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    AUTOR
Stanley G. Payne

    GÉNERO
Historia

    TÍTULO
Unión soviética, comunismo y revolución en España (1931-1939)

    OTROS DATOS
Traducción de Francisco J. Ramos. Plaza & Janés. Barcelona, 2003. 478 páginas. 26 €

    EDITORIAL
Plaza & Janés



Stanley G. Payne

Stanley G. Payne


Reseñas de libros/No ficción
La intervención soviética en España de 1931 a 1939
Por Rogelio López Blanco, jueves, 9 de octubre de 2003
Contando con una exhaustiva bibliografía, el eminente hispanista norteamericano Stanley G. Payne se adentra en la reconstrucción de la influencia de la Unión Soviética, a través de instrumentos como el Komitern y el PCE, en la política española entre 1931 y 1939, intervención significativa desde 1935, con el fomento de la táctica del Frente Popular, y sobre todo desde el desencadenamiento de la Guerra Civil, y, más particularmente, a partir del gobierno liderado por Juan Negrín (mayo 1937).
Desatada la guerra, los objetivos de la URRS abarcaban una doble vertiente, exterior e interior, e implicaban un doble juego en el discurso que se desarrollaba para justificar esos fines. El objetivo exterior, de índole estratégica, se refería a la seguridad de la URRS, a la contención de Alemania a través de una alianza con las potencias democráticas o, en el mejor de los casos, al enfrentamiento de éstas con los nazis para, una vez debilitadas, aprovechar la ocasión.

En el plano interior, se buscaba la mayor influencia posible de los comunistas sobre los gobiernos. Tras capitalizar el efecto de la revolución del 34 y erigirse los comunistas en denunciadores de la represión, el éxito del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 había coronado todas las expectativas de Moscú, nada deseoso de involucrar al país en la incertidumbre en que podía derivar un enfrentamiento civil, pues consideraba más útil aprovechar la legalidad y el control de las instituciones para suprimir a las fuerzas conservadoras. Desatada la contienda, se buscó desarrollar ese influjo sobre las instituciones, tratando de controlar el proceso revolucionario y unificando medios y fuerzas para hacer frente al fascismo.

Esa táctica antifascista, que resumía la Guerra Civil española como la lucha entre el fascismo y la democracia, que tantos réditos en imagen procuró a la URSS en todo el mundo, tenía como fin inclinar por el bando de la República a las potencias democráticas, tuvo tal éxito que constituye, según Payne, uno de los mitos históricos que mejor se han sostenido.
Payne considera que tiene sentido definir la lucha de los republicanos como una guerra contra el fascismo, pero no es aceptable considerar la contienda española como preludio de la Segunda Guerra Mundial, pues mientras la primera fue una lucha revolucionaria/contrarrevolucionaria, la segunda fue fruto del pacto de dos totalitarismos, el nazi y el soviético (agosto 1939), que supuso la ofensiva alemana contra las democracias occidentales

Pero la realidad, siguiendo al autor, es que, frente a quienes interpretan que los comunistas actuaron como contrarrevolucionarios en su bando, conteniendo los afanes revolucionarios de las otras fuerzas de la izquierda, sobre todo de la CNT, POUM y alguna facción del PSOE-UGT, aquéllos impulsaban la creación de las bases de una república de nuevo tipo que nada tenía que ver con una democracia liberal. Como señalaron en importante trabajo Elorza y Bizcarrondo, con sus particularidades, en España se ensayaba el tipo de democracia popular que se implantaría en el Este de Europa después de 1945. De hecho, indica Payne, existía un precedente en la intervención soviética en Mongolia Exterior en 1924.

Esa pretensión de los comunistas, siempre dirigidos por Stalin y el Komitern, contó con una fuerte oposición dentro de las filas republicanas, cuyos grupos tenían sus respectivas formas de ver lo que debería ser una “república popular”, aunque ninguna de ellas encajaba en el modelo de democracia liberal y la comunista fuera la más definida y, por ello, realista. Debido a esas diferencias, duda Payne que el proyecto hegemónico comunista se pusiera imponer en algún momento, por mucho que sus intención final fuese ésa.

Además de este interesantísimo asunto de la intervención soviética y de los comunistas, quienes realmente constituyeron el factor más importante por su capacidad organizativa, por la división del resto de las fuerzas de la coalición republicana y por el papel preponderante de la URSS, como único apoyo internacional, Payne proporciona conclusiones bien argumentadas sobre otras cuestiones decisivas, como, entre otras, las causas de la Guerra Civil o la peculiaridad del conflicto español en el espacio de tiempo que va desde la Primera a la Segunda Guerra Mundial. Así, considera que tiene sentido definir la lucha de los republicanos como una guerra contra el fascismo, pero no es aceptable considerar la contienda española como preludio de la Segunda Guerra Mundial, pues mientras la primera fue una lucha revolucionaria/contrarrevolucionaria, la segunda fue fruto del pacto de dos totalitarismos, el nazi y el soviético (agosto 1939), que supuso la ofensiva alemana contra las democracias occidentales. La posterior evolución del conflicto mundial, de 1941 en adelante, tiene más visos de cercanía con la cuestión española.

Con las debidas salvedades y distancia en algunas conclusiones, más matizadas y menos categóricas, el estudio de corte académico de Payne comparte muchos elementos con las afirmaciones de Pío Moa en su libro sobre los mitos de la Guerra Civil, una obra menos profunda y modulada debido a su carácter divulgativo y a su sesgo antiizquierdista. Por lo tanto, además de su notabilísimo valor intrínseco, en tanto valiosa aportación al mejor y mayor conocimiento de aquel agitado período, el trabajo de Payne representa una notable contribución académica a la depuración de las falsificaciones y deformaciones de la memoria histórica que sobre la Guerra Civil y la Segunda República se han venido dando últimamente con intenciones políticas.