Una de las obras más célebres y 
representativas de este autor fue El 
samurái barbudo, texto que podemos disfrutar gracias a la editorial gijonesa Satori, que en su 
última tanda de novedades para la colección Maestros de la Literatura Japonesa, 
vuelve a ser fiel a su costumbre de traer, en pareja, el texto un autor menos 
conocido por el gran público de la mano de otro que sí es más popular, como es 
el caso de Nagai 
Kafū.
Kōda Rohan: un puñetazo en la mesa 
Las circunstancias personales y 
literarias de Kōda Rohan son 
importantes a la hora de aproximarse a su obra. Nacido en Tokio y educado con 
una esmerada formación clásica (en en Japón del XIX se traducía en el estudio 
del chino y su literatura), Kōda Rohan fue un escritor muy popular en su época, 
y su exitosa carrera literaria se explica por el propio momento en el que le 
tocó vivir. Como hemos dicho, la narrativa nipona estaba siendo renovada, al 
igual que otros ámbitos del país, por la corriente occidental impulsada por el 
emperador Meiji. Muchos escritores abrazaron con 
júbilo las influencias externas, como puede ser el caso de los escritores de la 
escuela naturalista japonesa, pero otros, como Kōda Rohan, optaron por 
desmarcarse de esa tendencia y continuaron una tradición que fue gratamente 
recibida por el público lector japonés de finales del siglo XIX y principios del 
XX, acostumbrado a unos códigos narrativos de componente más tradicional. Como 
el profesor Carlos Rubio afirmó en la presentación del libro El samurái barbudo el 7 de marzo en la 
Fundación Japón de Madrid, esta obra fue un puñetazo en la mesa literaria 
que estaba llena de libros que imitaban técnicas, temas y sensibilidades de 
Occidente, una autoafirmación de la tradición japonesa dada por los 
herederos de ésta.
El volumen que ahora presenta 
Satori recoge dos de los relatos más 
representativos de la obra del escritor tokiota: “La pagoda de cinco pisos” y “El samurái barbudo”, título que da 
título al libro. En ambos palpitan los valores de un Japón tradicional que 
resistía el ímpetu de las ideas modernizadoras del emperador Meiji, tradición 
que Rohan exalta y que el escritor Nagai Kafū añora en relatos como Una extraña historia al este del río, 
del que ya hablamos en Ojos de 
Papel. 
Pese a su diferente temática y 
enfoque, a las dos historias les une una serie de valores como la religiosidad, el honor, la lealtad, 
la amistad o la búsqueda de la inmortalidad, valores a los que Rohan se 
aproxima desde dos prismas diferentes que permiten entender el Japón actual 
mediante relatos ambientados en el pasado. 
“El samurái barbudo”: honor y 
valentía
 “El samurái barbudo” (1896), narra una 
heroica gesta de componente histórico en la que, paradójicamente, sus 
protagonistas cayeron derrotados: la batalla de Nagashimo (1575), que 
enfrentó al poderoso clan Takeda contra la alianza de los clanes Oda y Tokugawa. 
En este relato Rohan da protagonismo a esa estirpe de valerosos samuráis a la que él mismo 
pertenecía y destaca su código y manera de enfrentarse a la vida, reafirmando 
asimismo la identidad nacional de un Japón que quería demostrar al mundo quién 
era. Con una mezcla de personajes históricos y ficticios, como el samurái 
barbudo Dairoku que da título al relato, y a través de una épica reivindicación 
de un pasado glorioso, Rohan pone de manifiesto el honor, valentía y lealtad de 
sus personajes, cuya historia entreteje adornándola de una sobriedad 
lírica.
La obra se divide en tres partes. En 
la primera el lector asiste a las preparaciones de la batalla de 
Nagashimo, donde se trazan las distintas personalidades de los samuráis que 
van a participar en ella. En este sentido, los samuráis de Rohan tienen mucho del 
idealismo de su autor: son vitales, pasionales y humanos. Por ejemplo, el 
personaje del general Baba pronuncia este encendido y heroico parlamento antes 
de la batalla: “he desatado todas las 
ataduras que me ligaban a este mundo. No siento ningún pesar. Mañana demostraré 
cómo muere un samurái de Koshu, un guerrero de la confianza de Shingen. Lucharé 
con todas mis fuerzas. Gritaré y escupiré sangre ardiente hasta mi aliento 
postrero. Dejaré como último recuerdo de mi vida mis huesos machacados y 
esparcidos.” (1) El segundo cuadro, por su parte, presenta el avance de la 
batalla e introduce al “samurái barbudo” y a otros personajes ficticios, de los 
que Rohan se servirá para redefinir el código del samurái sobre la vida y la 
muerte. Por último, la tercera parte comienza tras la elipsis de la batalla y 
muestra al samurái protagonista encarcelado, una situación que para los códigos 
de honor del samurái entraba directamente en conflicto con el honor y abocaba a 
la muerte como reparación de éste. Se trata de un concepto de heroísmo que Rohan 
examina desde una posición más moderna al plantear que el samurái adapte su 
código a los tiempos que vive y no tenga que precisar un gesto tan extremo como 
la muerte para mantener su honor. 
La generosidad humana en “La pagoda 
de cinco pisos”
Por su parte, “La pagoda de cinco 
pisos” viaja a un mundo totalmente distinto: el de los artistas. La historia, 
concebida para ser publicada por entregas en la revista Kokkai en el mes de noviembre de 1891, 
enfrenta a dos arquitectos que desean recibir el encargo de la construcción de 
una nueva e imponente pagoda del templo 
de la localidad donde viven. Por un lado se encuentra el reconocido maestro 
Genta y, por otro, uno de sus discípulos, el carpintero Jubei, quien recibe el 
sobrenombre de Nossori (lerdo). Ambos buscan, en el fondo, y más allá de su 
religiosidad, idear una obra que les 
aporte reconocimiento, trascendencia y una suerte de eternidad en la tierra. 
El conflicto surge de su desigual condición (uno es un culto y reconocido 
maestro mientras que el otro es un desaliñado, torpe y despreciado carpintero). 
La necesidad de llegar a un acuerdo 
para que sólo uno de los dos construya la pagoda, impuesta por el monje 
principal del templo, hace surgir lo mejor y lo peor de ambos. Rohan utiliza 
este conflicto para construir una hermosa parábola sobre la generosidad del 
ser humano, pero también sobre los demonios que impiden que ésta aflore, 
como la envidia, el orgullo o la soberbia. Y no sólo eso. Para el profesor 
Carlos Rubio, según indicó en la presentación del libro, se trata de una “loa a 
la actividad humana”, destacando el arte 
como instrumento de iluminación y salvación de las personas. Efectivamente, 
el relato ensalza el trabajo de carpintero, la profesión del humilde Jubei: “Uno puede pensar, por ejemplo, que la 
profesión del carpintero es trivial. Pero la dedicación fervorosa y honesta del 
que no se preocupa por la codicia y el egoísmo, sino solo por tallar bien con el 
formón y el cepillo es una joya tan valiosa que no puede compararse ni con el 
oro ni con la plata.”(2) Además, en la construcción de la historia es 
interesante el uso de largos párrafos en primera persona que trasladan los 
pensamientos y dudas de los personajes, fracturando la narración en tercera 
persona y aportando un toque de sutil modernidad al relato y una narración más 
cálida y personal.
¿Otra de samuráis? Sí, ¿por qué 
no?
Tanto 
si se está interesado en el mundo de los samuráis y del Japón clásico como si 
no, El samuráis barbudo es una 
oportunidad magnífica para descubrir a un narrador como Kōda Rohan, un autor 
capaz de impregnar a sus relatos de optimismo y vitalidad y transportar con sus 
historias al lector a ese mundo de héroes y artistas que buscan el honor y la 
eternidad como destino de sus vidas. Pese a sus más de cien años, la prosa de 
Rohan es viva, equilibrada y eléctrica a la vez, y se lee con placer por su 
modernidad no tanto en los temas como en la capacidad narrativa. ¿Otra de 
samuráis? Sí, ¿por qué no?
NOTAS
(1) Página 
224.
(2) Página 80.