martes, 4 de septiembre de 2007
Puccini en una vieja maleta
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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Unas investigadores han encontrado en una vieja maleta dos latas de galletas con una película. En esa vieja cinta de 1915 aparece Puccini tocando al piano una melodía desconocida.

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Juan Antonio González Fuentes

Según he leído en algunas de sus numerosas biografías, más de una vez le propusieron a John Ford, el director de western como él mismo se definía, el que se encargase de poner en pie en los escenarios de casas de ópera como las de San Francisco o Los Ángeles una ópera.

La idea siempre entusiasmó al genial director de cine, pero lo que no le entusiasmaba nada, más bien casi le sacaba de sus casillas, es que la propuesta siempre fuese la misma: poner en escena la ópera de Puccini La fanciulla del West (La muchacha del Oeste), la única (que yo sepa) entre las del gran repertorio que se desarrolla en una ambiente de western, es decir, con caballos, rifles, cananas, pistolas, sombreros stetson, etc... John Ford se negó a llevar a cabo dicha posibilidad cuantas veces se la pusieron encima de la mesa, le indignaba su sola contemplación. Él lo que siempre quiso fue dirigir La Bohème.

Ya sabemos que a Puccini le debemos un considerable número de óperas imprescindibles. Lo que sabe menos gente es que algunas de sus amantes, que no fueron pocas, inspiraron dichas óperas o, al menos, aparecen en ellas de forma más o menos disfrazada. En el caso que nos ocupa ahora, La fanciulla del West (1908), su protagonista femenina es Minnie (soprano), una mujer del salvaje Oeste americano, con mucha fuerza y carácter, que está inspirada, según señalan los expertos, en Giulia Manfredi, la propietaria de una taberna cercana a la casa de Puccini en Torre del Lago, con la que músico mantenía una relación que podríamos calificar de íntima.


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Giacomo Puccini


La señora Manfredi era una buena moza: medía metro y ochenta centímetros, era cazadora y ponía en su sitio a cuanto borracho y rufian se acercaba a su establecimiento. En otras palabras, era la viva imagen de la Minnie de la ópera, era la muchacha del Oeste. Con esta mujer Puccini tuvo un hijo ilegítimo que fue sacado del pueblo nada más venir al mundo para que no levantara ninguna sospecha, y acabó entregado en adopción en la ciudad de Pisa. El niño creció y se convirtió en Antonio Manfredi, un tipo que era la viva imagen de Puccini. Antonio jamás llegó a conocer a su famoso padre, y murió en la ciudad que lo acogió de recién nacido, Pisa, a la edad de 66 años, bastante pobre y muy enfermo, curiosamente para el hijo de un genio de la ópera, de cáncer de garganta.

Pero en la vida a Antonio Manfredi le dio tiempo a tener una hija, una tal Nadia. Esta mujer guardaba en su casa una maleta heredada de su padre, una maleta a la que jamás hizo ningún caso, hasta que Paolo Benvenuti y Gulio Marlia, miembros de la escuela de cine Intolerance de Viareggio, tras seguir numerosas pistas y hallazgos en torno a la vida de Puccini, dieron con dicho objeto y examinaron su contenido. Cuál no sería su sorpresa cuando en la maleta hallaron numerosas fotografías y cartas que relataban y testimoniaban la relación entre Puccini y Giulia Manfredi; y su sorpresa aumentó muchos enteros al observar también dos cajas de galletas que guardaban una película muy mal conservada.

La cinta está fechada en 1915, y tras ser sometida a modernos procesos de conservación y recuperación, los sabuesos puccinianos comprobaron estupefactos que contenía momentos de la vida diaria del músico, entre ellos uno en el que el autor de Tosca toca al piano una melodía desconocida que, gracias al estudioso de Puccini, el músico Ricardo Moretti, ha podido ser reconstruida y valorada. La película y el fragmento de música inédita que contiene tienen una valor extraordinario, y hoy martes día 4 de septiembre de 2007 se estrena en la Bienal de Venecia.

De nuevo, en un cine veneciano, Puccini regresará a la vida, y con él su historia de amor con Giulia Manfredi y su música. Música nueva que respirará otra vez para el público, para todos, desde un día de 1915 conservado en un material inflamable en el interior de unas cajas de galletas guardadas en una vieja maleta abandonada. La vida es el mejor cuento posible, de eso no me cabe la menor duda.

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.