Cesáreo Rodríguez Aguilera (1916-2006)

Cesáreo Rodríguez Aguilera (1916-2006)

    NOMBRE
Cesáreo Rodríguez Aguilera

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Quesada (Jaén), 18-V-1916 - Barcelona, 11-XI-2006

    CURRICULUM
Autor de mas de treinta libros de arte y creación literaria, de decenas de libros de derecho, y de centenares de ensayos. Entre su larga experiencia como escritor, crítico y jurista, cabe destacar que Rodríguez-Aguilera ha sido magistrado del Tribunal Supremo, vocal del Consejo General del Poder Judicial, vocal permanente de la comisión General de Codificación y Senador por la provincia de Barcelona y defensor del cliente en las Cajas de ahorros catalanas.



Cesáreo Rodríguez Aguilera: "Antología Breve" (Ediciones Carena, 1998)

Cesáreo Rodríguez Aguilera: "Antología Breve" (Ediciones Carena, 1998)


Creación/Creación
Poemas
Por Cesáreo Rodríguez Aguilera, lunes, 4 de diciembre de 2006
La de Cesareo Rodríguez Aguilera, dice Ángel Crespo, es una poesía de experiencia que tiende, al relato, y más precisamente al relato testimonial, de tal manera que, a veces, el poema es casi una historia entre contada y cantada, o bien hoja suelta desprendida de un ideal cuaderno de memorias nutridas por una historia personal en la que se acumulan los más variados intereses y acontecimientos.
La relación de Cesáreo Rodríguez Aguilera con el mundo de la cultura, del que fue un activísimo participante con su amplia obra, ha sido estrechísima. Sirva como dato su participación como miembro activo de la Academia Breve de Crítica de Arte fundada po Eugeni d’Ors, Fundador de la Asociación de Artistas actuales de Barcelona, director de la comisión de cultura del colegio de Arquitectos de Cataluña y Baleares, Académico de la Real Academia de las Artes de San Fernando, Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte y miembro del Patronato del Museu Nacional d’Art de Catalunya.

Testigo excepcional del devenir cultural del siglo XX, poeta consagrado y crítico de arte, Césareo Rodríguez-Aguilera hace de esta Antología Breve (Ediciones Carena, 1998) un balance de su obra poética. Obra que nos abre las puertas a los movimientos de vanguardia de la posguerra y que cuanto más pasa el tiempo, más se consolida como precursora del apogeo artístico de esta época.


***



CÁLIZ

Nos ha dejado agosto
sus dientes amarillos
y un color más oscuro
invade nuestra mano.
El horizonte es cima
abierta de paraísos
sin abrazo posible.
Se van la voz amiga
y los verdes olores
y la tierna promesa
de muchachas en flor
que dicen ya castillos
ruborosos de menta
en el borde de un eco
del adiós de la tarde.
Blanco pañuelo caído
de lo terso del alma.
Lleva el cáliz de otoño
en un oro vibrante
el fervor desprendido
de mi joven ceniza.



ENTREGA

“Este mundo es el otro
de carne veracísimo”
nos decía el poeta,
y el milagro quemaba
nuestra fe adolescente.
Hoy es tu carne
tu volumen concreto
y esa extraña sustancia
que llamamos espíritu
quien nos trae la certeza
con esta añadidura:
“El instante es lo eterno”.
Y en tu efímero beso
se oculta lo infinito.
Se nace allí, se vive,
muere y renace eternamente
y cede la sabiduría de la duda
al tocar lo concreto
de tu luz enamorada.



A LA MUERTE

No dejes que brote
oh muerte poderosa,
esa pérfida ilusión que presiento
con impulsos hacia ti.
No despiertes el ardor de tu abrazo
con sus infinitos horizontes,
ni enarboles en la cima de la vida
la tentadora promesa de la paz absoluta.
No mientas:
tu incógnita no es un lírico silencio
ni un eterno y gigante poema.
Eres tan sólo el blando apoyo a la necesidad
de los que llegan al borde del tedio.
Has venido hacia mí
porque el hondo sentido de las canas
rezuma mis confines
y mi sangre, miedosa del frío del acero,
discurre su inercia vegetal
por el cauce más estrecho de la vida.
Pero no importa:
aún no he llegado a los treinta años
y una brisa reciente ha movido las ramas
del rico huerto de mis días,
que aún mantiene el recuerdo
del canto de antiguos ruiseñores.
Todo en él reverdece
y hay un anuncio de tiernos aromas
y una fe nueva, suave y tímida
en los pequeños paraísos de la vida.
¿No oyes como canta esta brisa alegre
al atravesar mis árboles dorados?
¿No ves cómo ríe la dicha del candor recobrado
donde el tacto glorioso ha nacido de nuevo
junto al beso y la acaricia?
La herida de tu presencia
será fiel a su destino.
Sólo entonces,
cuando esté saturado de tierra, de amor y de paraísos,
me ofreceré como víctima
al ansia insaciable de tu nada..



ARIADNA

Ariadna es
tierra en la que muero
o me disuelvo
día a día
pero también fruta tersa
de remotas tentaciones.

Ariadna es
pedazo de mar
que me invade
de azules añoranzas,
pero también firme arena
para las iniquidades.

Adiadna es
árbol -olivo tal vez-
que alarga su mano y me besa,
pero también roca que indaga
en silencio.

Ariadana es
paloma que me zurea
cada día
la necesaria nota enajenada,
pero también
voz que indica
la plaza
de las realidades.

Ariadna es
gruta sombreada
donde se esconde la magia
de los objetos que hablan,
pero también
aura
de los dioses dogmáticos.

Ariadna es
venos de amores calcinados,
pero también
hermes camarada.

Ariadna es,
pero también
Ariadna soy.



EL RETORNO A LA PIEDRA

Aquel mundo era
el seno materno todavía.
Me rodeaba su tacto
su calor envolvente
sus amorosos susurros.

La razón y el instinto
eran la misma cosa;
también lo próximo y lo lejano,
el muro y el arte,
la realidad y la magia.
El mundo estaba en nosotros
y no había más que aquel mundo.
Todo marchaba con la majestad
de la savia del árbol.
No había solución
de continuidad;
del panorama de un día
a otro panorama semejante;
de su calor
a otra temperatura igual.
Más, de pronto,
en un lugar sombrío
al que se llegaba tras largos pasillos
olorosos a sudor y farmacia...
Estaban juntas
nuestras manos
y percibí lo imposible:
comenzaron a deshacerse
como un tejido pobre.
Yo avanzaba,
y todo era
cenizas y polvo.
Grité,
lancé alaridos.
Ni un eco,
ni una voz de respuesta,
ni un abrazo.
O más exactamente:
llegaron otras formas iguales
manos
brazos
cuerpos;
habitaciones
casas
pueblos.
Pero eran otra cosa
Vino el éxodo,
la dispersión.
Y empecé a cantar
como los negros de Alabama
como los obreros andaluces
de la Florida
(la Florida nuestra,
de las afueras de la ciudad).
“De verme como me veo
yo mismo tengo la culpa.
En Barcelona con pico y pala
por seguir los consejos
que mi soledad me daba”.
Discurría
por arcos de teatro
de negras bocas
y pornografías tristes;
por robadores llenos
de tranvías parados
que quisieran llamarse Deseo;
por escudilleras
de falsas formas
y podridas esencias populares.
Hasta que un día,
junto al mar
lejano y próximo,
a la sombra de una encina
y al conjuro
de viejas canciones,
se inició
el viaje de retorno.
Tal vez sea cie3rto
que caí
en el sistema establecido
o bien
que inventé por mi cuenta
para no disolverme.
(Alguien ahora
lo susurra en mi oído.)
Per es que la mano
era bellísima,
traslúcida,
misteriosamente cobijadora
hasta el punto de evocar
el paraíso perdido
en forma tersa,
joven,
alegre.
No voy a contar
la historia. Sólo diré que un día
aquella mano fue de mármol.
Y entonces...
Otra vez
con mi soledad a solas
por el camino incesante
en cuyas márgenes
hay de todo
aunque ajeno y efí8mero.
Y así
entre vorágine y desierto
parece que se marcha.
Se acumulan recuerdos
para seguir
y no es extraño que un día
nos acompañe una flor
con la que se alcanza
la necesaria dosis
de enajenación
junto a la fresca yerba
de bellos pueblos perdidos
junto al sombrío mundo
de las artes pobres
o de la diversión humilde,
aunque todo quede,
sin saber por qué,
mudo o vacío
en la lejana intimidad.
Por ahora las cosas han cambiado.
Ahora resulta
imposible o extraño
lo que se creyó
razón necesaria y suficiente.
Ahora se piensa
que nada hay propio
ni las propias ideas,
que todo fluctúa
porque todo es incierto,
que nada será
como debió ser.
Ahora se percibe algo así
como un raro instinto
remoto
que hace soñar
amorosamente
en nuestra antepasada
la piedra.
Qué silencio,
qué eternidad
la suya...
En ella confío
y a ella me dirijo
sin pena ni gloria

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Nota de la Redacción: agradecemos a Ediciones Carena y a su director, José Membrive, su gentileza por permitir la publicación de esta selección del poemario de Cesáreo Rodríguez Aguilera, Antología Breve (1998).