martes, 24 de noviembre de 2009
Publicación de poesía: consejos a poetas primerizos
Autor: José Membrive - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Libros y autores en Blog personal por Labor editorial
Calculo que en mis quince años como editor habré dado a la prensa unos ciento cincuenta libros de poesía en dos colecciones: Carena y Acidalia. La primera reservada a poetas con nivel reconocido y la segunda destinada a quienes inician sus primeros pasos. Reproduzco la entrevista con Begoña García, una periodista incipiente, interesada en este tema de la publicación de poesía

José Membrive

José Membrive

Calculo que en mis quince años como editor habré dado a la prensa unos ciento cincuenta libros de poesía en dos colecciones: Carena y Acidalia. La primera reservada a poetas con nivel reconocido y la segunda destinada a quienes inician sus primeros pasos.

Reproduzco la entrevista con Begoña García, una periodista incipiente, interesada en este tema de la publicación de poesía.

¿Hay mucha poesía “mala”?

En primer lugar cualquier poesía, por poca calidad que tenga, es menos dañina que una bala. Es preferible un mal poeta a un buen soldado. Mientras escribes poesía estás buscándote, reflexionando, ahondando en tu condición humana. Hay malos poetas pero difícilmente poetas malos. Hablo de poetas y no de versificadores.

¿Cuál es la diferencia entre un poeta y un versificador?

El primero se implica hasta el fondo en lo que dice y en cómo lo dice y el segundo hace malabarismos con el lenguaje con fines ajenos a la introspección.

¿Existe un criterio estético que pueda medir la calidad de un poeta?

Nadie puede ser considerado poeta si desconoce la técnica de hacer versos, la musicalidad, la rima, el ritmo, las estrofas clásicas, el soneto, la lira… aunque después decida prescindir de ellas.
La falta de espíritu, de pasión, de entrega hasta el fondo impide también que la poesía cuaje. Hay una leyenda por la cual un presunto semianalfabeto (y se suele apuntar falsamente al “cabrero” Miguel Hernández) puede devenir en un poeta, un actor o un músico por obra y gracia del “genio”. Eso es una falsedad.

¿Cuándo se ha de plantear la publicación de un manuscrito?

La publicación de una primera obra es un gran acontecimiento en el plano individual y un hecho poco trascendente en el plano literario y social. Sin embargo es decisiva en la biografía del poeta y suele ser clave en la obra posterior. Curiosamente, si aciertas a la primera no sueles levantar cabeza. Eso ocurrió con Claudio Rodríguez y, en el plano narrativo, con Juan Rulfo.

¿Se edita demasiada poesía?

Creo que sí. El poeta no debe tener prisa por ver su libro publicado. Cuanto más maduro esté mejor. Pero es natural que en un país de grandes poetas como es el nuestro tenga una enorme cantera de aspirantes legítimos. Muchos quedarán en el camino, pero el intento no habrá sido vano. Escribir poesía es mejorar el tono vital, acceder a puntos de vista inéditos. Crecer como persona. Otra cosa es que deba o no ser publicado.

¿Por qué se publica entonces?

La publicación aporta oxígeno y alas al poeta, además de que acaba poniéndolo en el lugar que le corresponde. Es un hecho objetivo, un cimiento sólido sobre el que va edificando su obra. Además la publicación es imprescindible para evolucionar. Es como cuando se da a luz. No puedes engendrar otro hijo hasta que no hayas parido al primero.

¿Depende el número de las ventas de la publicidad?

La poesía se escribe para ser transmitida, pero, en general, las primeras obras sólo interesan a conocidos. La crítica, con buen criterio, espera al tercer o cuarto poemario. Una voz poética no surge de la noche a la mañana. La prensa utiliza la poesía para rellenar huecos en la información cultural. Un premio nacional de poesía puede vender quinientos ejemplares. Quiero decir que la poesía no se vende bien hasta que el poeta no se ha convertido en un clásico. Lo demás es ir ganando poco a poco amantes poéticos.

¿Existe la crisis postparto poético?

Naturalmente y, en muchas ocasiones es dañina para el poeta. La publicación de un libro, sobre todo en el primero y en el segundo menos, eleva el ego de una manera perniciosa porque cuando uno madura como poeta otorga siempre prioridad a la obra frente a su propio ego. Escribir poesía no requiere más esfuerzo que freír un huevo. El subidón egolátrico es un disparo contra la voz naciente. Convertirse en estrella no ayuda nada a la creatividad. Si en algo afecta es en dañarla.

¿Para qué publicar poesía, entonces?

Rodríguez Moñino tiene un estudio en el que muestra que casi ninguno de nuestros grandes clásicos publicó en vida, salvo poemas sueltos. Fue la sociedad después la que juzgó memorables sus poemas y se ocupó de recogerlos y publicarlos. Hasta bien entrada la Edad Media ni tan sólo los autores se ocuparon de firmar sus obras. Curiosamente, los poetas consagrados, los impulsados desde el poder, no han sobrevivido. La neura del ego, de la fama, de la gloria, es un paso atrás que cualquiera que ame a Jorge Manrique, y difícilmente se puede ser poeta sin amar a los grandes, ha de tener descartado como fin no ya de la escritura, sino de la propia vida.


NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.