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            Ferran Adrià y Heston Blumenthal, ¿cocineros o alquimistas?
        
        
            Por Daniel Riu Maraval, lunes, 1 de octubre de 2007
        
        
            Releyendo el recorte de un interesantísimo articulo sobre los denominados platos de cocina, encuentro unido al mismo otros escritos periodísticos sobre idéntica temática. En uno de ellos, referido al chef Heston Blumenthal – considerado con Ferran Adrià como dos de los grandes genios de la cocina mundial -, se puede leer: “Heston Blumenthal cocina con el ingrediente cerebral. Con el sabor de la memoria (...) Preparó un mousse de té verde escalfado en nitrógeno líquido y una playa, es decir, con su arena (azúcar baja en calorías, algas espolvoreadas y nueces cristalizadas) y espuma, que es la orilla del mar, un plato que el comensal disfruta con un ipod que reproduce el sonido de las olas.” El famoso chef, después de esta – quiero calificar benévolamente de extravagante – demostración culinaria, plantificó: “parece que te estás comiendo la experiencia de estar en la playa”. “¿A que sabe?, le preguntaron, y sin inmutarse contestó, “Al olor del mar” (La Razón, 19-1-2007).
        
        
            
Creía, cuan frágil es la memoria, que mi capacidad de sorpresa e intento 
de compresión habían sido suficientemente desbordadas por las “deconstrucciones” 
– pobre tortilla de patatas -, ”esferificaciones”, y otras técnicas puesta en 
marcha por los laboratorios de Ferran Adrià. Pero no, parece como si hubiera la 
obligación de inventar nuevos “deleites gastronómicos”, de desvirtuar – las más 
de las veces – esa joya tan nuestra como es la variedad y calidad de las 
materias primas, sometiéndolas a extraños y enrevesados tratamientos, más 
propios de alquimistas que de cocineros.
Resultado – entre otros no 
precisamente dignos de alabanza -, esas sorprendentes e indescifrables cartas 
que nos ofrecen los restaurantes especializados, o en donde predomina la 
denominada “cocina de vanguardia”. Y es que no puedo imaginar a un amigo o 
conocido, diciéndome, “Te voy a recomendar un restaurante verdaderamente 
magnífico. Entre otras muchas exquisiteces, no dejes de tomar las ostras 
crocantes sobre migas crujientes a la naranja con un puré de patatas especiado y 
vinagreta de su propia agua”.
Transportar al plato los sabores 
tradicionales no está, ni muchísimo menos, al alcance de todos los cocineros, 
más bien de muy pocos
Dejémonos de esnobismos y 
reconozcamos – con independencia de las predilecciones -, que la complejidad de 
esta terminología gastronómica no resulta precisamente fácil de comprender ni de 
memorizar, más bien, causa sorpresa y extrañeza. Uno, acostumbrado a otro tipo 
de denominaciones y bondades culinarias – sin que ello presuponga un total 
rechazo a este tipo de “creaciones”-, no puede dejar de preguntarse que se 
pretende conseguir siguiendo por este camino. Pero si hasta el propio Ferran 
Adrià - transcribo textualmente – manifestó en su día: "Hombre lo que yo hago es 
raro, lo sé, pero todo es bueno. El Bulli te choca, es un shock, porque 
comemos sin saber lo que comemos hasta que lo descubrimos..." (Entrevista de 
Manuel Calderón a Ferran Adrià en La Razón, 5-8-2007), y permítaseme 
añadir, presuponiendo que lleguemos a descubrirlo.
Desechemos esa creencia errónea de que una 
mayor sofisticación y rebuscamiento, presupone un más alto nivel 
culinario
Bien están los avances y la investigación en 
este campo, siempre y cuando ni se maximalicen, ni quieran convertirse en el 
decálogo del buen comer. Santi Santamaría - ese gran cocinero poseedor de tres 
estrellas Michelin en el Racó de Can Fabes, dos para Sant Celoni y una en el 
nuevo restaurante Evo - es claro y contundente a este respecto. Con ocasión de 
la V Cumbre Internacional de Gastronomía (Madrid Fusión 2007), nos dice: "no voy 
contra la ciencia" pero, "no quiero ver a Davids Copperfields cocinando, sacando 
conejos de un plato. El publico nos pide que paremos un poco de hacer tanta 
comedia y que nos dediquemos a lo nuestro, que es cocinar". Y añade, "no soy 
creador de nada. Defiendo comprender la naturaleza para comérmela".
Y es 
que no hay tanta necesidad de las cacareadas "innovaciones", créanme, una misma 
receta - cada vez que se repite - se convierte en una deliciosa innovación. Las 
mismas carnes, pescados, legumbres y verduras, no siempre encierran idénticos 
gustos, ni las manos que trajinan en ollas y fogones son una máquina de alta 
precisión.
Transportar al plato los sabores tradicionales no está, ni 
muchísimo menos, al alcance de todos los cocineros, más bien de muy pocos. La 
correcta preparación del morteruelo conquense, unas lentejas de La Armuña con 
higaditos, o la contundente fabada – entre otros muchos guisos que podríamos 
citar -, no es precisamente ninguna banalidad. 
Desechemos esa creencia 
errónea de que una mayor sofisticación y rebuscamiento, presupone un más alto 
nivel culinario. “La buena cocina, se puede apreciar en los platos más 
sencillos”, sentenciaba con total acierto, el que fuera prestigioso gastrónomo 
Néstor Luján.