Daniel Mendelsohn: Los hundidos (Destino, 2007)

Daniel Mendelsohn: Los hundidos (Destino, 2007)

    TÍTULO
Los hundidos

    AUTOR
Daniel Mendelsohn

    EDITORIAL
Destino

    GÉNERO
Novela

    OTROS DATOS
Nota preliminar de Antonio Muñoz Molina. Traducción de MariCarmen Bellver. Barcelona, 2007. 710 páginas. 24,50 €



Daniel Mendelsohn (foto de Matt Mendelsohn)

Daniel Mendelsohn (foto de Matt Mendelsohn)


Reseñas de libros/Ficción
Daniel Mendelsohn: Los hundidos (Destino, 2007)
Por Juan Antonio González Fuentes, lunes, 4 de febrero de 2008
Existen muchas clases y tipos de libros. Hay libros prescindibles, magníficos, obras maestras…, libros olvidables, olvidados, de interés momentáneo o coyuntural, libros intemporales, recomendables, secretos, vendibles, invendibles, arriesgados, cómodos, sofisticados, amenos, aburridos, etc, etc… Y hay libros cuyo lectura y conocimiento debería ser obligatoria para todo ser humano, es más, considero desde la exageración literaria que debería examinarse a todo el mundo del contenido y sensaciones producidas por dichos libros en su mente y en su espíritu, si es que hablamos de algo distinto.

Libros así no son muy abundantes, y quizá es muy posible incluso que tal hecho sea a largo plazo beneficioso para nuestra salud humana, al no exponerla a resentirse con gravedad de un exceso de emociones e ideas complejas.

El último de los libros de lectura obligada con los que me he topado es el que aquí quiero reseñar. ¿Su título? Los hundidos. ¿Su autor? Ninguno de renombre, el norteamericano Daniel Mendelsohn. ¿Su género? Difícil de encasillar: tiene algo de ensayo, unas gotas de autobiografía, otras de novela negra, otras de historia, otras de libro de viajes, unas cuantas más de saga familiar, unos gramos de narrativa de terror,  una pizca de memorias, una porción de memorias…, todo mezclado a mano y servido después de pasar por el horno de la maestría, la pasión y la sinceridad histórica y literaria, si es que esta última frase significa algo concreto y coherente, que lo dudo. ¿La editorial en español? La barcelonesa Destino (2007).

Quien hasta aquí haya llegado en la lectura de esta página puede hacer el siguiente resumen o comentario: el reseñista González Fuentes recomienda la lectura del libro Los hundidos de Daniel Mendelsohn como obligatoria, y habrá que entender en consecuencia que el libro es muy bueno, aunque aún no sabemos por qué. Pero el reseñista González Fuentes, acto seguido, no sabe decirnos ni siquiera a qué género pertenece el libro, y nos deja así desnudos y sumergidos en una piscina sucia de confusión. Bien, intentaré ahora sacar de la piscina a los lectores, y lo haré contando que cuenta el libro, valga la redundancia. No, no desvelaré nada sustancial, entre otras cosas porque el interés de la historia que se nos cuenta no reside en su desenlace, que sabemos de antemano desde casi las primeras páginas, sino en los detectivescos e intrincados meandros por los que discurren las aguas de la narración.

Daniel Mendelsohn se propuso dedicar parte de su vida a conocer todos los datos posibles sobre sus familiares, es decir, no sólo cómo, cuándo y dónde murieron con la mayor exactitud posible, sino también cómo eran, cómo era su vida, a quiénes conocieron y trataron, cómo eran recordados por los supervivientes de haberlos

Daniel Mendelsohn, el autor, judío neoyorkino del año 1960, estudió Filología Clásica en las universidades de Virginia y Princeton. Después de doctorarse comenzó su carrera profesional en la docencia y el periodismo, escribiendo y publicando artículos, ensayos, críticas y traducciones en prestigiosas revistas y publicaciones norteamericanas. Dicha labor le granjeó algunos premios prestigiosos en su país, como el Nacional Book Critics Circle Award. En 1999 publicó su primer libro, The Elusive Embrace, que fue considerado el mejor del año por Los Angeles Time.

Pues bien, desde niño, este judío nada ortodoxo y más bien ajeno a casi todo lo relacionado con la religión de sus ascedientes próximos y lejanos, notaba que la gente mayor de su entorno familiar se apenaba en cuanto él entraba en una habitación por ellos ocupada y les oía balbucir en voz no muy alta, “¡cómo se parece al pobre Shmiel!”. Naturalmente intrigado y confuso por tales reacciones, cuando fue haciéndose mayor y un poco más consciente, empezó a preguntar por el tal Shimel al que tanto se parecía, encontrado a su alrededor silencio, dolor, medias palabras, resignación, rabia, confusión, recuerdos, vaguedades, y muy poca información concluyente al respecto.

Fue su abuelo materno quien acabó transmitiéndole poco a poco, mediante pequeñas dosis, toda la información guardaba por la familia con respecto a su propio hermano, Shimel Jäger. La información referida estaba basada en documentos (cartas, principalmente), fotografías y los recuerdos de la memoria familiar expresados de forma verbal. En resumidas cuentas, la familia Jäger provenía de un lugar remoto enclavado en ese territorio casi mítico que un día formó parte del imperio austrohúngaro, ese imperio que desbarató por completo la I Guerra Mundial. Concretamente provenía de una pequeña ciudad o pueblo llamado Bolechow, muy cercano a la ciudad de Low o Lvov (hoy Ucrania), un lugar que a lo largo de las décadas del siglo XX fue Austrohungría, Polonia, Alemania, URSS y Ucrania sucesivamente.

Es una autobiografía reflejada en la vida de los que forman parte y paisaje del entorno más inmediato; es el relato de una tragedia particular y familiar que sirve como símbolo y ejemplo de millones de tragedias sobre las que nada o muy poco se sabrá, desde un punto de vista estrictamente humano y sentimental, no histórico o sociológico

La familia Jäger llevaba afincada en Bolechow desde aproximadamente unos doscientos años antes del nacimiento del abuelo de Daniel, y casi siempre relacionada con los negocios de transporte y carnicería. En un momento dado, tras la primera gran guerra del siglo XX, buena parte de los nuevos Jäger de Bolechow emigraron a los EE.UU, pero por pequeñas disputas de orden doméstico, de las que todos sabemos tanto y podríamos aportar experiencias personales, uno de los hermanos Jäger, Shimel, decidió regresar a Bolechow para rehacer su vida. Y no le fue nada mal durante un tiempo, retomando los viejos negocios familiares y convirtiéndose en uno de los hombres judíos importantes del lugar, un lugar en el que convivían en aparente armonía judíos, polacos y ucranianos. Shimel Jäger se casó y tuvo cuatro hijas que, como en los cuentos de hadas, eran muy hermosas. Fueron aquellos años intensos de trabajo y de bienestar para todos los miembros de la dividida geográficamente hablando familia Jäger, pues las relaciones entre los hermanos se restablecieron y fueron continuas a lo largo de los años posteriores

Pero como quizá muchos de ustedes ya hayan comprendido, un fatal acontecimiento arraigado en la más negra historia del siglo XX vino a trastocar la existencia entera de Europa, llegando hasta sus últimos rincones, incluyendo el pequeño Bolechow. Me refiero a la llegada al poder en Alemania de los nazis hitlerianos y el estallido de la II Guerra Mundial. Todos sabemos algo de la política antisemita de Hitler y sus gobiernos, un poder empeñado en borrar de la faz de la tierra a los judíos, y cuyas acciones en este sentido llevaron a la creación de los campos de concentración, las cámaras de gas, la deportación masiva, los fusilamientos, las torturas, el exilio…, en definitiva, al exterminio sistemático y sistematizado de aproximadamente seis millones de judíos europeos, en lo que sin duda ha sido el punto más bajo moral y ético al que ha llegado a caer hasta la fecha el género humano, su ejemplo supremo de barbarie colectiva y planificada.

La ola de terror llegó hasta Bolechow y se llevó por delante a todos los Jäger allí presentes, al tío abuelo Shimel, su mujer y sus cuatro hijas, es decir, a los seis Jäger que sucumbieron formando parte de los ya mencionados seis millones. En Bolechow, sin ir más lejos, en 1940 había unos seis mil judíos viviendo y trabajando, y en 1944, cuando llegaron al lugar las tropas soviéticas y marcharon los alemanes, sólo quedaban vivos 48, es decir, que en Bolechow el 99’2 por ciento de los judíos fue masacrado.

En definitiva, estamos ante una obra cumbre de la historia oral universal, ante un libro que deberá ser citado sin excusa de ahora en adelante en todos los estudios y trabajos que aborden el tema del holocausto judío dentro del marco de la II Guerra Mundial y el nazismo

Llegado a este punto de información sobre sus asesinados, lejanos y míticos parientes de Bolechow, Daniel Mendelsohn se propuso dedicar parte de su vida a conocer todos los datos posibles sobre sus familiares, es decir, no sólo cómo, cuándo y dónde murieron con la mayor exactitud posible, sino también cómo eran, cómo era su vida, a quiénes conocieron y trataron, cómo eran recordados por los supervivientes de haberlos…, es decir, Daniel Mendelsohn se propuso recabar toda la información humanamente posible sobre la vida y la muerte de sus parientes de la lejanísima Bolechow.

Una vez extraídos todos los conocimientos disponibles a través de los canales habituales y oficiales (páginas electrónicas, archivos institucionales…), Mendelsohn dio comienzo una aventura  de raíz detectivesca a la búsqueda del mayor número posible de supervivientes de aquel horror que hubieran vivido en Bolechow cuando el drama asesino se desató. Las pesquisas le llevaron a distintos puntos de EE.UU, Australia, Israel, Suecia, Dinamarca…, y a mantener entrevistas con unos pocos hombres y mujeres de más de ochenta años, de los que fue obteniendo datos, recuerdos, informaciones de todo tipo y calidad… Mendelsohn inquirió con delicada firmeza a la memoria de los supervivientes con el objeto de obtener el mayor número posible de piezas de un puzzle terrorífico y sobrecogedor. Mendelsohn viajó también, claro, hasta el mismo centro de la geografía de particular historia de terror y alienación bárbara, hasta Bolechow. Mendelsohn recorrió las calles que vieron por última vez a sus parientes y a los miles de judíos del lugar, que antaño fueron el escenario de la cotidianeidad afanosa de una parte de su familia durante más de doscientos años, y que acabaron convirtiéndose en el paisaje final de su destrucción, de su aniquilamiento.

No voy a desentrañar el puzzle escalofriante, terrorífico, pero a la vez emocionantemente humano que Daniel Mendelsohn logra armar sumando las piezas y piezas obtenidas de mil y un formas y lugares, de unas cuantas memorias ancianas y torturas por los recuerdos, por un pasado que no dejó de ser presente angustioso y terrible durante todos y cada uno de los días de su vida. Sólo diré que la historia construida por Daniel Mendelsohn es admirable y aleccionadora desde cualquier punto de vista a la que la sometamos. Es un ejemplo perfecto de las posibilidades y el tratamiento efectivo que ofrecen los métodos de la historia oral; es una apasionante libro de viajes por varios continentes; es un libro de Historia de Europa de los últimos cien años ameno e instructivo a partes iguales; es una visita iluminadora a un mundo y a unas formas de vida ya desaparecidas y a los vestigios que dejaron en memorias muy concretas de su existencia; es una historia real y familiar cargada de sentimientos y emociones; es una historia de detectives a la vieja usanza, en la que abundan las pistas y sus seguimientos, las preguntas y las respuestas, los ocultamientos que hay que desvelar, los silencios que hay que saber romper, las malas conciencias que hay que comprender; es una autobiografía reflejada en la vida de los que forman parte y paisaje del entorno más inmediato; es el relato de una tragedia particular y familiar que sirve como símbolo y ejemplo de millones de tragedias sobre las que nada o muy poco se sabrá, desde un punto de vista estrictamente humano y sentimental, no histórico o sociológico.

En definitiva, estamos ante una obra cumbre de la historia oral universal, ante un libro que deberá ser citado sin excusa de ahora en adelante en todos los estudios y trabajos que aborden el tema del holocausto judío dentro del marco de la II Guerra Mundial y el nazismo. Pero además de todo esto, que no es desde luego poco, estamos ante unas páginas estremecedoramente conmovedoras, ante una gran historia en el sentido más amplio del término, ante una novela extraordinaria cuyo rasgo más extraordinario quizá ni siquiera sea que trata de acontecimientos reales, sino que quien la ha construido ha dejado en ella, en la historia que cuenta, muy probablemente lo mejor y más íntimo de su existencia.

Una obra maestra, unas páginas absoluta y decididamente imprescindibles desde todo punto de vista.