Reseñas de libros/No ficción
Desmontando el 98
Por Margarita Márquez Padorno, sábado, 28 de abril de 2001
A finales del siglo XIX se generó en España un mito de pesimismo alrededor de la derrota del 98, un lugar común que Moreno Alonso intenta desmitificar a través de esta crítica histórica a la Literatura del Desastre.
En plena desintoxicación de eventos conmemorativos del 98, aparece La
Literatura del Desastre, un análisis crítico de lo que este movimiento
literario generó en las conciencias de la sociedad española coetánea y del mito
pesimista creado a su alrededor para la posteridad. El punto de partida es más
que interesante, a pesar de que su autor sea un historiador más especializado en
la España de 1808 -y más específicamente en la biografía de José María Blanco
White- que en la de fin de siglo. Este pone todo su empeño en desmontar el mito
del Desastre, desmitificando la pérdida de las últimas colonias como punto
álgido del marasmo nacional. Pero los objetivos dispersos y múltiples del libro
y unas formas poco ortodoxas en cuanto al desarrollo, hacen perder las miras de
lo que en su inicio apuntaba como una estupenda crítica histórica.
Ya nos
advierte Moreno Alonso en el prólogo del libro que éste no es sino el desarrollo
de sus reflexiones “en clave barojiana” surgidas de un congreso de historia
contemporánea sobre el 98 y desarrolladas a partir de obras de Baroja. Cada
capítulo va introducido por el título y un breve comentario de un libro de don
Pío, coherente con las características de la literatura del desastre que
inmediatamente después desarrolla. Así va enumerando obras: la feria de los
discretos, el árbol de la ciencia, la lucha por la vida, los visionarios…
enlazando sus contenidos o los mismos títulos con los aspectos de este momento
de inflexión en nuestra historia.
Quedan perfilados los conceptos de esta
literatura: la poca preparación de los autores para analizar la historia, el
presente y sus consecuencias, la desinformación que tienen acerca de las causas
y el desarrollo de la pérdida colonial y, sobre todo, la utilización de la
derrota de ultramar para sacar a la luz pública “los males de la patria” que
tenían causas muy anteriores y diversas
Hay muchos
empeños en este libro, quizás excesivos para un solo proyecto. Abarcar el
desmentido del Desastre tras el 98 a través de la literatura es tarea ardua y
suficiente para una investigación. Sin embargo, en esta crítica nos encontramos
con otros temas que si bien podrían ser un estupendo telón de fondo para el
objetivo principal, se convierten en protagonistas paralelos y aparecen en
primer plano como sucesivas estrellas fugaces. Al impacto que causa la pérdida
de Cuba y Filipinas y al que provoca la literatura sobre la misma en la sociedad
española finisecular, se suma repentinamente una revisión crítica sobre la
Generación Literaria del 98 o más bien sobre el encasillamiento al que sus
miembros son sometidos por los críticos clásicos. Si bien es cierto que todos
ellos en algún momento de su obra “practican” la literatura del desastre, Moreno
Alonso recurre a estos autores, especialmente a Baroja, Maeztu y Unamuno para
indagar en su obra general, en su evolución y en su desarrollo mucho más allá
del Desastre. Aparecen, además, pinceladas biográficas de las figuras de
Ganivet, Valera y Costa, coetáneos y antecesores: los precursores. El Ateneo de
Madrid, la Institución Libre de Enseñanza, el Regeneracionismo o la política de
la Restauración asoman también a las páginas del libro no como marco del tema a
tratar sino como pequeños temas centrales que poco más adelante se
dispersan.
Y a pesar de esta pluralidad de temas, se quedan perfilados
los conceptos de esta literatura: la poca preparación de los autores para
analizar la historia, el presente y sus consecuencias, la desinformación que
tienen acerca de las causas y el desarrollo de la pérdida colonial y, sobre
todo, la utilización de la derrota de ultramar para sacar a la luz pública “los
males de la patria” que tenían causas muy anteriores y diversas. Moreno Alonso
abunda en la falsedad aceptada como lugar común de que el 98 es el fin de una
época, el toque de fondo de una España muerta e incapaz de rehacerse.
La literatura del desastre está salpicada de interesantes
anécdotas de la época y de citas literarias de Baroja que amenizan el transcurso
de la lectura pero a su vez, le restan seriedad a una crítica que ya adolece de
rigor científico (no hay notas ni citas en el texto ni bibliografía final).
Cuando se acaba el libro, uno no sabe si el objetivo de la crítica era la
literatura del desastre, la generación del 98, el sistema de la Restauración, la
generación de Costa, la Institución Libre de Enseñanza o, por el contrario, los
críticos de todos ellos. A pesar de todo, el libro de Moreno Alonso es un buen
trabajo que resume el momento político de la España de fines del siglo XIX,
momento en el que los intelectuales comienzan a tomar conciencia de grupo para
comenzar su actuación pública.