jueves, 21 de diciembre de 2006
Epigramas de Oscar Wilde: perversidad inteligente
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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Aquí dejo unas muestras de la inteligente perversidad de Oscar Wilde, una perversidad de la que en buena medida manaba su talento de escritor.

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Juan Antonio González Fuentes

Quiero comenzar estas líneas señalando las dudas que me asaltaron con respecto a la oportunidad de publicar esta selección de epigramas de Oscar Wilde. La principal razón de mis dudas se fundamentaba en el escaso interés que, en nuestros días, pudieran tener la reflexiones y sentencias oscarianas en torno a asuntos tales como el matrimonio, la familia, las relaciones amorosas, las mujeres, la elegancia o la llamada “vida en sociedad”. Por decirlo de otro modo, pensaba que tanto en lo temático como en lo referente a su propia encarnadura verbal, estos notables artificios de ironía, ingenio y conocimiento del ser humano, quizá le resultasen al lector actual significativamente planos, e incluso, hasta un poco gastados o “pasados de moda”.

Sin embargo, no tardé mucho en descubrir que el único problema existente se encontraba en mi temor a mostrarme sin ambages como un admirador del quehacer literario del escritor irlandés, algo a todas luces lamentable y por desgracia nada infrecuente, según nos dejó apuntado el gran Edmund Wilson en su espléndido libro Crónica literaria.

Así que confeso y abochornado por mis dudas y temores, aquí dejo estas muestras de la inteligente perversidad de Oscar Wilde. Una perversidad de la que en buena medida manaba su talento de escritor, y que lo empujaba -como sugiere el ya mencionado Edmund Wilson- no sólo “a perturbar las expectaciones del mundo convencional por medio de chocantes paradojas y escandalosa conducta, sino que lo hacía traicionar su credo pagano con su complacencia en el arrepentimiento cristiano”. Perversidad-arrepentimiento, siempre la paradoja como fundamental clave de lectura para un más fructífero acercamiento a la vida y obra de Wilde.

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Oscar Wilde

Por último, una noticia y un agradecimiento necesario. Todos los epigramas que pueden leerse a continuación están extraídos de la obra teatral The Importance of Being Earnest, y forman parte del libro Epigrams, publicado en Nueva York (sin fecha precisa) por Peter Pauper Press, y que compré en el año 1991 durante mi estancia en la Leicester University, en Inglaterra. En este mismo volumen se encuentran epigramas seleccionados de las siguientes obras de Wilde: Lady Windemere’s Fan; An Ideal Husband; A Woman of no Importance; The picture of Dorian Gray; Some Oscariana; The decay of Lying; The critic as artist.

El agradecimiento va dirigido a Dámaso López García, que ha echado un benévolo vistazo a esta traducción, y con quien por mil razones (y ninguna de ellas pequeña) estoy en permanente y gustosa deuda.

Epigramas extraídos de la obra La importancia de llamarse Ernesto:

-Insistiendo en permanecer soltero, el hombre acaba convirtiéndose en una permanente tentación pública.

-Los divorcios están hechos en el cielo.

-Un noviazgo no puede ser serio si no se ha roto al menos en alguna ocasión.

-Sólo hay una forma de hacerse disculpar el vestir ocasionalmente de forma exagerada: ser siempre exageradamente cortés.

-En modo alguno los deberes de un caballero deberían interferir con sus placeres.

-Muy raras veces la verdad es pura, y jamás se muestra sencilla. Si la verdad fuese lo uno o lo otro, la vida moderna sería aburridísima; y la literatura actual, una imposibilidad.

-Es escandalosa la cantidad de mujeres que coquetean con sus maridos. Lisa y llanamente, es como lavar en público los trapos sucios.

-El hombre que desea casarse o bien debería saberlo todo o bien no debería saber nada.

-Los dos puntos débiles de nuesta época son la carencia de principios y la de imagen.

-En gran medida, el estilo depende del modo en que se lleva la barbilla. Actualmente está de moda llevarla muy alta.

-La forma de tratar a una mujer es hacerle el amor si es hermosa; y si es fea, hacérselo a otra.

-Las mujeres sólo después de haberse llamado muchas otras cosas se llaman hermanas entre sí.

-La memoria es el diario de lo que nunca ocurrió, y de lo que ni siquiera tuvo posibilidad de ocurrir.

-Los buenos terminan bien; los malos, mal. En eso consisten las novelas.

-Hoy en día son pocos los padres que prestan atención a lo que les dicen sus hijos. El anticuado respeto por la juventud agoniza con suma rapidez.

-Los parientes simplemente son una aburrida carga que no tiene el más remoto conocimiento de cómo vivir, ni el menor instinto acerca de cuando morirse.

-Hay que evitar las discusiones, siempre son vulgares y a menudo convincentes.

-En la vida matrimonial tres son compañía y dos no son nada.

-Los largos noviazgos ofrecen a la gente la oportunidad de conocer el carácter del otro antes del matrimonio, lo que en modo alguno es aconsejable.

-Ninguna mujer debería ser muy exacta acerca de su edad. Parecería demasiado calculadora.

-No hables nunca despectivamente de la alta sociedad. Sólo lo hacen quienes no han podido acceder a ella.

-Todas las mujeres acaban siendo como sus madres -esa es su tragedia. Ningún hombre lo logra -esa es la suya.

-Tres direcciones siempre inspiran confianza -incluso a los comerciantes.

-Las chicas jamás se casan con los hombres con los que coquetean; piensan que no es correcto.

-Es importante no asistir a una cita de negocios si se desea conservar el sentido de la belleza de la vida.

- Es muy vulgar hablar de la profesión a la que uno se dedica. Sólo lo hacen los corredores de bolsa, y sólo en las fiestas nocturnas.

- Siempre que tiene que decirse algo desagradable, uno debería ser muy sincero.

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente .