Toni de la Rosa: La escuela rota. Racismo y exclusión en las aulas (Ediciones Carena, 2009)

Toni de la Rosa: La escuela rota. Racismo y exclusión en las aulas (Ediciones Carena, 2009)

    TÍTULO
La escuela rota. Racismo y exclusión en las aulas

    AUTOR
Toni de la Rosa

    EDITORIAL
Ediciones Carena

    OTROS DATOS
Barcelona, 2009. 235 páginas. 18 €




Reseñas de libros/Ficción
Toni de la Rosa: La escuela rota. Racismo y exclusión en las aulas (Ediciones Carena, 2009)
Por Regina Martínez Idarreta , lunes, 4 de mayo de 2009
Este valiente y polémico libro le ha costado al profesor de instituto Toni de la Rosa la apertura de un expediente por parte del centro en el que lleva años dando clases de Historia, el IES Barres i Ones de Badalona. Aunque el centro rechace la relación entre libro y la sanción, es innegable que la franqueza de De la Rosa ha levantado ampollas en un ámbito poco proclive a asumir las sombras que se ocultan tras la corrección política imperante. Y es que este profesor no tiene reparos en denunciar sin tapujos la discriminación existente en su instituto en La escuela rota. Racismo y exclusión en las aulas (Ediciones Carena, 2009), poniendo el foco, a través de dos historias particulares, sobre una realidad inquietante que preferimos no mirar: la incapacidad de nuestro sistema educativo –y, por ende, de nuestra sociedad- para integrar realmente a los hijos de los inmigrantes.
Toni de la Rosa (Badalona, 1964) sabe qué significa sentirse diferente. Saber que no todos somos iguales y que esto poco tiene que ver con la inteligencia, altura, belleza o gustos personales y sí mucho con nuestro origen. Porque Toni de la Rosa es un charnego, hijo de cordobés y aragonesa, que nació y vivió en una Cataluña que dista de ser ese paraíso cosmopolita y abierto del que tanto presume su capital. Una Cataluña en la que, afirma, “los andaluces hemos padecido racismo y del duro”, un racismo que, tal y como recoge en su libro, va desde las pintadas racistas del tipo “xarnegos fora” hasta los insultos gratuitos del mismísimo presidente de la Generalitat, pasando por los chistes y tópicos sobre la supuesta vagancia andaluza frente a la eficacia de los catalanes –de pro-.

Hoy en día, en la España de los inmigrantes, el racismo y el clasismo han pasado a ser equivalentes, pero lo que sigue igual es que la exclusión siempre acaba afectando a los que están debajo, a los que llegan los últimos, a aquellos que, a pesar de no haber conocido otro suelo ni otra gente, se sienten ajenos y extranjeros en la misma tierra que les vio nacer y que, sin embargo, les rechaza como una madre avergonzada de unos bastardos por los que no corre sangre conocida.

De la Rosa se atreve a ponerle nombre, adjetivo y verbo al drama de la exclusión y la xenofobia en uno de los ámbitos más sensibles de nuestra sociedad: la escuela

Precisamente porque sabe qué se siente cuando se te discrimina por ser uno de “los otros” –“de los que no son catalanes del todo”-, este profesor de instituto es el más adecuado para entender qué se le pasa por la cabeza a un adolescente gambiano que, a pesar de haber nacido y crecido en España, se siente extranjero en una tierra que le es ajena frente a un África imaginada que se perfila en sus fantasías como la Tierra Prometida en la que por fin dejará de ser extranjero.

De la Rosa se atreve a ponerle nombre, adjetivo y verbo al drama de la exclusión y la xenofobia en uno de los ámbitos más sensibles de nuestra sociedad: la escuela. Los niños, como bien explica al principio del libro, absorben e imitan lo que ven a su alrededor y no nos puede sorprender que ataquen al diferente, por miedo o por desprecio, cuando los comportamientos racistas y clasistas son el pan nuestro de cada día de sus mayores. Qué se puede esperar de unos adolescentes cuando la misma directora de su instituto increpa al padre de un alumno africano diciéndole que “esto no es la selva”, o cuando en un confuso caso de supuesto tráfico de drogas –que al final acaba revelándose como una chiquillada- de los tres implicados, el único que acaba siendo expulsado del centro es un chaval marroquí de trece años, mientras que los otros dos, españoles de pura cepa, se van de rositas. Cuando la raza, el origen social o el color de la piel se convierten en razones de peso suficientes para colocar a un chaval en la clase B, el aula de ‘apoyo’, eufemismo alegal que sólo sirve para aumentar aún más el abismo existente entre las ‘elites’ con futuro y los ciudadanos de segunda.

A través de nombres falsos, De la Rosa relata los preocupantes hechos que acaecieron en su instituto –que tampoco se nombra en el libro-, el IES Barres i Ones del barrio de Llefiá de Badalona, el pasado 2007, denuncia que le ha costado la apertura de un expediente por parte de la dirección del centro. El instituto asegura que el expediente contra De la Rosa no tiene nada que ver con la publicación del libro y sí con algunas opiniones sobre miembros del claustro que vertió en su blog.

De la Rosa simplemente muestra la realidad tal cual es, se niega a cerrar los ojos para, precisamente, tratar de alcanzar soluciones eficaces que logren integrar a los hijos de los inmigrantes en una sociedad que no consideran suya porque ella tampoco los acepta como iguales

Sea como sea, con una prosa sencilla, cantada a viva voz, el autor relata la historia de Keita un muchacho gambiano de quince años que explota tras años de soportar estoicamente las humillaciones e insultos de un grupo de compañeros. Sin caer en más maniqueísmos que la simple denuncia de lo inadmisible y saltándose sin reparos la granhermaniana corrección política, De la Rosa señala la hipocresía que supone culpar únicamente al chico africano sin molestarse en investigar qué le lleva a atacar violentamente a sus compañeros de instituto. Lindezas como “negro de mierda” o “vuelve en la patera en la que llegaste”, junto con un conato de linchamiento ante la mirada impasible, impotente o cobarde de los profesores en el patio, no excusan pero sí explican la reacción furibunda de un quinceañero tímido y pacífico que hasta entonces nunca se había metido en líos.

La rabia e impotencia de De la Rosa se cuela entre las palabras del libro cuando explica cómo el frágil futuro de Hassan, un inquieto marroquí de trece años, se fue por la borda por una injusta expulsión permanente del instituto. Cómo la ignorancia, los prejuicios y las cuestiones personales pudieron más que la obligación moral de evitar que un niño travieso acabe convirtiéndose en un adolescente conflictivo y, finalmente, en un adulto fracasado. Cómo Hassan paseó ufano unas hojas de marihuana –sin ningún efecto narcótico ni carácter ilegal- entre sus compañeros de instituto después de que sus dos amigos le pidieran que les consiguiera algo de fumar. Y de cómo, tras someter al niño a un interrogatorio policial, sin el consentimiento de sus padres, se le expulsó del instituto acusándole de tráfico de drogas, con dos “bolsas vacías de marihuana” como única prueba.

Ambas expulsiones fueron investigadas por el Síndic de Greuges, que pidió la revisión de los expedientes e, incluso, en el caso del estudiante marroquí, intervino la ONG SOS Racismo. Sin embargo, la cosa no paso de algunas amonestaciones sobre las formas en las que se llevaron ambos casos.

Sin caer en tópicos partidistas ni buenistas –algo de agradecer en un tema tan susceptible de teñirse de blanco o negro como éste-, el autor de La escuela rota critica a la derecha y a la izquierda, a nacionalistas y no nacionalistas, enfrentándonos a una realidad desasosegante

Con el libro, De la Rosa no pretende hacer un alegato en favor del derecho a la venganza y el revanchismo de los afectados. Cuando afirma que resulta absurdo pretender que un chaval de quince años no acabe atacando con violencia inusitada a quienes llevan años humillándole, no está exculpando su comportamiento. Simplemente muestra la realidad tal cual es, se niega a cerrar los ojos ante la naturaleza humana para, precisamente, tratar de alcanzar soluciones eficaces que logren integrar a los hijos de los inmigrantes en una sociedad que no consideran suya porque ella tampoco los acepta como iguales.

Con una sinceridad y valentía dignas de elogio, este profesor no se casa con nadie y no tiene reparos en disparar dardos certeros contra todo aquel que considera culpable de los casos particulares de Hassan y Keita y de la situación en general. Desde la directora del centro, más preocupada por preservar su autoridad y avanzar en su carrera profesional que por el bienestar de sus alumnos y sus familias, hasta los profesores del instituto que no se atrevieron a posicionarse abiertamente en contra de aquélla, pasando por los servicios sociales o las psicopedagogas miopes… Incluso asume su propia culpa como tutor que no supo ver a tiempo los problemas que estaban ocurriendo bajo sus narices.

No todo son reproches y no le duelen prendas a De la Rosa a la hora de reconocer la valía y valentía de los alumnos que apoyaron incondicionalmente a sus compañeros, terciando a su favor, incluso a través de cartas –algunas de ellas recogidas en el libro- o de figuras “angelicales” como la mediadora cultura Laila o los pocos profesores que se atrevieron a dudar de la versión oficial.

Y es que ésta es, al fin y al cabo, la intención de De la Rosa. Mostrar lo que se enmascara bajo la versión oficial. Sin caer en tópicos partidistas ni buenistas –algo de agradecer en un tema tan susceptible de teñirse de blanco o negro como éste-, el autor de La escuela rota critica a la derecha y a la izquierda, a nacionalistas y no nacionalistas, enfrentándonos a una realidad desasosegante que nos iguala a todos: a nadie le importa lo que pase con los negritos, los moritos o los machu pichus, a nadie le importa mientras su rabia y odio frente al españolito que les desprecia y humilla, no salga de las cocinas en las que trabajan o de los guetos en los que los confinamos. Este libro no va a cambiar el mundo pero al menos sí hará reflexionar a quienes lo lean sobre un drama del que nos guste o no, todos somos cómplices.