo largo de los siglos. Lo que sucede hoy día es que cada vez más seres humanos se espantan de la destrucción que han generado. Y, al mismo tiempo, esos seres humanos son precisamente los que viven en Londres, París o Nueva York, o incluso en Brasilia o Sao Paulo, igualmente alejados de esos otros humanos que conviven con la naturaleza y la necesitan para vivir.

CONCLUSIÓN

La conclusión que Mann extrae es que "si hay una lección que tener muy en cuenta es que, si queremos pensar como los habitantes originales de estas tierras, no debemos poner nuestras miras en reconstruir un entorno del pasado, sino en concentrarnos en dar forma a un mundo en el que sea posible habitar en el futuro".