AUTOR
Ian Buruma y Avishai Margalit

    GÉNERO


    TÍTULO
Occidentalismo. Breve historia del sentimiento antioccidental

    OTROS DATOS
Traducción de Miguel Martínez-Lage. Barcelona, 2005. 158 páginas. 14 euros

    EDITORIAL
Península



Ian Buruma

Ian Buruma

Avishai Margalit

Avishai Margalit


Reseñas de libros/No ficción
Historia y geografía del sentimiento antioccidental
Por Rogelio López Blanco, sábado, 31 de diciembre de 2005
En cierto modo, este libro es la otra cara de la moneda de lo expuesto por Edward Said en su célebre obra Orientalismo. Aquí el objetivo es averiguar el origen de la imagen deshumanizada de Occidente, indagando sobre sus raíces históricas y los componentes que la informan. También se ofrecen conclusiones que pueden ser muy útiles para concebir la forma de proteger a las democracia liberales.
Lo más relevante es que Buruma y Margalit, aunque no rehuyen el asunto de que el motor del occidentalismo actual sea esencialmente el islamismo radical, presentan una panorámica que permite incardinar esta reacción antioccidental en la perspectiva de otras similares nacidas en lugares y culturas muy distintas. Y lo que es más interesante, las enmarcan dentro de una historia de “contaminación cruzada”, ya que muchos de los elementos ideológicos que han dado cuerpo al occidentalismo proceden de la propia Europa, en particular de la corriente romántica.

Occidentalismo no significa sólo crítica u odio a Occidente, representa un salto cualitativo que necesariamente implica una idea de éste “que despoja a sus destinatarios humanos de su misma condición humana”. Constituye una percepción fanática y, por tanto, restrictiva que reduce toda una sociedad a una colección de seres decadentes, desarraigados y sin alma. Cuando esta visión adopta forma revolucionaria, como estamos viendo en los últimos tiempos o en el Japón de la II Guerra Mundial, deriva en fuerza destructora de difícil y costosa disolución.
Las conclusiones tienen que ver particularmente con recomendaciones sobre lo que no se debe pensar para abordar el problema. La primera es que Occidente no está en guerra con el Islam, es precisamente dentro del mundo musulmán donde fundamentalmente se desarrolla el enfrentamiento. La segunda advierte que hay que rehuir la “parálisis de la culpa” por el pasado colonial, asumirlo sí, pero se trata de no ser condescendientes con quienes cometan barbaridades en razón de ese complejo

Los autores han optado por describir las vetas de esa tendencia para demostrar que las ideas que hoy nutren a los islamistas tienen una historia que viene de lejos. Así, pasan revista a la idea de la ciudad o del cuerpo como símbolos de lo perverso o pecaminoso, al antiamericanismo, el antisemitismo, el rechazo a la Ilustración y la Revolución francesa, la oposición al materialismo, al individualismo, a todo lo que represente la modernidad. Frente a los elementos que la conforman, se alzan los guardianes de la pureza, de lo profundo, lo auténtico, lo espiritual... alemanes que se niegan a aceptar la superioridad impuesta por Napoleón, musulmanes que reaccionan frente a la invasión de las modas procedentes de occidente o que sus reformistas radicales quieren imponer, nipones que desean recuperar las viejas tradiciones, rusos ortodoxos opuestos a la modernización, etc.

Las conclusiones tienen que ver particularmente con recomendaciones sobre lo que no se debe pensar para abordar el problema. La primera es que Occidente no está en guerra con el Islam, es precisamente dentro del mundo musulmán donde fundamentalmente se desarrolla el enfrentamiento. La segunda advierte que hay que rehuir la “parálisis de la culpa” por el pasado colonial, asumirlo sí, pero se trata de no ser condescendientes con quienes cometan barbaridades en razón de ese complejo. Tercera, es un error la idea de considerar la religión organizada como el principal problema, al contrario, aunque las garantías no son totales, puede funcionar como una fuerza benéfica. La cuarta precisa que el odio a Occidente no es en sí misma una cuestión grave, que el occidentalismo deviene peligroso cuando se une a un poder político dictatorial cuya ideología se alimenta de ese tipo de resentimiento.

Los autores van saltando en el espacio y en el tiempo de una idea a otra, dando la impresión en ocasiones de carencia de organización expositiva. La razón es que la descripción de la materia entraña bastante complejidad y su planteamiento resulta ambicioso para el espacio empleado. Todo aparece entrecruzado porque en todos los países podemos encontrar, tanto en la actualidad como a lo largo de la historia, emanaciones occidentalistas. En cualquier caso, los lectores quedarán satisfechos con la idea de conjunto, que ayuda a evitar trampas intelectuales y simplificaciones maniqueas, y obtendrán nuevos elementos de juicio a la hora de analizar las amenazas que se ciernen sobre Occidente.